Historia de las enfermedades

Los judíos ricos también sufrían infecciones por la falta de higiene hace casi 3.000 años

Un equipo de paleoarqueólogos de la Universidad de Tel Aviv ha encontrado restos de huevos de parásitos intestinales en las letrinas de una lujosa villa de Jerusalén de casi 3.000 años de antigüedad.

Los huevos de parásito fueron hallados en este inodoro de piedra tallada, colocado sobre una fosa séptica en el jardín de una lujosa villa.

Los huevos de parásito fueron hallados en este inodoro de piedra tallada, colocado sobre una fosa séptica en el jardín de una lujosa villa.

Foto: Ya’akov Billig

Tenias, oxiuros, tricocéfalos y ascárides son nombres de lombrices intestinales. Estos parásitos pueden causar dolor de vientre, náuseas, diarrea o molestos picores en el ano y se introducen el cuerpo de los humanos al comer carne en mal estado y, sobre todo, por ingerir huevos y larvas pegados al las extremidades o a la ropa, a causa de una higiene deficiente.

Todo esto se asocia normalmente a la pobreza y a índices de desarrollo bajo, pero un equipo de arqueólogos de la Universidad de Tel Aviv acaba de descubrir restos de huevos de todos estos parásitos en el baño de una villa de Jerusalén de 2.700 años de antigüedad ocupada por la élite local de la capital del reino de Judá.

Reconstrucción del jardín de la lujosa finca en la que sehalló el baño, repersentado en el centro.

Foto: Yaniv Korman

Así lo revela el estudio llevado a cabo en el laboratorio de Arqueobotánica y Ambientes Antiguos del Instituto de Arqueología de la Universidad de Tel Aviv, encabezado por la doctora Dafna Langgut, que acaba de ser publicado en la revista International Journal of Paleopathology.

Los sedimentos analizados fueron recogidos durante la excavación de una lujosa villa de mediados del siglo VII a.C. al sur de Jerusalén, en cuyos jardines se halló un depósito de agua y un inodoro cúbico de piedra con un agujero perforado en el centro de donde se recogieron las muestras para el estudio en el laboratorio.

Parásitos fósiles

Los investigadores recolectaron 15 muestras de sedimentos de este pozo negro para analizarlos bajo la luz del microscopio óptico, identificando huevos de hasta cuatro especies distintas: Trichuris trichiura (tricocéfalo), Taenia sp. (tenia), Ascaris lumbricoides (lombriz intestinal) y Enterobius vermicularis (oxiuro).

Los investigadores recolectaron 15 muestras del inodoro y hallaron restos de cuatro tipos de parásitos en ellas.

Los resultados demostrarían, según la investigadora, que incluso las clases más pudientes de esa época tenían una higiene deficiente. Una falta de aseo muy lejana de las épicas batallas y milagros que describe el relato bíblico y que no sería exclusiva de las capas más bajas de la sociedad israelita de ese periodo.

Imágenes de los huevos recuperados en el asiento de inodoro: (a) Enterobius vermicularis; (b) Ascaris lumbricoides; (c) Trichuris suis; (d) Trichuris trichiura; (e) Taenia sp.

Foto: Eitan Kremer / Sasha Flit

Historia de las enfermedades

El artículo destaca que las muestras analizadas son "una de las evidencias más antiguas de restos de parásitos en el antiguo Israel" y pueden arrojar "nueva luz sobre la historia de las enfermedades y epidemias a mediados del siglo VII a. C. en Jerusalén", época en la que la ciudad conoció un gran crecimiento.

Tras la muerte de Salomón, a finales del siglo X a.C., su reino se dividió en dos estados: Israel, al norte y Judá, al sur, que conservó la capital, Jerusalén. Al sucumbir Israel a la conquista asiria en el año 720 a.C., el reino de Judá —que conservó su independencia hasta inicios del siglo VI a.C.— recibió gran cantidad de refugiados del norte y pasó de ser un modesto enclave montañoso a una urbe importante.

