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En 1974, la canción Lucy in the Sky with Diamonds, de The Beatles, sonó repetidas veces entre el equipo de investigadores dirgido por el paleoantropólogo Donald Johanson, que descubrió los restos esqueléticos de un homínido de 3,2 millones de años de antigüedad en el sitio arqueológico de Hadar, en Etiopía. El nombre Lucy
fue utilizado para designar a este homínido de la especie Australopithecus afarensis, una hembra de un metro aproximado de altura y de unos 30 kilos de peso que caminaba erguida y que tenía el aspecto de un chimpancé. Pero lo que es más importante: fue el primer esqueleto hallado de esta especie, una de las que originó el género Homo en África, al cual pertenecemos.
En 2013 fue hallado un nuevo fósil en el sitio arqueológico de Ledi-Geraru, cerca del sitio de Hadar, en Etiopía. Se trata de un fragmento fosilizado de una mandíbula inferior con cinco dientes, cuyo hallazgo fue publicado en Science a comienzos de marzo y que ha sido propagado por todo el mundo. Esta mandíbula es el fósil más antiguo que puede ser atribuido a nuestro género. La evolución del Australopithecus al Homo supone, en términos generales, una importante transición adaptativa, de una existencia más propia del simio a una que depende más de unos cerebros grandes, de las herramientas y de la carne
, explica Brian Villmoare, uno de los principales autores del estudio, a Historia National Geographic.
Una buena parte de la anatomía de la mandíbula, de unos 2,8 millones de antigüedad, está estrechamente relacionada con la fase más antigua del Homo, por ejemplo los dientes y la forma del hueso (el Corpus mandibulae y el Ramus mandibulae). Sin embargo, la parte frontal, en la sínfisis o línea de unión de las dos hemimandíbulas, es similar a la del Australopithecus afarensis. Esto sitúa la evolución de nuestro género cercana a los 3 millones de años, la fecha en que encontramos los últimos indicios de la especie de Lucy, A. afarensis. El descubrimiento sitúa el origen del Homo en el este de África y extiende sus registros 400.000 años atrás, pues los últimos fósiles atribuibles a nuestro género tenían una antigüedad máxima de 2,3 ó 2,4 millones de años
, sostiene Villmoare.
Por último, el equipo paleontológico de Villmoare también cree haber descubierto una de las causas de la aparición del Homo: Hemos identificado un cambio aparente en el clima que llevó a la aparición de animales propios del campo abierto, al menos en el norte de Etiopía. La aparición de nuestro género podría estar vinculada a este cambio climático, pues el Australopithecus afarensis, como especie parcialmente arbórea, es improbable que subsistiera en un ambiente más seco, abierto y relativamente desarbolado
.