En el año 367 a.C., el Gran Rey persa recibió en su corte de Susa a los embajadores de diversas ciudades griegas que buscaban establecer una alianza con él. Atenienses y espartanos enviaron a personalidades destacadas, pero el centro de las miradas era el embajador de Tebas. Sátrapas y cortesanos del rey comentaban: «Aquí está el hombre que ha arrebatado a los lacedemonios [espartanos] el dominio de la tierra y del mar, que ha encerrado en estrechos términos a esa Esparta que hace poco hacía la guerra al Rey y le disputaba Susa y Ecbatana». El rey, Artajerjes II, buscaba la conversación del embajador y le mostraba gran estima, cubriéndolo de los más magníficos presentes y concediéndole todo lo que pedía, para envidia de los atenienses.
El solicitado embajador tebano se llamaba Pelópidas y su fama procedía de su intervención en las guerras que en los años anteriores habían enfrentado a Tebas con el Estado más poderoso de Grecia, Esparta. Tebas se encontraba en Beocia, una región campesina y poco desarrollada, hasta el punto de que corrían proverbios satíricos sobre sus rústicos habitantes. Pero gracias a sus dos grandes líderes, Pelópidas y Epaminondas, los beocios no sólo se sacudieron el dominio espartano, sino que lograron incluso invadir Lacedemonia, que se creía inexpugnable, y se convirtieron durante unas décadas en la potencia hegemónica de Grecia.
Dos amigos liberan Tebas
Pelópidas pertenecía a una rica familia tebana, pero en su juventud gastó todos sus bienes en asistir a compatriotas más desfavorecidos, otorgándoles toda clase de donativos. Sólo Epaminondas, de familia pobre, pero orgulloso y austero, se negaba a aceptar sus favores, lo que no impidió que entre ambos surgiera una amistad que se haría legendaria. Pelópidas asumió la simplicidad del vestido de su amigo, su mesa frugal y, aún más, su rectitud de carácter. Aun así, sus personalidades eran muy distintas.
Según explica Plutarco, mientras Epaminondas se mostraba en todo momento como un hombre reflexivo y prudente, aunque no por ello menos determinado, Pelópidas era impulsivo hasta la temeridad. Si el primero dedicaba su tiempo a la filosofía, el segundo prefería pasar el día haciendo ejercicios en la palestra. Ambos, sin embargo, estaban inflamados por el patriotismo, el «amor divino de la patria», y la voluntad de convertirse en héroes nacionales: «Los dos querían ver a su patria grande y hermosa gracias a ellos y durante su vida», escribía Plutarco.

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En el año 369 a.C. Epaminondas fundó en el Peloponeso una nueva ciudad, Mesenia, que se convirtió en capital de un dominio separado de Esparta. En la imagen, el
estadio de la ciudad.
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Tales aspiraciones chocaban con la situación que reinaba en Grecia desde hacía algunos años. Al término de la guerra del Peloponeso (431-404 a.C.), en la que Esparta había vencido a Atenas y se había convertido en la dominadora de la Hélade, la ciudad lacedemonia creó una extensa red de ciudades aliadas, en las que promovía los regímenes oligárquicos. Tebas había luchado junto a Esparta durante la guerra del Peloponeso y luego mantuvo esa alianza, aunque conservó su propio régimen.
De hecho, la primera acción bélica importante de Epaminondas y Pelópidas fue una expedición de auxilio a los lacedemonios, en Mantinea (384 a.C.). Esparta, sin embargo, agradecía poco la ayuda de sus aliados. En 382 a.C., un ejército lacedemonio que atravesaba Beocia para una campaña entró en Tebas y, apoyado por la facción oligárquica de los tebanos, puso una guarnición en su acrópolis. Varios dirigentes democráticos fueron ejecutados, mientras que otros lograron escapar, entre ellos Pelópidas. Epaminondas, en cambio, pudo quedarse en la ciudad; todos pensaban que no era más que un pobre filósofo.

