Jacob Fugger de Augsburgo, cima de su clase y de su país, consejero imperial bajo Maximiliano I y Carlos V, segundo en la adquisición de una extraordinaria riqueza, en liberalidad, en pureza de vida y grandeza de alma, sin comparación posible en vida». Así rezaba el epitafio del hombre que llegó a ser uno de los banqueros más importantes de su tiempo. Jacob Fugger representa como ningún otro financiero el origen de la gran banca alemana, que llegó a decidir el destino del Sacro Imperio. Su poder fue tal que llegó a escribir al mismísimo Carlos V para recordarle, no sin cierta sorna, que si el soberano se sentaba en el trono imperial era gracias a sus créditos.
El éxito empresarial de Jacob fue innegable: se estima que sus ganancias se elevaron a un impresionante 50% de beneficio anual a lo largo de más de tres décadas. Su primera inversión ascendió a unos 17.500 florines de oro, mientras que a su fallecimiento, en 1525, el capital de su compañía superaba los dos millones de florines (un buen artesano alemán de la época podía ingresar unos 30 florines al año).
Por supuesto, su fortuna económica fue acompañada de una creciente influencia política, hasta el punto de que su epitafio recoge su condición de consejero imperial. Pero, ¿cómo llegó Jacob Fugger a convertirse en uno de los hombres más ricos e influyentes de su tiempo?
Destinado a la Iglesia
Jacob nació el 6 de marzo de 1459 en la ciudad alemana de Augsburgo, entonces un pujante enclave comercial. Era hijo de Jacob I Fugger, el Viejo, fundador de un linaje de la famila Fugger que portaba una flor de lis en su escudo; esta rama de los Fugger, gracias a su innegable talento para los negocios, acabó siendo la más rica y poderosa. En poco tiempo, el apellido Fugger von der Lilie («de la Flor de Lis») se hizo muy conocido en la región gracias a su dominio del comercio textil, que constituyó el origen de la fortuna familiar.

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Escudo de armas de los Fugger en un libro dedicado a la heráldica de la familia escrito entre 1545 y 1549.
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Pero el joven Jacob no parecía llamado a desenvolverse en el mundo de los negocios. La continuidad de la empresa estaba asegurada por sus hermanos mayores Ulrich, Georg, Andreas, Hans y Peter, por lo que su futuro se orientó hacia la Iglesia. La carrera eclesiástica era uno de los destinos más apetitosos para las familias influyentes de la época, cuyos vástagos podían alcanzar altas dignidades (como las de obispo o arzobispo) y disfrutar de las rentas a ellas asociadas. Jacob y su hermano Markus, los más jóvenes de la familia, fueron enviados al monasterio franciscano de Herrieden, donde Jacob tomó las primeras órdenes en 1478.
Mientras tanto, las cosas cambiaron en casa de los Fugger. Hans y Andreas fallecieron antes que su padre, muerto en 1469. Jacob el Viejo dejó una empresa en ascenso, si bien de tamaño modesto en comparación con otras de la época. Pero había elegido bien a su esposa, Barbara Bäsinger, hija de un importante mercader de Augsburgo y buena conocedora del mundo de los negocios. Barbara tomó las riendas de la economía familiar y realizó una magnífica gestión, que permitió superar el fallecimiento de otros dos hijos, Peter y Markus. Jacob tuvo entonces que abandonar la Iglesia para incorporarse a la empresa familiar, al frente de la cual se hallaban Ulrich y Georg, que no se bastaban para atender un negocio en alza.
La plata y el cobre
Puesto que Jacob ignoraba por completo todo lo referente al comercio, marchó a Venecia para formarse. Allí adquirió los más avanzados conocimientos sobre contabilidad y funcionamiento de los mercados, al tiempo que su estancia en la ciudad le sirvió para tejer una nutrida red de contactos en el norte de Italia, que fue clave para dar una dimensión internacional a la empresa familiar.

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Moneda del emperador Maximiliano I de Habsburgo.
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En 1494, los tres hermanos Fugger formaron una nueva compañía, con diferente participación de cada uno de ellos. Su actividad comenzó a orientarse hacia los campos que prometían mayores ganancias: la extracción y comercialización de metal en Europa central, el comercio de las especias y, por supuesto, el enorme negocio que suponían los préstamos a reyes y papas. Jacob demostró muy pronto sus cualidades cuando, en 1487, a cambio de un gran préstamo al archiduque Segismundo de Habsburgo, logró la concesión de las minas de plata del Tirol.
A este negocio sumó el práctico monopolio del cobre que alcanzó en 1498, cuando vendió en Venecia, a un precio inferior al del mercado, una cantidad enorme de este metal procedente de las minas de Hungría. De este modo logró hundir a sus competidores en el negocio del cobre, metal de gran uso en la época (con él se fabricaban desde cañones hasta monedas y utensilios domésticos).

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Jacob Fugger, retrato al óleo del pintor alemán Alberto Durero, conservado en la Gemäldgalerie de Berlín.
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El dominio de los Fugger sobre la comercialización de la plata y el cobre fue la base de su actividad financiera, que les llevó a convertirse en banqueros de los Habsburgo; ello, a su vez, tuvo como consecuencia lógica el estrechamiento de los lazos con el poder político. Ulrich, el hermano mayor, supo hacerse un hueco entre los protegidos del emperador Maximiliano I.
Sin embargo, fue Jacob, el tercero de los hermanos, quien acabó por destacar como cabeza visible de la compañía. De hecho, a finales de 1502, por razones que no se conocen bien, se hizo cargo de la empresa familiar, la cual comenzó un impresionante ascenso que la llevaría a definir la política europea.

