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El primer contacto
Puesto que el apoyo de España podía ser interesante para Alemania, un mes antes de la reunión en territorio español Franco envió a Berlín al por entonces ministro de Gobernación, Ramón Serrano Suñer, con la objetivo de conocer las condiciones de Alemania para el acuerdo y a su vez presentar las españolas. Sin embargo, aquel primer contacto sirvió para confirmar que Hitler no veía este apoyo con tan buenos ojos, pues la situación tanto económica como militar del país no era óptima tan poco tiempo después de la Guerra Civil española (1936-1939). A su llegada a Berlín, adónde Suñer (en el centro de la imagen) fue acompañado por el general Sagardía (segundo por la derecha), fueron recibidos entre otros por Heinrich Himmler (en el extremo derecho de la foto). La realidad es que España pedía mucho -suministros, armamento y cesiones territoriales estratégicas, como por ejemplo el Marruecos francés- y Hitler pensaba que lo que recibiría a cambio no le compensaría lo suficiente.
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Antes de nada, el protocolo
De todos modos, el encuentro entre Hitler y Francó se celebró tal y como estaba previsto. El 23 de octubre de 1940, ambos dictadores llegaron en tren a la estación de Hendaya, pero Franco lo hizo con un poco de retraso. A su llegada, tras los saludos iniciales, se procedió a pasar revisión de las tropas, un momento inmortalizado en esta imagen. Los dos líderes recorrieron el andén realizando el saludo fascista para desplazarse hasta el vagón en el que viajaba Hitler, donde tuvo lugar la reunión.
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Cordialidad y cortesía, pero poco más
En las imágenes que ilustran la reunión en Hendaya se puede ver en la mayoría de las ocasiones muchas muestras de cortesía: saludos efusivos, sonrisas... Pero lo cierto es que se planteaba una reunión más tensa de lo que estos signos preveían. Por un lado, el gobierno español había presionado a Franco para que se aliara con el que creían que sería el claro vencedor de la Segunda Guerra Mundial, y por el otro, Hitler llegó a España con la intención de tender lazos pero sin comprometerse realmente, pues también aconsejado por sus ministros sabía que España tampoco sería un gran aliado.
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Un esperado pero estéril encuentro
A la reunión tan solo asistieron los dos líderes acompañados de sus respectivos primeros ministros, Von Ribbentropp y Serrano Suñer, nombrado recientemente y dos intérpretes. Una de las intenciones de Hitler era que Franco le ayudara a vencer a Inglaterra en Gibraltar, pero también en el norte de África, para lo que había pensado en dotar al ejército español del avanzado armamento que él disponía. Contar como España como aliado también le permitiría tener todo el sur de Europa bajo su control, para disponer de sus recursos y de su situación geográfica clave en el desarrollo del conflicto. Sin embargo, Franco puso un precio que el Führer consideró demasiado alto y no estaba dispuesto a pagar. Las conversaciones fueron tensas, pues Franco se negó a poner a disposición de los alemanes ninguna de las bases militares en territorio español, y tras dos horas de discusión nadie dio su brazo a torcer.
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Aliados indirectos
A pesar de que no se cerró ningún acuerdo y en términos generales no fue un encuentro provechoso, sí tuvo consecuencias en muchos sentidos. Si bien quedó clara la imposibilidad de certificar una alianza oficial y la negativa de España a entrar directamente en el conflicto bélico, quedó claro que Franco apoyaba los intereses de Hitler. Y así se publicitó a nivel nacional, por lo que creció en todo el país un sentimiento general de apoyo al nazismo algo que influyó decisivamente en el número de soldados que se alistaron voluntariamente a la División Azul para participar en un conflicto con el que ahora sí se sentían comprometidos. Además, también quedaron más legitimadas las delaciones de personas y antiguos cargos vinculados a la república que, una vez denunciados y gracias a las buenas relaciones con el régimen nazi, acababan más fácilmente en los campos de concentración alemanes.