Hormuzd Rassam está considerado el primer arqueólogo de origen iraquí, puesto que nació el 3 de octubre de 1826 en la ciudad de Mosul. Rassam dedicó la mayor parte de su vida a la arqueología, aunque su labor no es tan conocida para el gran público como la de otros prestigiosos arqueólogos de su tiempo como Austen Henry Layard, famoso por sus excavaciones en Babilonia y en Nínive, y con quien el arqueólogo iraquí colaboró durante mucho tiempo. Rassam fue asimismo responsable de importantes hallazgos de época asiria y babilónica, algunos de los cuales pueden admirarse en la actualidad en el Museo Británico de Londres. Por ejemplo, en el transcurso de sus excavaciones Rassam sacó a la luz una enorme cantidad de tablillas cuneiformes procedentes de antiguas ciudades mesopotámicas como Nínive y Sippar.
Hormuzd Rassam también ha pasado a la historia por ser el descubridor de unas tablillas de arcilla que contenían la Epopeya de Gilgamesh, un relato épico acadio en verso que es el poema narrativo escrito más antiguo del mundo. En él se describe la historia de este mítico rey de Uruk y se hace referencia a un devastador diluvio mil años antes de la historia bíblica de Noé. A pesar de llevar a cabo su trabajo como arqueólogo en su país, Rassam emigró al Reino Unido, donde adquirió la nacionalidad británica. Incluso tomó parte en alguna misión para el Gobierno, como la que debía negociar la liberación de unos diplomáticos británicos que habían sido secuestrados en Etiopía.
Los inicios de Rassam en Nínive
Hormuzd Rassam era miembro de una importante familia de Mosul. Su padre era representante de la Iglesia caldea en la región y su madre descendía de un ilustre linaje de Alepo, en Siria. Gracias a su progenitor, Hormuzd conoció a Austen Henry Layard, un diplomático británico aficionado al arte, la literatura y a la arqueología del cual fue asistente participando en la excavación del yacimiento de Nimrud, una de las antiguas capitales del Imperio asirio (junto con Nínive, Asur y Babilonia). Layard quedó fascinado por el excelente desempeño del joven Rassam, así que le dio la oportunidad de viajar con él a Inglaterra y estudiar en el Magdalen College de Oxford. Al finalizar sus estudios, Rassam volvió a acompañar a Layard en una nueva expedición a Irak, y participó en los trabajos de excavación de otra importante ciudad asiria: Nínive.
Hormuzd Rassam fue asistente del diplomático Austen Henry Layard durante la excavación de Nimrud.

Tablilla 11 de la Epopeya de Gilgamesh donde se menciona el Diluvio. Museo Británico, Londres.
Foto: Cordon Press

Uno de los relieves descubiertos por Rassam en el palacio norte de Nínive que muestra a Asurbanipal cazando leones.
Foto: Cordon Press
De nuevo en Inglaterra, Layard se adentró en el mundo de la política y Rassam fue contratado por el Museo Británico para continuar con las excavaciones en Irak. En 1853, mientras excavaba en Nínive, Rassam descubrió en el palacio Norte un magnífico grupo de bajorrelieves que muestran al rey Asurbanipal cazando leones, y poco después localizó los restos de la biblioteca de este soberano en el palacio de su abuelo Senaquerib, donde encontró miles de tablillas, gran parte de la antigua Epopeya de Gilgamesh y un prisma de terracota con inscripciones que narraban las crónicas del reinado de Asurbanipal. Todo ello fue enviado al Museo Británico de Londres, donde aún se exhibe. Como premio a todos estos logros, Rassam fue condecorado con la medalla de oro de la Royal Geographical Society, con lo que el presupuesto para sus excavaciones se vio considerablemente incrementado, así que Rassam pudo extender su trabajo a Babilonia.
Un arqueólogo reconvertido en embajador
Al igual que hiciera su mentor Austen Henry Layard, en 1855 Rassam también hizo sus pinitos en política: le fue concedido un puesto en el Consulado Británico en Adén, en Yemen. Rassam ascendió rápidamente a primer residente político (representante del Gobierno con funciones diplomáticas) y desde este cargo facilitó una serie de acuerdos entre los británicos y los líderes locales, hostiles hasta aquel momento. En 1866 le encargaron una delicada misión: fue enviado a Abisinia para negociar la liberación de unos ciudadanos británicos (el cónsul, sus ayudantes y varios misioneros protestantes) que habían sido tomados como rehenes por el emperador de Etiopía Teodoro II. El objetivo de Teodoro era exigir a los británicos ayuda militar para afrontar las rebeliones generalizadas que se estaban sucediendo por todo el país. El Gobierno británico decidió enviar entonces a Rassam como embajador con un mensaje de la reina Victoria, con la esperanza de resolver la situación de forma rápida y pacífica. Así, tras más de un año de espera a causa de las continuas rebeliones en el norte de Etiopía, Rassam finalmente obtuvo el permiso del emperador Teodoro II para entrar en su reino.
Rassam inauguró su carrera diplomática para el Gobierno británico con un puesto en el Consulado Británico en Adén, en Yemen.

