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Esta es la exposición del resultado de las investigaciones de Heródoto de Halicarnaso para evitar que, con el paso del tiempo, los hechos de los hombres queden olvidados y que las hazañas grandes y admirables tanto de los griegos como de los bárbaros –y en especial las causas por las que se enfrentaron los unos a los otros– queden puestas de manifiesto.
Dichas palabras no sólo abrían el primer volumen de las Historias del griego Heródoto, sino que además inauguraban en el siglo V.a.C el primer escrito historiográfico occidental. Dividido en nueve tomos –dedicados a las nueve musas– se recogían principalmente los enfrentamientos entre los pueblos griegos y los persas (bárbaros), entre los que destacaban la subida al trono de Darío (libros III y IV), la revuelta jonia (libro V), el célebre episodio de Maratón (libro VI) y la muerte de Darío (libro VII).
Pero el historiador jonio no se dedicó solamente a narrar los simples hechos; sus intereses abrazaban distintas áreas como la filosofía, la geografía, la biología o la antropología, tanto del mundo griego como de los pueblos dominados por los persas.
Para entender tal avance cabe preguntarse antes quien fue Heródoto: en realidad hay pocos datos definitivos. Nacido en Halicarnaso hacia el año 485 a.C, donde su padre Lixos lo educó según la tradición jonia de clase aristócrata. El joven pudo admirar en su ciudad la mezcla y la riqueza la población, que en ésa época vivía un período de efervescencia cultural. En 499 a.C, con motivo de una conspiración frustrada en la que participó su tío –el poeta Painasis– Heródoto fue desterrado. Comenzó desde entonces una larga etapa de viajes en los que conoció la isla de Samos, gran parte del territorio imperial persa, Susa, Babilonia, Egipto o Atenas, ciudad en la que trabó amistad con figuras tan importantes como Sófocles. Más tarde habría conocido la Magna Grecia y el sur de Italia, donde se le atribuye la fundación de una colonia, Turios, en la que probablementerecibiría la ciudadanía y se dedicaría a terminar su obra; allí pasaría sus últimos días de madurez.
En la cosmovisión de Heródoto emergen claros referentes homéricos; la fascinación por las figuras de los grandes hombres –fuesen del bando derrotado o vencedor– se repite a lo largo de su obra. Tampoco se olvidó de reflejar el sentimiento (pathos) y las relaciones establecidas entre los hombres y la divinidad; en el estilo descriptivo de sus textos tampoco faltaron narraciones novelescas de amor, traiciones o ambiciones como las de Creso, Cambises o Ciges.
La fortuna de sus escritos fue extraordinaria. Su eco se encuentra en las obras de los griegos Tucídides, Jenofonte, Polibio, el romano Tácito, bizantinos como Procopio o Pselo o medievales como Geoffrey de Monmouth o Gregorio de Tours.