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Pocos cuadros expresan tanto como el Guernica de Picasso. Considerada por muchos como la pintura más notable, ya no solo de Picasso, sino de todo el siglo XX, transporta a quién lo ve a ese fatídico 26 de abril de 1937. Ese día la Legión Cóndor alemana y la Aviación Legionaria italiana que luchaban del lado del bando Sublevado contra el gobierno de la Segunda República Española, masacraron sin piedad a las miles de personas que se encontraban ese día en la población vasca de Guernica. Un banco de pruebas perfecto para la aviación de Hitler y sus funestos planes futuros que se materializarían múltiples veces, años más tarde, durante la Segunda Guerra Mundial.
El bombardeo redujo la villa a cenizas. Durante más de tres horas y distribuidos en varias fases, los bombarderos y aviones de ataque ametrallaron y lanzaron bombas de distinto tipo hasta destruir completamente más del 85% de los edificios de Guernica. En total, según expresaría más tarde Wolfram von Richthofen, al mando de la operación, "las bombas provocaron un grado de destrucción de la villa próximo al 75%, con un volumen de lanzamiento de 31.000 kilos de bombas desde una cota comprendida entre 600 y 800 metros". Sin embargo, estudios posteriores han tasado dicha cantidad de bombas entre los 41.000 y los 47.000 kilos. En cualquier caso, una cantidad de armamento enorme para una villa cuyo centro apenas tenía un kilómetro cuadrado.
Controversia sobre Guernica
El número de muertos ha sido siempre un tema controvertido, pero si hacemos caso al informe del Gobierno Vasco titulado Relación de víctimas causadas por la aviación facciosa en sus incursiones del mes de abril de 1937, 50 testimonios directos registrados en varios documentos originales de 1937, el comunicado de Jesus M. Leiazola en Radio Euskadi del 4 de mayo de 1937 y otros testimonios posteriores, los historiadores coinciden en que ese día murieron más de 1.600 personas.
Un horror que no pasaría desapercibido para el pintor malagueño y que le sirvió de oscura inspiración.
Como declararía Picasso posteriormente, "los artistas que viven y trabajan con valores espirituales no pueden ni deben permanecer indiferentes ante un conflico en el que los valores más elevados de la Humanidad y la civilización están en peligro". Y claro, antes esta masacre, decidió no quedarse al margen y pintar un cuadro que expresase lo que sentía cuando llegaron a sus oídos las trágicas noticias, mientras vivía en París.
Una vez concluido, el cuadro pasó a decorar el pabellón español durante la Exposición Internacional de 1937 en París. Un escaparate perfecto para mostrar al mundo las atrocidades y penurias que generan las guerras.