Hallan en Perú una tumba chimú con instrumentos musicales

Ha sido datada en el siglo XV o XVI y contiene los restos de cuatro individuos de la nobleza chimú-inca que debieron ser tejedores y músicos

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© MATTHEW HELMER / NG GRANTEE

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Samanco

Dos sacrificios humanos acompañaron a los nobles difuntos en su viaje hacia la eternidad.

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Vaso silbador de cerámica que imita el canto de un pájaro al introducir agua y soplar.

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El arqueólogo Jeisen Navarro sostiene un vaso silbador de cerámica hallado en la tumba principal y que representa a la diosa chimú de la luna, los tejedores y el mar.

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Ídolos musicales tallados en madera de algarrobo y depositados en la tumba principal. Ambas deidades sostienen una flauta y están tintadas con cinabrio y cobre. 

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Cuchillos de cobre de media luna con una pátina coloreada que habían sido colocados en la cámara de los sacrificios, envueltos en tela y situados en la parte delantera de la silla de manos, que estaba recubierta de plumas. 

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Esta tela de estilo chimú, ricamente decorada con aves marinas, envolvía los restos de uno de los difuntos. 

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Joyería variada que incluye una concha rara de spondylus, piedras preciosas como el lapislázuli, la turquesa y el cobre, que engalanaban los cuerpos de los nobles difuntos. 

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Las más de 50 vasijas estaban colmadas de cerveza de chicha y carne de llama.

A finales del pasado mes de agosto, los arqueólogos Matthew Helmer y Jeisen Navarro hallaron una tumba del período tardío de la cultura chimú, del siglo XV o XVI, justo antes de la colonización española, en el sitio arqueológico de Samanco, en el desierto costero al norte de Perú, según se ha podido conocer recientemente a través de un artículo de National Geographic. La tumba consta de tres amplias cámaras de adobe recubiertas con pintura blanca y ubicadas a tres metros de profundidad. La habitación central, que había sido parcialmente saqueada en época colonial, contenía los restos de cuatro individuos de sexo indefinido que, a juzgar por su ajuar funerario, debieron ser tejedores y músicos pertenecientes a la nobleza del período chimú-inca. Las cámaras laterales, que estaban intactas, contenían magníficas ofrendas: dos llamas sacrificadas atadas a sendos postes a la entrada de una de las cámaras, junto a más de 50 vasijas colmadas de bebida y comida; y la otra cámara contenía dos sacrificos, probablemente mujeres jóvenes, frente a una gran litera o silla de manos que debió ser utilizada para transportar a los nobles, además de excelente textil rojo y amarillo, plumas de aves exóticas y dos cuchillos ceremoniales de cobre.

La cámara principal contenía más de 20 flautas de caña y numerosos instrumentos para tejer, incluido hilo en ruecas y otros objetos que nos han permitido interpretar la antigua ocupación de los difuntos. También hemos hallado vasos silbadores de cerámica [a través del siguiente enlace se puede escuchar el sonido que emitían] y dos grandes ídolos tocando flautas, restos de textil que probablemente formaban parte del envoltorio de las momias, más de 50 botellas con gollete estribo habitualmente utilizadas para bebidas ceremoniales, partes de un gran cetro de madera y variada joyería antigua hecha con una concha rara de spondylus, piedras preciosas como el lapislázuli, la turquesa y el cobre, además de los huesos de los esqueletos, explica Matthew Helmer a Historia National Geographic. Helmer y Navarro dirigen las excavaciones de un proyecto de investigación de la Universidad de Anglia del Este, financiado por National Geographic y la Fundación Waitt.

Los contenidos de las cámaras laterales están siendo analizados microscópicamente y las pruebas preliminares indican la existencia de maíz, probablemente cerveza de chicha, y carne de llama. Eran productos alimenticios muy apreciados por los antiguos grupos andinos y servían de acompañamiento en ocasiones especiales, comenta Helmer.

Entre los años 800 y 200 a.C. se originó en Samanco el primer asentamiento importante, cuyo comercio se basaba principalmente en los recursos marinos. Parece ser que esta ciudad fue abandonada y el lugar fue reutilizado como cementerio por grupos posteriores que querían rendir culto a sus ancestros. Los últimos integrantes de la cultura chimú [que se desarrolló entre los siglos X y XV d.C.] ya habrían olvidado a los ocupantes originarios del cementerio, pero la mística de las ruinas y la práctica generalizada en los Andes de rendir culto a los ancestros debieron sentar las bases para la colocación de la tumba, sostiene Helmer. En los objetos funerarios se aprecia una mezcla de influencias de las culturas chimú e inca, pues datan de la época en que estos últimos conquistaron el territorio. Los habitantes de la zona continuaron venerando la religión chimú y las demás religiones antiguas costeras incluso después de la conquista de los incas, concluye.