Rituales religiosos

Karnak, la casa de Amón

En el gran santuario tebano, el Primer Servidor del dios, en representación del faraón, realizaba la ceremonia del Culto Diario ante la estatua de Amón. Como único autorizado a hacerlo, debía prepararse y purificarse de manera especial

El santuario de Amón

El santuario de Amón

Esta imagen panorámica muestra una parte del templo del gran dios de Tebas, que fue la principal divinidad egipcia a partir del Reino Medio. En primer término, el lago sagrado.

Foto: Kenneth Garrett

En la sureña Tebas, «la ciudad de Amón», se erigió el templo más grande y rico del país del Nilo. Los antiguos egipcios lo llamaron Ipet-Sut, que significa «el más selecto de los lugares». Nosotros lo conocemos como Karnak. En él trabajaban más de 6.500 personas; la mayor parte eran Servidores del Dios, que se encargaban de la actividad religiosa del templo y de las numerosas tareas administrativas que exigía la gestión de su patrimonio. Estos sacerdotes debían ejecutar múltiples ritos y celebraciones sagradas en honor de la divinidad, cumpliendo con un prolijo calendario religioso. Algunas de esas actividades eran anuales y se enmarcaban dentro de las dos grandes conmemoraciones locales: la fiesta de Opet y la Bella Fiesta del Valle; otras eran diarias y resultaban imprescindibles para el buen funcionamiento del mundo y el cosmos.

Cronología

Karnak a través del tiempo

1971 a.C.

Sesostris I inicia la construcción del templo de Karnak. El santuario está rodeado por un muro del témenos que delimita el espacio sagrado.

1525 a.C.

Amenhotep I edifica la capilla Blanca para que repose la barca de Amón, que los sacerdotes acarrean a hombros en fiestas y rituales.

1479 a.C.

Tutmosis I amplía el templo, excava y acondiciona el lago sagrado e inaugura un nuevo camino procesional norte-sur.

1294 a.C.

Seti I ordena que se graben en Karnak los pasajes del Ritual de Culto Diario y los reproduce en el muro este de la gran sala hipóstila.

380-362 a.C.

Nectanebo I es el último rey que construye en Karnak, donde edifica el pilono y la avenida de esfinges que hoy dan acceso al templo.

La Fiesta de Opet

La Fiesta de Opet

La imagen recrea la Fiesta de Opet en la que Amón, Mut y Khonsu salían de Karnak en sus barcas sagradas para visitar el templo de Luxor.

Foto: Balage Balogh / RMN - Grand Palais

De todas ellas, la actividad principal era la ceremonia de Culto Diario. Comenzaba al amanecer, cuando los astrónomos unut anunciaban la aparición del Sol en el horizonte a fin de que tanto el personal del templo como los altos servidores que dirigían el santuario estuvieran listos para iniciar los rituales matutinos. Los actores más importantes eran los cuatro principales miembros del alto clero, encabezados por uno de ellos: el Primer Servidor del Dios, sumo sacerdote de Amón y responsable de que el ritual se desarrollara correctamente para complacer a Amón.

Vaso para libaciones

Vaso para libaciones

Vaso para libaciones hecho de fayenza azul. Lleva inscrito el nombre de Amenemope, sacerdorte de Amón. Museo Ashmolean, Oxford.

Foto: Bridgeman / ACI

El grupo más numeroso era el de los sacerdotes uab o puros; para trabajar en el templo no necesitaban ser iniciados con una ceremonia, pero debían recibir la formación necesaria a fin de preparar las ofrendas a los dioses. Entre ellos figuraban casi todos los miembros varones de las familias importantes de Tebas, destinados a servir a Amón desde los 14 o los 15 años.

Los sacerdotes uab ​eran, principalmente, varones de las familias importantes de Tebas.

Lago sagrado

Lago sagrado

Los sacerdotes se purificaban en las aguas de este lago antes de proceder a los rituales diarios de culto ante la imagen de Amón.

Foto: Jane Sweeney / AWL Images

El Primer Servidor

Para presentarse ante el dios, el sumo sacerdote se purificaba con agua fría del Nilo en el lago del templo y después se vestía con ropas rituales: sandalias, un vestido limpio hecho con lino blanco y una piel de leopardo.

