Tras dos años de guerra sin cuartel por todo el mundo, en el Mar del Norte Alemania y Gran Bretaña mantenían un tenso impasse en el que ningún bando conseguía forzar la batalla decisiva. Bloqueados por los campos de minas del Canal de la Mancha, y los acorazados británicos estacionados en Escocia, los buques de guerra del káiser se limitaban a realizan incursiones contra la costa inglesa, bombardeando algún pueblo costero antes de retirarse a sus bases.
El año anterior se había producido un combate a pequeña escala entre los rápidos cruceros de batalla de ambos bandos en Dogger Bank, que se había saldado con el hundimiento del alemán Blücher, pero desde entonces la situación seguía en tablas. Fue para romper este empate que los alemanes decidieron atraer a los cruceros a una batalla contra el grueso de su flota, y acabar así de un plumazo con gran parte de la Royal Navy.
Incitándolos a un combate equilibrado los alemanes los atraerían primero con la escuadra ligera de Franz Hipper, quien se dirigiría luego al encuentro con los acorazados de su superior Reinhard Scheer, cuya devastadora potencia de fuego aniquilaría rápidamente al enemigo.

Die Seeschlacht bei Lowestoft am 25 April 1916
Combate en el Mar del Norte a principios de 1916 durante el bombardeo de Lowesoft.
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Con lo que no contaban es que los británicos habían logrado descifrar parte de su código secreto, y cuando ambos salieron de puerto el 31 de mayo toda la flota británica se dirigía a su encuentro.
Choque de cruceros
Pese a todo los británicos solo sabían que Hipper habían salido de puerto, desconociendo que hubiera acorazados enemigos en la zona. Por ello el almirante de los cruceros de batalla David Beatty no esperó a encontrarse con la flota, sino que se dirigió a toda máquina hacia le enemigo, seguido a diez millas por los formidables acorazados clase Queen Elizabeth del quinto escuadrón de batalla.
A las 2:00 de la tarde los destructores de vanguardia avistaron por fin a los alemanes, y media hora más tarde empezaba el combate, con ambos escuadrones dirigiéndose al sur hacia la Flota de Alta Mar de Scheer. Dispuestos en columna y paralelos al enemigo, los seis cruceros de Beatty se enzarzaron en un duelo de artillería con los cinco de Hipper, pero aunque contaban con el apoyo de los cañones de proa de los destructores de retaguardia pronto empezaron a sufrir terribles bajas.
En 1916 la doctrina imperante en la marina británica era la de disparar salvas rápidamente sometiendo al enemigo a un bombardeo ininterrumpido. Pero para ello se debían dejar abiertas las puertas de seguridad de los pañoles de cordita (el explosivo que propulsaba los obuses) bajo las torretas, que en caso de recibir un impacto harían saltar el barco por los aires.
Así sucedió a las 4:00, cuando un proyectil alemán penetró la torreta del HMS Indefatigable estallando en su interior e incendiando la cordita. El crucero explotó en una tremenda bola de fuego que acabó con sus mil tripulantes en un solo instante. Al cabo de veinte minutos le seguía el Queen Mary, y la nave insignia de Beatty solo se salvó de correr la misma suerte cuando un artillero, que había perdido ambas piernas, ordenó inundar los almacenes antes de desangrarse, acción por la que recibiría póstumamente la cruz victoria.

HMS Queen Mary Jutland
Explosión del HMS Queen Mary en Jutlandia. Esta fotografía fue toma desde un barco alemán, y da buena idea de la gran distancia a la que combatían las naves de la época.
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En cambio el fuego de respuesta británico apenas causaba daños en los buques alemanes, oscurecidos por el humo de los destructores británicos, y donde además los proyectiles británicos que impactaban muchas veces no explotaban debido a errores de fabricación. Exasperado Beatty se dirigió a su segundo oficial y le dijo la frase más famosa de toda la batalla “parece que hoy hay algo estropeado con nuestros barcos hoy”.
Al cabo de dos horas de desigual combate se empezaron a distinguir en el horizonte las columnas de humo de los acorazados alemanes, y el alarmado Hipper dio media vuelta y escapó hacia el norte para reunirse con el almirante John Jellicoe y el resto de la flota.
La encerrona de Jellicoe
En su huida los británicos quedaron recortados frente al sol poniente, convirtiéndose en un blanco claro, de modo que tuvieron que sufrir aún más bajas. Como la del crucero acorazado Defence, que fue hundido por repetidas salvas de los navíos alemanes.