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Una nueva ciudad

Jerusalén se amplió con nuevos suburbios, se construyó una nueva muralla que los incluyera y la población pasó de mil a 15.000 habitantes. La proliferación de personas, casas, talleres y nuevos edificios públicos por fuerza debió de multiplicar el hacinamiento de la población y dificultar el mantenimiento de una buena higiene y situación sanitaria general.

Esta deficiente higiene no solo afectaba a los barrios más pobres, también las clases dirigentes sufrieron sus estragos. "La presencia de los gusanos indica que incluso los residentes ricos de Jerusalén en ese momento padecían enfermedades y epidemias", apunta el estudio.

Un propietario muy poderoso

La villa excavada habría sido edificada a mediados del siglo VII a.C. y el baño del jardín, un elemento muy raro en las construcciones de la época, no se habría planteado como un elemento higiénico, sino más bien un signo de estatus: "un inodoro era un símbolo de riqueza, una instalación privada que solo los ricos podían permitirse", apunta el estudio.

Cuando presentó el descubrimiento, Ya‘akov Billig, director de la excavación, ya apuntaba hacia la función suntuosa del inodoro: "solo los ricos podían permitirse baños. De hecho, mil años después, el rabino Yossi sugiere que ser rico es tener un baño cerca de la mesa" afirmaba en declaraciones recogidas por The Times of Israel.

Falta de conciencia higiénica

La residencia contaba con estructuras monumentales y elementos arquitectónicos extraordinarios, impresionantes vistas a la Ciudad de David y el Monte del Templo. No se conoce la identidad de su propietario, pero debió tratarse de un personaje poderoso, un alto funcionario, algún miembro de la familia real cercano al propio monarca.

El yacimiento donde se encontró el inodoro habría tenido una vista impresionante del Monte del Templo, en el centro al fondo de la imagen, donde actualmente destaca la cúpula de la Roca, dorada.

Foto: Yoli Schwartz / Israel Antiquities Authority

Para Langgut, todo ello reforzaría la idea de que la falta de higiene no era una cuestión de poder adquisitivo, sino que era transversal a toda la sociedad. La falta de conciencia sobre las normas básicas de higiene, como no lavarse las manos, explicaría la aparición de todos estos parásitos incluso en los ambientes más refinados.

La falta de conciencia sobre las normas básicas de higiene explicaría la aparición de estos parásitos incluso en los ambientes más refinados.

Las prácticas de higiene de los usuarios de ese sanitario "fueron deficientes o inexistentes y pudieron ser un factor de propagación de enfermedades relacionadas con parásitos", apunta en su artículo.

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Diarreas, escozor, anemia...

La gravedad de los síntomas provocados por los parásitos identificados por Langgut es muy variable, pero en los países desarrollados apenas pasan de simples molestias o picores. El oxiuro, por ejemplo, afecta principalmente a los niños y provoca una molesta irritación anal al descender por el colon. Es una lombriz conocida por muchos padres, puesto que su actividad —que se concentra durante la noche— dificulta conciliar el sueño y aumenta la irritabilidad del menor. En los casos más severos podría incluso provocar pérdida de apetito y de peso.

La gravedad de los síntomas es en general muy leve en la actualidad, pero los casos extremos podrían causar desnutrición, anemias e, incluso, la muerte.

Por su parte, el tricocéfalo es un parásito intestinal que consume al día 0,005 ml de sangre y que puede provocar diarrea, a veces con sangre, cuya infestación puede provocar fuertes anemias en los casos más graves. La tenia es un gusano que mide varios metros y puede vivir durante años instalado en el intestino y en casos raros, pueden causar un bloqueo intestinal. Y la lombriz intestinal puede provocar desde dolor de barriga, fiebre o erupción cutánea hasta tos sangrante o neumonía.

Estos gérmenes y sus manifestaciones clínicas son bastante conocidos y fáciles de tratar hoy en día, pero hace 3.000 años la posibilidad que se manifestasen sus síntomas más graves eran muy superiores. En el mejor de los casos, sin los medicamentos ni tratamientos actuales, serían un molesto padecimiento diario que debían sufrir los israelitas durante largos periodos de su vida. Las infestaciones extremas podrían llegar a provocar problemas de desnutrición y severas anemias, incluso la muerte, sostiene Langgut.

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