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Una tradición mítica de Tebas se refiere a su rey Edipo, que tras conocer que había matado a su padre y había desposado a su madre, se cegó a sí mismo y marchó al exilio. Óleo por E. Hillemacher. Siglo XIX. Museo de Bellas Artes, Orleans.
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Para los demócratas del interior y los exiliados, Tebas había perdido su libertad, su constitución nacional. Refugiado en Atenas, el fogoso Pelópidas clamó venganza. Según Plutarco, animaba a sus compañeros de infortunio diciéndoles que «no era una acción bella ni generosa mirar hacia otro lado cuando la patria estaba sometida y vigilada por una guarnición» y que «debían arriesgarse por defender lo más importante, avanzando desde Atenas hasta liberar a Tebas».
Se tramó así una conjura para expulsar de Beocia a los espartanos. Pelópidas comunicó el plan a Epaminondas, quien disimuló ante los ocupantes su misión a la vez que inflamaba el corazón de los jóvenes tebanos. Los hacía luchar contra los espartanos en el gimnasio y cuando los veía ufanarse de sus victorias, les comentaba con sorna cuán vergonzoso era que estuvieran sujetos a quienes podían derrotar en la palestra.

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Epaminondas y Pelópidas combatieron las pretensiones expansionistas de Esparta y convirtieron a Tebas en la potencia hegemónica de Grecia. Arriba, ánfora ática que muestra un combate entre hoplitas. Siglo V a.C. Galería Nacional de Victoria, Melbourne.
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Pelópidas y los exiliados idearon una atrevida estratagema para liberar Tebas. Partieron de Atenas disfrazados de labradores y así entraron en Tebas, donde se ocultaron en casa de un conjurado. Una noche, sabiendo que la guarnición espartana iba a ser agasajada con un banquete, se pusieron ropas de mujer sobre sus corazas y cubrieron sus rostros con frondosas coronas de banquete. De esta guisa se presentaron frente a la puerta de la casa donde se celebraba el ágape, haciéndose pasar por las heteras que los espartanos aguardaban.
Pelópidas entró con los suyos y fue recorriendo cuidadosamente con la vista toda la sala, mirando atentamente a cada uno de los invitados, relajados y bebidos. A la señal convenida echaron mano a las espadas, arrojándose por entre las mesas contra los espartanos, que fueron presa fácil. Con la presta asistencia de Epaminondas y sus jóvenes, los exiliados doblegaron a la guarnición espartana y realizaron su sueño de juventud: liberar la patria.
Guerra sin cuartel contra Esparta
Como escribe Plutarco, con su entrada en secreto en Tebas y la revolución que siguió, Pelópidas «desató y cortó los lazos de la dominación lacedemonia, que parecían indisolubles y capaces de resistir todos los esfuerzos» y dio inicio «a la guerra que destruyó la grandeza de Esparta y que puso fin a su imperio sobre la tierra». En efecto, los espartanos enviaron en los siguientes años diversos contingentes desde Esparta para reconquistar Tebas, pero lo único que consiguieron fue que los tebanos adquirieran experiencia en las armas y reafirmaran su determinación.

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Arcadia era una región poblada por pastores que resistió los ataques de Esparta. Óleo por Nicolás Poussin. Siglo XVII. Museo del Louvre, París.
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Además, Pelópidas y los suyos pasaron pronto a la ofensiva. En una ocasión organizaron una expedición contra Orcómeno, ciudad beocia que se había pasado a los espartanos. Imposibilitado de atacar la ciudad, Pelópidas hubo de replegarse y, en la retirada, cuando pasaba por Tegira, aparecieron dos compañías de espartanos. A un soldado que vino a decirle: «Hemos topado con el enemigo», le respondió: «No más que ellos con nosotros».
El tebano puso la caballería en vanguardia y reunió en formación cerrada a sus trescientos hoplitas. Los espartanos cargaron confiados en su superioridad numérica, pero sus dos polemarcos y los que los rodeaban cayeron en el primer choque. El resto del ejército, presa del terror, se abrió para dar paso a los tebanos y permitirles seguir su marcha, pero Pelópidas se abalanzó sobre la formación enemiga y la atravesó llevando a cabo una gran matanza. La derrota espartana fue completa.

