Una ciudad desconocida en Asia Menor

Janto, la capital perdida del antiguo reino de Licia

En 1838, el aventurero británico Charles Fellows exploraba esta antigua región de Asia Menor cuando dio con las ruinas de una ciudad abandonada que resultó ser la olvidada Janto.

Monumento de las Nereidas. Tumba licia. Museo Británico, Londres.

Monumento de las Nereidas. Tumba licia. Museo Británico, Londres.

Monumento de las Nereidas. Tumba licia. Museo Británico, Londres.

Cordon Press

En el año 1838, el aventurero inglés Charles Fellows inició un gran viaje por la zona oeste de Anatolia, conocida como Asia Menor. Fellows observaba la fauna y la flora de los lugares por donde pasaba, cartografiaba, copiaba inscripciones antiguas y realizaba dibujos muy conseguidos de las ruinas y las gentes, guiado por ese amor a lo pintoresco que caracterizó su época. En abril de ese año exploró Licia, la región del sur de Asia Menor. Primero reconoció la zona costera y luego remontó el río Janto hacia el interior, adentrándose en un territorio totalmente desconocido para los viajeros europeos de aquel tiempo. 

El 20 de abril de 1838 descubrió vestigios de una gran ciudad que identificó como la antigua Janto (Xanthos, en griego). Anotó en su diario de viaje: "Las ruinas están llenas de templos, tumbas, arcos triunfales, murallas y un teatro. El lugar es extremadamente romántico, sobre hermosas colinas". Los árboles y la maleza lo cubrían todo, pero mármoles y piedras se habían librado del expolio de los hombres, ya que no se había erigido ninguna ciudad moderna cerca de las ruinas.

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Janto, asentada junto al río del mismo nombre, fue la capital de Licia. Homero menciona a los licios como aliados de los troyanos, y en aquellas regiones transcurría el mito de Belerofonte, un refugiado griego que había logrado matar a la monstruosa Quimera. Las relaciones entre el pueblo licio y los griegos fueron, por tanto, tempranas, sobre todo debido a la influencia que ejerció en aquella zona la cercana isla griega de Rodas. Se mantuvieron independientes hasta el año 540 a.C., en que el general Hárpago conquistó la región para el Imperio persa. Aunque Janto fue arrasada, pronto recuperó su antiguo esplendor, y durante el largo dominio persa gozó de paz y prosperidad. 

Los licios sentían una inclinación especial por las construcciones funerarias monumentales. Fellows quedó impresionado por las tumbas: unas estaban excavadas en las paredes rocosas; otras, más espectaculares, se alzaban sobre altas pilastras; muchas imitaban en mármol estructuras de madera, con vigas, soportes, molduras y puertas paneladas. En estas tumbas, los licios habían procedido a una curiosa mezcla de motivos griegos y persas. Sin duda, escultores y arquitectos griegos trabajaron en Licia para satisfacer los deseos de los poderosos. Pero, aunque su arte es puramente griego, los licios usaron motivos tradicionales de Oriente como el león y el toro, las dos figuras más representadas en su escultura. Junto al teatro romano había dos tumbas especialmente llamativas, que Fellows dibujó y describió con gran detalle en su diario de viaje.

Escultores y arquitectos griegos trabajaron en Licia para satisfacer los deseos de los poderosos.

Detalle de algunos relieves de la Tumba de las Harpías. Museo Británico, Londres.

Detalle de algunos relieves de la Tumba de las Harpías. Museo Británico, Londres.

Detalle de algunos relieves de la Tumba de las Harpías. Museo Británico, Londres.

Cordon Press

La primera, la Tumba de las Harpías (480-470 a.C.), era un pilar de casi seis metros de alto sobre el que se situaba la cámara funeraria. La cerraban losas de mármol con bajorrelieves donde destacaban unas figuras de mujeres aladas, identificadas como harpías (genios maléficos), aunque también puede tratarse de sirenas (que para los griegos eran seres alados y estaban vinculadas al mundo funerario) o de divinidades locales desconocidas. Al lado estaba la tumba del gobernante del siglo IV a.C. Payava, que imitaba un sarcófago de madera y estaba ricamente decorada con bajorrelieves.

Pero fue el otro edificio funerario, conocido como Monumento de las Nereidas, el que más le cautivó. Tenía la forma de un pequeño templo jónico dispuesto sobre un alto podio; en éste probablemente se hallaba la cámara funeraria. Un friso recorría la parte interior del edificio, igual que en el Partenón, y figuras femeninas talladas con el estilo de "paños mojados" (en el que las vestiduras se adhieren al cuerpo) se alzaban entre las columnas. Como estas figuras parecían apoyarse sobre delfines fueron consideradas nereidas (ninfas del mar) y dieron nombre al monumento. La tumba, erigida  entre 390-380 a.C., pertenecía al rey licio Erbinna y demuestra la influencia del arte griego en la región. Sin duda es precursora de otras tumbas monumentales posteriores, como el mausoleo de Halicarnaso.

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Sobre algunas tumbas había inscripciones en lengua licia. Para escribirla, los licios usaron un alfabeto propio que era en buena medida un préstamo del griego con el añadido de algunos caracteres originales. Fellows comprendió el valor de esas inscripciones y las copió con gran minuciosidad por toda la región, pero solo se progresó en su desciframiento con el hallazgo, en 1973, cerca de Janto, de una inscripción trilingüe, en griego, licio y arameo. Hoy sabemos que el licio era una lengua indoeuropea del grupo luvita –emparentado con el hitita– y que la ciudad que los griegos llamaron Xanthos (Amarillo, como el río cercano de turbias aguas) se denominaba en licio Arñna. No se han hallado inscripciones en lengua licia posteriores al siglo IV a.C., lo que indica que tras la conquista de Alejandro Magno, en 334 a.C., la ciudad se helenizó rápidamente.

Hoy sabemos que el licio era una lengua indoeuropea del grupo luvita, emparentado con el hitita.

Vista aérea de las ruinas de la ciudad licia de Janto, en Asia Menor.

Vista aérea de las ruinas de la ciudad licia de Janto, en Asia Menor.

Vista aérea de las ruinas de la ciudad licia de Janto, en Asia Menor.

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En 1839, Fellows publicó un libro sobre su viaje que tuvo gran éxito. El hallazgo de la antigua Janto, las particularidades de la cultura licia (influida por griegos y persas) y su extraña lengua despertaron gran interés entre los expertos en arte y los filólogos. Por ello, Fellows decidió volver a Asia Menor al año siguiente, en compañía del artista George Scharf, para reexaminar la geografía del lugar y las obras de arte que podía llevarse a Inglaterra. 

En 1841, el Museo Británico obtuvo un firman (un decreto imperial de las autoridades otomanas) que le permitía transportar antigüedades licias a Inglaterra. Fellows acompañó a la expedición arqueológica del invierno de 1841-1842 y encabezó una segunda expedición un año más tarde. Finalmente llegaron al Museo Británico el Monumento de las Nereidas, los bajorrelieves de la Tumba de las Harpías, la Tumba de Payava, otras dos grandes tumbas y varias esculturas de la acrópolis de Janto. Piezas que, cuando se expusieron al público en una sala especial del Museo, la Lycian Room, causaron sensación, como había pasado unos años antes con los mármoles traídos del Partenón por lord Elgin.