En mayo de 1808 la forzada abdicación de Fernando VII en favor de Napoleón suscitó la ira de muchos españoles, que veían impotentes como el ejército francés campaba a sus anchas por la península, ocupando fortalezas y exigiendo que las ciudades y los pueblos abastecieran a sus soldados en virtud del Tratado de Fontainebleau firmado entre los dos países en el año anterior.
La campaña andaluza
Tras el sangriento levantamiento del Dos de Mayo y la elevación de hermano de Napoleón Bonaparte, José, al trono español se fue organizando una resistencia armada en cada provincia para echar de país a los invasores. En Andalucía la mayoría de ciudades renegaron del nuevo rey y organizaron juntas de defensa para levantar un ejército de voluntarios. En Cádiz, el populacho asesinó al gobernador y forzó a su sucesor a atacar a las naves de guerra francesas bloqueadas en el puerto por los ingleses desde 1805.

Tras el Dos de Mayo España se vio fue testigo de numerosos encontronazos entre guerrilleros y franceses, como el plasmado por Goya en este grabado de Los Desastres de la Guerra.
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Para reprimir el creciente levantamiento, Napoleón ordenó al general Pierre Antoine Dupont que se dirigiera hacia Cádiz con fuerza de 20.000 hombres, con el objetivo de rescatar a la flota y reprimir la creciente insurrección. A lo largo del mes de junio los franceses marcharon hacia el sur baso un sol abrasador, siendo acosados por los constantes ataques de la guerrilla y saqueando ciudades rebeldes como Córdoba. Sin embargo, al llegar a los alrededores de la ciudad se encontraron con que los buques de guerra ya se habían rendido, y las defensas eran demasiado sólidas para que pudieran tomarla al asalto.

Pese a que Dupont se había distinguido en las guerras de la Revolución y el Imperio, Bailén supuso su caída en desgracia.
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Así pues el general francés estableció su cuartel general en Andújar, al tiempo que destacaba 2.000 de sus efectivos para asegurar las comunicaciones con Madrid, cortadas por las partidas de paisanos. Mientras tanto la Junta Suprema española establecida en Sevilla no había permanecido inactiva, pues había agrupado a las dispersas fuerzas del ejército regular bajo el general Francisco Javier Castaños, reforzándolas además con unidades de milicia reclutadas apresuradamente.
Este variopinto ejército de casi 30.000 efectivos se puso en marcha hacia Andújar. Mientras Teodoro Reding se dirigía contra el enemigo con el grueso de las fuerzas, una columna algo menor al mando de Castaños tenía la intención de rodear al enemigo y evitar que huyera. Sin embargo el plan español se vio desbaratado por Dupont, que sin tener conocimiento de que se acercaban los españoles se dirigía hacia Reding para enlazar con los destacamentos que vigilaban su ruta de suministros en La Carolina. De este modo ambos ejércitos se encontraron por sorpresa a las afueras de la villa de Bailén.

Aunque Bailén convirtió a Castaños en el ídolo de muchos españoles, las desastrosas decisiones que tomó durante el resto de la guerra condujeron a más de una derrota.
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Dupont ataca
Aunque sus tropas todavía marchaban hacia el campo de batalla el general francés decidió iniciar las hostilidades, para asegurar de este modo el cruce del río Rumblar y echar al enemigo de la ciudad. Así, a las tres de la madrugada del 19 de Julio, se hicieron los primeros disparos de la contienda. Cinco batallones atacaron la loma de la Cruz Blanca, arrollando al regimiento de Farnesio. Afortunadamente, Reding había conseguido desplegar a sus hombres en un media luna en los altos de Bailén, por lo que Dupont decidió esperar a que llegaran refuerzos y su propia artillería antes de lanzarse contra la villa.
Durante las tres horas siguientes se produjo un bombardeo que favoreció a los españoles, cuyas piezas tenían un alcance mayor. Dupont, al ver que tenía las de perder en este intercambio artillero ordenó a las seis un nuevo ataque con las fuerzas disponibles: mientras su caballería pesada se dirigía contra el flanco izquierdo de Reding la infantería del general Chabert avanzaría por el centro. Si bien los coraceros franceses aplastaron a los regimientos del flanco, la infantería, en su mayoría conscriptos como la Guardia de París o unidades austríacas y suizas forzadas a luchar contra su voluntad, se deshizo frente al fuego de mosquetes y cañones.