Ilustración de los palacios asirios en Los monumentos de Nínive realizada por sir Austen Henry Layard (1853).
Foto: PD
Pero si en un principio las negociaciones parecían ir por buen camino, la aparición del viajero, geógrafo y crítico bíblico Charles Tilstone Beke complicó bastante la situación. Unas cartas de los familiares de los rehenes a Teodoro II pidiendo su liberación hicieron cambiar de opinión al monarca hasta el punto de que el propio Rassam fue hecho también prisionero. Tras dos años de cautiverio, las tropas británicas e indias al mando de sir Robert Napier llegaron a Etiopía en 1868 para rescatar a los rehenes y devolverlos a Inglaterra. Después de aquel incidente, la reputación de Rassam quedó muy dañada ya que la prensa británica consideró que su actuación en todo este conflicto había resultado del todo ineficaz. A pesar de ello, tanto la Corona como el Gobierno defendieron la gestión del arqueólogo reconvertido en diplomático hasta el punto de que fue recompensado por la reina Victoria.
Grandes descubrimientos
Tras su accidentado paso por la política, en 1876 Rassam regresó a la arqueología y fue nombrado por el Museo Británico supervisor de las excavaciones que la institución estaba llevando a cabo en Irak. Sus trabajos en el yacimiento de Balawat, cerca de Nimrud, dieron como resultado el descubrimiento del palacio de Salmanasar III y de dos grandes puertas recorridas por bandas de bronce decoradas con bajorrelieves. En la actualidad, el Museo Británico muestra una replica de dichas puertas en una de sus salas, y las bandas de bronce están repartidas por varios museos como el Walters de Baltimore, el Arqueológico de Estambul y el de Mosul. Pero no fueron los únicos hallazgos de Rassam en esta nueva etapa. En Babilonia, en marzo de 1879, el arqueólogo descubrió el llamado Cilindro de Ciro, una pieza de arcilla con una declaración en acadio babilonio, escrita en cuneiforme, del rey persa Ciro el Grande en la que el soberano legitima su conquista de Babilonia y anuncia algunas medidas para ganarse el favor de sus nuevos súbditos.
En Babilonia, el arqueólogo descubrió el llamado Cilindro de Ciro, una pieza de arcilla con una declaración en acadio babilonio, escrita en cuneiforme, del rey persa Ciro el Grande.

Cilindro de arcilla con escritura cuneiforme atribuido al rey persa Ciro el Grande.
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Pero no cabe duda de que la contribución más importante de Rassam a los estudios mesopotámicos fue el descubrimiento en Sippar, en 1880, de una tablilla del rey babilonio Nabu-apal-iddina que identificaba el lugar como el santuario del dios Sol Shamash. Durante los dieciocho meses siguientes, Rassam excavó 170 estancias alrededor del templo y encontró entre 40.000 y 50.000 sellos cilíndricos y tablillas con inscripciones, entre ellas una que relataba cómo Nabónido (monarca de la dinastía caldea de Babilonia, que reinó entre 555 y 539 a.C.) había excavado el templo hasta su piedra angular original, colocada 4.200 años antes por Naram-Sin, hijo del fundador del Imperio acadio, Sargón I.
Honorabilidad puesta en duda
Los descubrimientos de Hormuzd Rassam en Irak contribuyeron, en gran medida, a atraer la atención mundial hacia aquella zona del planeta. Rassam recibió numerosos reconocimientos académicos por su labor. Por ejemplo, la Real Academia de Ciencias de Italia, con sede en Turín, le otorgó el prestigioso premio Brazza; asimismo fue elegido miembro de la Royal Geographical Society, la Sociedad de Arqueología Bíblica y el Instituto Victoria. Pero no todos sus colegas compartían aquel entusiasmo. De hecho, los hallazgos de Rassam fueron puestos en entredicho por parte de algunos orientalistas como sir Henry Rawlinson, considerado el "padre de la asiriología", una figura clave en el desciframiento de la escritura cuneiforme. Rawlinson alegó que debería haber sido él quien recibiera el reconocimiento del mundo académico por el descubrimiento del palacio de Asurbanipal en Nínive ya que en ese momento, en 1853, él se encontraba a cargo de las excavaciones británicas y Rassam era un simple "excavador".
Hormuz Rassam fue elegido miembro de la Royal Geographical Society, la Sociedad de Arqueología Bíblica y el Instituto Victoria.

Detalle decorativo de una de las bandas de bronce que ornaban las puertas de Balawat.
Foto: Cordon Press
Pero aquel no fue el único incidente relacionado con Rassam y su trabajo. El famoso orientalista Wallis Budge, conservador del Museo Británico, también desafió a un ya anciano Rassam alegando que había utilizado a "sus parientes" iraquíes para sustraer antigüedades de contrabando de Nínive y que solo había enviado "basura" al Museo Británico. Finalmente, cuando Rassam se enfrentó a Budge en un juicio, solo recibió una disculpa parcial. En la actualidad, su actuación sigue siendo polémica para algunos arqueólogos que consideran que Rassam realizó un "extenso saqueo" desde el año 1880, con lo que la controversia sigue abierta. Con todo, tras su muerte la Royal Geographical Society escribió: "La muerte del señor Hormuzd Rassam priva a la Royal Geographical Society de uno de sus miembros más antiguos y distinguidos".