Thebes, Stater, c 364 362 BC, HGC 1333
Quince ciudades de la región de Beocia, lideradas por Tebas, formaron durante dos siglos la Liga Beocia, que derrotó a Esparta en Leuctra en el año 371 a.C. Las ciudades de la Liga emitieron moneda, como esta estátera de plata acuñada en Tebas.
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Fue esta la primera demostración de que Tebas podía disputar a Esparta la supremacía militar en Grecia. También fue esta batalla la que marcó el nacimiento de la unidad que haría famoso al ejército tebano, el Batallón Sagrado, el cuerpo de trescientos guerreros de élite que combatían en parejas, inspirándose mutuamente valor. Anteriormente estos guerreros combatían mezclados entre la infantería en vanguardia, pero Pelópidas se dio cuenta en Tegira de que eran más eficaces si luchaban todos juntos y los convirtió en un cuerpo aparte que se encargaría de las operaciones más peligrosas.
Una muerte heroica
El choque definitivo entre tebanos y espartanos se produjo en el año 371 a.C. en la llanura de Leuctra, cerca de Tebas. De nuevo Epaminondas y Pelópidas se coordinaron para rechazar la carga de la infantería espartana. Los lacedemonios fueron vencidos de forma aplastante: más de cuatro mil soldados cayeron por su parte frente a sólo trescientos en el bando beocio.
Dos años después fueron los tebanos quienes invadieron el territorio de Esparta, con el apoyo de aqueos y arcadios. Descendiendo por el valle del río Eurotas, desencadenaron un formidable asalto contra la ciudad de Esparta, pero ésta resistió. Eso no les impidió devastar toda Lacedemonia y amasar un incalculable botín. Epaminondas fundó Megalópolis, «la gran ciudad» de Arcadia, y decidió repoblar Mesenia, durante siglos abandonada por los espartanos.

Temple of Apollo in Corinth,
En 338 a.C., poco después de la decisiva batalla de Queronea, Filipo I conquistó la estratégica ciudad de Corinto y la hizo el centro de la Liga Corintia, una confederación de Estados griegos controlada por Macedonia.
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Pelópidas, por su parte, se ocupó de imponer la ley de Tebas en Beocia y en las regiones limítrofes. Los tesalios lo llamaron para hacer frente a Alejandro, un despiadado tirano instalado en la ciudad de Feras. La lucha fue larga y sangrienta, y en su curso el líder tebano llegó a caer prisionero de su enemigo. La batalla final tuvo lugar en el año 364 a.C. Llamado de nuevo por los tesalios, Pelópidas estaba a punto de partir de Tebas cuando se produjo un eclipse de sol.
Los augures declararon que con su partida el «sol» de la ciudad se eclipsaba, pero el ardoroso general ignoró los presagios. Llegado a Tesalia, acampó frente a su enemigo, del que lo separaban unas colinas llamadas Cinoscéfalas. Cuando un enviado le advirtió de que las fuerzas de Alejandro eran muy numerosas, replicó: «¡Mejor! Así venceremos a más».

Stater, Philippeios type, 323 317, Kolophon mint, Macedonia
Filipo I puso las bases de la dominación macedonia en toda Grecia al vencer a una coalición de atenienses y beocios en la batalla de Queronea (338 a.C.). Debajo, moneda con el nombre de Filipo. Museo Británico, Londres.
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Pelópidas lanzó primero a su caballería, pero al ver el vigor de los de Feras «él mismo, con su escudo, corrió a mezclarse con los que luchaban en torno a las colinas. Y empujando por entre los de atrás hacia las primeras filas, infundió tanta fuerza y ardor en todos que hasta a los enemigos les pareció que les atacaban transformados en otros en cuerpo y alma». Al ver a Alejandro en una de las alas se abalanzó contra él, pero los soldados que protegían al tirano lo hirieron gravemente con sus lanzas, atravesando su armadura.

Lion hunt mosaic from Pella
Alejandro Magno caza un león en este mosaico de Pella. El joven rey acabaría con las luchas entre ciudades, haciéndose con el poder en toda Grecia.
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Alejandro, derrotado, fue obligado a restaurar a los tesalios las ciudades que había subyugado, quedándose sólo como gobernante de Feras. Pero los tebanos pagaron un alto precio por su triunfo, puesto que Pelópidas sucumbió a sus heridas. Todos lloraron la pérdida de aquel al que llamaban, como recoge Plutarco, «padre y salvador y maestro de los bienes más importantes y más hermosos», y le dedicaron los funerales más espléndidos de los que se guardaba memoria en la capital de Beocia.