El sacerdote lector llevaba en sus manos el papiro del ritual, que empezaba diciendo: «Comienzo de las fórmulas de los ritos divinos escritos que se realizan en el templo de Amón-Re, el rey de los dioses, a lo largo de cada día por el sumo sacerdote uab que está de servicio». Entonces, ambos sacerdotes, acompañados por una cohorte de servidores que llevaban bandejas repletas de alimentos y bebida, se dirigían a la puerta del sanctasanctórum, situado en la parte más interna, tranquila y oscura del templo, donde se guardaba la imagen más sagrada de Amón, a la que exhortaban para que despertara.

Sala hipóstila

Sala hipóstila

Este auténtico bosque de columnas de piedra, profusamente decoradas con relieves, representa el espeso bosque de papiros que rodeó al Nun, la colina que emergió del océano primordial.

Foto: J. Banks / AWL Images

El culto lo realizaba el Primer Servidor del Dios por delegación del faraón –que era el jefe de todo el clero–, asistido por sirvientes de menor rango. Sólo él podía llamar a la puerta del naos, encontrarse cara a cara con la divinidad e interactuar con ella. En sus manos llevaba una lámpara de aceite, que emitía una luz purificadora y se debía mantener encendida hasta que el ritual se repitiera al mediodía y al caer la noche, y quemaba resinas aromáticas. El Primer Servidor de Amón sentía cierto temor, porque el dios podía confundirlo con un extraño y aniquilarlo de inmediato, de forma que debía protegerse recitando cuidadosamente las fórmulas del ritual de Culto Diario.

Capillas para barcas

Capillas para barcas

El faraón Seti II erigió en el primer patio del templo de Karnak esta triple capilla para alojar las barcas sagradas de Amón, Mut y Khonsu, la tríada tebana.

Foto: Rob Cole / Alamy / ACI

Empieza el ritual

Una vez en el interior de la capilla, la primera tarea era limpiar el recinto y su contenido con agua y natrón purificador (carbonato o bicarbonato sódico). Entonces llegaba el momento de retirar la comida depositada durante la ceremonia anterior, con cuya esencia se había alimentado el dios. Luego se la repartirían los sacerdotes para comerla; era un menú variado y lujoso, con carne y otras exquisiteces que no podía permitirse cualquier egipcio.

El menú era variado y lujoso, no se lo podía permitir cualquier egipcio.

Amón

Amón

Este grupo escultórico en el templo de Karnak representa al dios Amón-Re, con su característica corona doble de plumas, junto a Ramsés II, según indican los cartuchos de la base.

Foto: Shutterstock

Una vez aseada la estancia, el sacerdote abría el naos rompiendo el sello que clausuraba la puerta y descorriendo el cerrojo, mientras proclamaba en voz alta: «El sello de barro está roto, el cielo se abre ante ti […]. Las dos puertas del cielo están abiertas, la compañía de dioses brilla; Amón, Señor de Karnak, es glorificado». Nada más romperlo se postraba en el suelo, literalmente «acostado sobre su vientre», en señal de sumisión y respeto, y anunciaba a Amón su llegada, recitando las fórmulas mágicas que ya habían entonado muchas veces sus antecesores: «¡Despiértate en paz!, el temor a ti está en mi cuerpo, escalofríos ante ti sobrecogen mis miembros […]. Soy sacerdote, hijo de un sacerdote de este templo [...]. Vengo a realizar el ritual. Verdaderamente no he venido a hacer aquello que no debe hacerse». Y presentaba nueva comida fresca en bandejas: frutas, carne de ave y vacuno, legumbres, distintas clases de pan, agua, leche, vino, cerveza, miel y flores.

Relieve de la reina Hatshepsut

Relieve de la reina Hatshepsut

Relieve de la reina Hatshepsut en Karnak que muestra a la soberana (cuya imagen se destruyó intencionadamente) entre Horus y Toth.

Foto: Timothy Hellum / Alamy / ACI

A continuación tenía que abrazar la figura de Amón para darle energía y facilitar la encarnación del dios en la estatua, mientras decía en voz alta: «Ven a mí Amón Re, para recibir este abrazo mediante el cual tú surges este día en el que te manifiestas como rey». Después retiraba cuidadosamente los vestidos de la estatua y los sustituía por otros nuevos y limpios mientras decía: «¡Oh Amón Re, Señor de Karnak! Tú has tomado esta venda esplendorosa que es tuya, y has tomado estas bellas vendas tuyas, has aceptado estos bellos vestidos». Los ropajes se reproducían en los relieves de los muros del templo en forma de bandas de lino de diferentes colores: el blanco como emblema de la pureza; el azul como signo del agua y del cielo; el verde como símbolo de salud y vitalidad, y el rojo como representación de la sangre y la fuerza.