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En vanguardia de la Flota de Alta Mar, los acorazados clase Köning abren fuego contra los británicos en retirada.
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Los Queen Elizabeth redujeron velocidad y cubrieron la retirada en retaguardia, castigando a la vanguardia alemana con su grandes cañones de 15 pulgadas. Sobre las 6:00 al fin alcanzaron a los acorazados de Jellicoe. Este había dispuesto a su flota en una gran línea que cruzaba la T del avance alemán, por lo que cuando estos llegaron a distancia de disparo una tremenda tormenta de fuego cayó sobre ellos.
Con 21 buques de línea enfrentados a 31 británicos Scheer había sido superado tanto en número como en táctica, y acribillada por obuses la nave insignia de Hipper, el Lützow, se hundió. Pese a ello los alemanes se batieron valientemente, mientras ponían proa al sur y escapaban de la trampa, hundiendo al crucero Invincible gracias a otra explosión.

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Dispuestos en columna los 22 acorazados de Jellicoe disparan al unísono contra la vanguardia alemana.
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Para cubrir la desbandada, Scheer desplegó a sus destructores contra los británicos, los cuales lanzaron un ataque suicida con torpedos contra la línea de batalla, mientras oscurecían a sus camaradas con el humo de las calderas. Si bien este ataque no se cobró ninguna presa sí que logró que los acorazados enemigos cambiaran el rumbo, poniendo distancia entre ambas flotas. Finalmente gracias a la llegada del anochecer los alemanes lograron romper el contacto con el enemigo sobre las 8:20.

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La nave insignia de Jellicoe, el HMS Iron Duke en plena batalla contra los alemanes. Pintura al óleo de Charles Edward Dixon, colección privada.
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No por ello cesó la batalla, sino que el combate se prolongó durante toda la noche. Con los destructores británicos lanzando incursiones contra escuadrones aislados que se cobraron cuatro cruceros ligeros ya dañados y el obsoleto acorazado Pommern, hundido por el impacto de un torpedo en su línea de flotación. El 1 de junio todo había terminado y los alemanes estaban de vuelta en sus bases. Parecía que los británicos habían conseguido un gran triunfo, pero ¿realmente era así?
Una victoria prírrica
Puede que la Royal Navy hubiera expulsado al enemigo del campo de batalla, pero la verdad es que había sufrido pérdidas muy superiores: seis naves de línea de última generación y ocho destructores, frente a solo un crucero de batalla, cuatro ligeros, un acorazado antiguo y cinco destructores alemanes. A nivel de personal, las pérdidas eran también desiguales, con 6.094 marinos británicos muertos a cambio de solo 2.551 de la Kriegsmarine.

HMS Castor Wounded Received After the Battle of Jutland, 31st May 1916 Art
Heridos en la enfermería del HMS Castor tras la batalla. Pese a que consiguieron la victoria, Jutlandia se cobró un alto precio entre los británicos. Óleo de Jan Gordon, 1918, Museo Imperial de la Guerra, Londres.
Así las cosas, la marina del Kaiser podría haberse hecho con la victoria en el Mar del Norte si hubiera mantenido el ritmo de enfrentamientos, pero en vez de ello sus naves solo salieron una vez más al combate, quedándose en puerto hasta el fin de la contienda en 1918.

BAL
El almirante John Jellicoe fue el máximo responsable del triunfo de la Royal Navy. Retrato al óleo por Cyrus Cuneo, 1916.
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Con la rendición de Alemania sus buques fueron enviados a Gran Bretaña, que los encerró en la base naval de Scapa Flow a la espera de ser redistribuidos entre los aliados. En un último acto de despecho sus tripulaciones los hundieron antes que entregarlos, y todavía descansan hoy bajo las olas en las islas órcadas.