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Jacob Fugger en su oficina junto a su contable Matthäus Schwarz, ilustración de Narziss Renner conservada en el Museo Herzog-Anton-Ulrich de Braunschweig.
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En 1505, los Fugger abrieron oficinas en Lisboa, y allí comenzaron a importar pimienta de Asia para venderla en Amberes. Las inversiones se sucedían: propiedades en Alemania, joyas, créditos y plata, mucha plata, componían lo que ya era uno de los grandes patrimonios de la época. El salto definitivo de Jacob Fugger se produjo en 1512, cuando estableció la firma «Jacob Fugger y sobrinos» (entre los que destacaría Anton, hijo de su hermano Georg), con sucursales en Roma, Nápoles, Lisboa, Amberes y las plazas castellanas donde se celebraban ferias, y con negocios que ya se extendían a varios continentes. Jacob el Joven se había convertido también en Jacob el Rico.
El estallido de la Reforma
Los Fugger controlaban los pagos de pensiones a obispos y otras dignidades eclesiásticas gracias a su capacidad para adelantar fondos en cualquier lugar de Europa, que luego recuperaban con cargo a las rentas de la Iglesia. El cardenal Luis de Aragón afirmó en 1517 que la fortuna de los Fugger se debía sobre todo a esta capacidad de crédito a favor de la Santa Sede. Algunos cardenales, como el influyente Bernardino de Carvajal, cardenal de Santa Cruz, moraban asiduamente en casas de Jacob, ora prestamista, ora amable anfitrión.
La empresa llegó a gestionar en parte la venta de indulgencias, los documentos que acortaban la estancia de los creyentes en el Purgatorio, cuyo importe financiaba la construcción de la enorme basílica romana de San Pedro. Con ello, los Fugger contribuyeron a desencadenar la Reforma de Lutero. Su banca, en efecto, había prestado 30.000 florines a Alberto de Brandeburgo, que en 1513 logró hacerse nombrar arzobispo de Magdeburgo y, al año siguiente, arzobispo de Maguncia y primado de Alemania. Para devolver el crédito, el flamante arzobispo recurrió a la venta de indulgencias: una parte del producto de la venta iría a Roma, y la otra se destinaría a satisfacer el préstamo. Pero el fraile agustino Martín Lutero se negó a reconocer los efectos ultraterrenales de las indulgencias, y esa oposición marcó el comienzo de la Reforma protestante.

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Documento de concesión de un préstamo al Papa por los Fugger a cambio de una indulgencia que luego podía ser revendida a un tercero.
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Capítulo aparte merecen las relaciones entre Jacob y Carlos V, quien se percató muy pronto de que no se podía gobernar sin el apoyo financiero de la banca Fugger. Carlos, nieto de los Reyes Católicos, se proponía acceder al trono del Sacro Imperio. Para ello necesitaba granjearse el favor de los príncipes electores, cuyos votos decidían cuál de los candidatos al trono sería emperador. Y en 1519 el dinero de Jacob sirvió para comprar el voto de algunos electores.

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Para paliar las condiciones de pobreza extrema en que estaba sumida parte de la poblacio´n de Augsburgo, Jacob Fugger impulso´ un proyecto de vivienda social para campesinos y artesanos. Este complejo, el Fuggerei (en la imagen), estaba compuesto por 147 viviendas de 60m2, y para acceder a ellas era necesario haber vivido dos an~os en la ciudad, profesar la religio´n cato´lica y ser indigente sin deudas.
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Así sucedió en el caso de Joaquín de Brandeburgo, a quien Francisco I de Francia (el otro candidato al Imperio) había prometido en matrimonio a su propia hija, que aportaría una riquísima dote. Pero 300.000 florines de oro puestos sobre la mesa por Jacob Fugger hicieron variar la opinión del príncipe, cuyo voto cambió de sentido en favor de Carlos V (y se casó finalmente con una princesa de Dinamarca).
Merced al apoyo dispensado a Carlos V, Jacob accedió al mercado español. Además del lucrativo negocio de los préstamos al soberano, Jacob se hizo con el arriendo de las rentas de los maestrazgos de órdenes militares en España, cuyos territorios ascendían a miles de kilómetros cuadrados. Los ingresos por este concepto superaban los cincuenta millones de maravedíes, y servían de aval a los adelantos de dinero que realizaba Fugger para financiar las guerras del emperador.

Anton Fugger burning the debenture bonds of Charles V in 1535 by Carl Ludwig Friedrich Becker
Carl Becker recreó así el momento en que Anton Fugger, sucesor de Jacob, quemó los créditos de Carlos V, librándole de su deuda. 1866.
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El arrendamiento incluía también el control de las minas de mercurio de Almadén (Ciudad Real), que serían monopolio de los Fugger hasta mediados del siglo XVII. En verdad, Jacob se había convertido en el hombre más rico del mundo, pero este mago de las finanzas carecía de hijos a quienes legar su vasta fortuna y, cuando murió, el 30 de diciembre de 1525, legó sus bienes a sus sobrinos.