Los coraceros barren a un grupo de paisanos durante la batalla de Bailén.
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Lucha sin descanso
Tras rechazar esta ofensiva, Reding vio una oportunidad de ganar la batalla antes de que llegara el resto del ejército de Dupont o los refuerzos franceses que se acercaban desde La Carolina. Así pues intentó desbaratar la izquierda francesa en la colina del Zumácar Chico como paso previo a un avance general. Pese a que el avance empezó con buen pie y arrojó a los franceses de sus posiciones, la llegada al lugar de tropas de refresco y caballería ligera empujó a los españoles hacia sus posiciones iniciales.

Españoles y franceses combaten en esta confusa representación de la batalla obra de Ricardo Balaca (1844-1880).
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Los garrochistas eran pastores de ganado taurino que se alistaron para combatir al invasor francés.
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Llegado ese punto Dupont ordenó un nuevo ataque por el centro, que de nuevo se estrelló contra las baterías situadas delante de Bailén. Eran las once de la mañana, y bajo un sol de justicia los españoles iniciaron a su vez an asalto masivo contra los franceses en retirada. Los regimientos de línea, la milicia y las bandas de paisanos avanzaron pendiente abajo apoyados por la caballería regular y algunos garrochistas armados con sus características picas. Pese a todo su valor, cuando los españoles llegaron al llano fueron diezmados por las descargas de metralla procedentes de los cañones franceses y se vieron obligados a retroceder.
Con los patriotas de nuevo a la defensiva y Castaños acercándose a su retaguardia, Dupont intentó al mediodía un último ataque usando todas sus reservas. Encabezados por los elitistas marinos de la Guardia Imperial los franceses ascendieron hacia Bailén, pero el fuego de metralla y mosquete fue demasiado para ellos. Agotados por diez horas de combates y acosados por una sed insoportable, la mayoría de soldados arrojaron sus armas y huyeron mientras que los regimientos suizos se pasaban de bando.

Los marinos de la guardia fueron fundados en 1804 para dotar a la Guardia Imperial de un cuerpo especialista en operaciones anfibias.
Rendición y encierro
La llegada de Castaños al lugar selló el destino de los franceses, que rodeados no tuvieron más remedio que rendirse, aunque Dupont intentó alargar las negociaciones a la espera de que los refuerzos de La Carolina rompieran el cerco. Pero nada podía cambiar ya el curso de los acontecimientos, Reding había reforzado el desfiladero por el que había de llegar esta segunda fuerza francesa, que fue derrotada y obligada también a capitular.
La noticia de esta victoria corrió como la pólvora por toda Europa. Era la primera vez que los ejércitos del emperador Napoleón habían sido derrotados y la primera rendición de un general francés desde la batalla de Alejandría en 1801. Bailén fue un soplo de aire fresco para los españoles, que se lanzaron a la lucha con renovadas esperanzas, y a la vez terminó de convencer a los austríacos para que declararan la guerra a Napoleón en 1809 apoyados por una generosa subvención del gobierno británico.

En esta caricatura inglesa de la época un ejército de bandoleros, monjas y curas derrota a los franceses en Bailén.
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Si bien Castaños se atribuyó todo el mérito, fue Reding quien estuvo realmente al mando del ejército durante el día ya él se debe tan espectacular victoria.
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José Bonaparte tuvo que abandonar apresuradamente Madrid tras solo cinco días en la capital. Simultáneamente los franceses se fueron replegando hacia los Pirineos y las fortalezas que controlaban en el noreste de España. Mucho peor fue el destino de los 17.635 prisioneros, la mayoría de los cuales fueron enviados a la desolada isla de Cabrera en el archipiélago balear, donde la mitad perecía de hambre y solo unos pocos lograrían escapar en un bote robado.
Por su parte Napoleón echó la culpa de todo a Dupont, que fue encerrado en un castillo hasta la restauración de los borbones en el trono de Francia. Si bien esta batalla sirvió de inspiración para todos los españoles, el curso de la guerra pronto les habría de llevar al desengaño. En 1809 Napoleón cruzó la frontera, tomó Madrid y echó a una fuerza expedicionaria inglesa de la península. Los inmensos recursos del Imperio Francés se pusieron en marcha y, aunque nunca consiguieron controlar totalmente el país, consiguieron arrinconar a la junta en Cádiz y tomar la mayoría de ciudades. Finalmente los bonapartistas abandonarían España en 1814, tras seis años de guerra ininterrumpida.