Sobre el vestido, el sacerdote colocaba collares, pectorales y brazaletes de oro que formaban parte del tesoro de Karnak, así como las insignias divinas, y maquillaba y perfumaba la imagen. Ésta se ungía con siete o diez óleos sagrados, sustancias que, según los textos, «atarán sus huesos, unirán su carne y diluirán tus supuraciones»; es decir, que dotarían a la estatua de nueva energía y protección mágica. Todas estas acciones se llevaban a cabo porque los egipcios proyectaban en sus dioses cualidades, costumbres y necesidades humanas.

Avenida de esfinges

Avenida de esfinges

Ante el primer pilono del templo de Karnak se abre una avenida de esfinges con cabeza de carnero, animal sagrado del
dios Amón.

Foto: Shutterstock

El recinto quedaba cargado del humo del incienso quemado durante el ritual, un aroma que agradaba al dios y era un eficaz repelente de fuerzas negativas. El sumo sacerdote también hacía aspersiones con agua sagrada, que acrecentaba la eficacia y el valor profiláctico del ritual.

Al dios le agradaba el aroma de incienso quemado.

Que no entre el mal

La ceremonia acababa sellando de nuevo el lugar, aunque antes se eliminaba cualquier huella del paso humano. Sin dar la espalda a Amón, el Primer Servidor retrocedía mientras barría el suelo con una escoba de fibras vegetales para borrar las marcas que sus sandalias habían dejado en la capilla, sustituía la arena del suelo que no estaba limpia, cerraba la sala y colocaba sobre el cerrojo un emplasto de barro en el que imprimía un sello –que se rompería cuando la ceremonia tuviera lugar de nuevo– mientras recitaba el siguiente conjuro: «No entre el mal en este templo».

----

Ofrendas al dios

Ofrendas al dios

Este relieve del templo del faraón Seti I en Abydos muestra al soberano haciendo una ofrenda ante el dios Amón Re.

Foto: Shutterstock

En el Museo egipcio de Berlín se conserva el documento más valioso que describe el culto de Amón y el de su esposa Mut en Karnak. Se trata de un papiro con escritura hierática (una escritura jeroglífica simplificada), trazada con tinta negra y encabezamientos en rojo, que mide aproximadamente cinco metros de largo y 25 centímetros de ancho. Está datado a principios del Tercer Período Intermedio (1069-747 a.C) y se lo conoce como Papiro de Berlín 3014, 3053 y 3055. El documento contiene en 37 columnas los 66 pasajes del ritual, encabezados por un título que servía para explicar la función de la fórmula mágica y la «oración» a recitar. En el templo de Seti I en Abydos se reprodujeron con admirable detalle las escenas de Culto Diario. Aunque en Karnak y Abydos las etapas del ritual no seguían el mismo orden, tenían el mismo sentido y propósito.

----

La tríada tebana

La tríada tebana

El Primer Servidor de Amón Ramsesnakht realiza la ofrenda de la tríada tebana. Dinastía XX. Museo Egipcio, El Cairo.

Foto: Scala, Firenze.

La actividad diaria del templo de Karnak no se limitaba a las ceremonias en honor de la divinidad principal, Amón, sino que también se rendía culto a los miembros de su familia divina: su esposa Mut y su hijo Khonsu. Por otra parte, en la sala hipóstila de Karnak se instalaron estatuas de personajes privilegiados o de sacerdotes. Por el mero hecho de estar allí, estas estatuas se beneficiaban de las ofrendas de comida y de los rituales que se celebraban en el templo. Las imágenes debían mantenerse limpias de polvo y de restos de comida, tal como se indica en la inscripción grabada en una estatua de granito negro de un Servidor del Dios que vivió durante la dinastía XXVI. Tales estatuas actuaban como intermediarias entre los hombres y los dioses, de manera parecida a las imágenes de santos en la religión católica.

Para saber más

El poder de los sacerdotes

El templo de Karnak: el gran santuario de Amón

Leer artículo

Este artículo pertenece al número 202 de la revista Historia National Geographic.