Medicina en el Antiguo Egipto

El Guardián del Ano del Faraón, un médico que hacía el trabajo sucio

Los faraones egipcios tenían médicos especializados en diversas partes del cuerpo, cada uno con su título. El más curioso era seguramente el de Guardián del Ano del Faraón, un especialista en salud rectal e intestinal.

Curar con cañas o plumas

Curar con cañas o plumas

Hace 4.000 años, los egipcios ya contaban con médicos especializados a su servicio, desde dentistas hasta oculistas, que combinaban sus conocimientos físiológicos con las invocaciones mágicas

No resulta extraño que en el antiguo Egipto, donde la medicina era considerada una profesión sagrada, existieran un gran número de especialidades. El faraón, cuya salud era un asunto vital para la supervivencia del reino, premiaba a sus médicos con el título altisonante de Guardián Real de la parte del cuerpo correspondiente. Y entre estos, el cargo más curioso es seguramente el de Guardián Real del Ano del Faraón -neru pehut en egipcio antiguo-, su especialista en salud rectal e intestinal.

Las complicaciones provocadas por la comida y la bebida eran bastante frecuentes: problemas digestivos, gases, hemorroides… El Guardián del Ano era el responsable de ocuparse de ellas, aunque sin los conocimientos actuales de microbiología los procedimientos estaban limitados a efectuar una limpieza de los intestinos e introducir sustancias purgantes. Existen diversas fuentes que hablan de estos tratamientos, la más antigua de las cuales es el Papiro Ebers, datado en el octavo año de reinado de Amenhotep I (alrededor del 1517 a.C.) y que es considerado la fuente primaria más completa sobre la medicina del Antiguo Egipto.

Un documento algo posterior, llamado papiro de Chester Beatty y datado aproximadamente en el año 1200 a.C., describe en detalle las funciones del Guardián del Ano. Sus trabajos más habituales eran las limpiezas de la zona rectal, introduciendo agua que se soplaba a través de una caña de oro, y el tratamiento de hemorroides. Otra tarea, menos agradable aún, era la de introducir líquidos purgantes para estimular los intestinos del faraón y facilitar la evacuación cuando este sufría una indigestión, empacho o padecía de estreñimiento.

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Foto: Einsamer Schütze

Mil años después Heródoto, al escribir sobre las prácticas médicas de los egipcios, menciona que eran habituales los enemas -consistentes en bombear líquidos en el recto-, que se realizaban no solo en caso de enfermedad, sino también de modo preventivo para limpiarse y evitar infecciones, que podían complicarse fácilmente a causa de las malas condiciones higiénicas.

Quienes no eran tan privilegiados como para disponer de un médico dedicado a ello usaban cañas del río y bombeaban el agua con la ayuda de vejigas de animales o bolsas de cuero. Los textos explican que la práctica fue inspirada originariamente por el ibis, un pájaro sagrado para los egipcios, que se limpiaba introduciéndose agua del río con su largo pico. Y por si a alguien no le bastaba fiarse de la sabiduría de los animales, añaden que el propio Osiris, uno de los dioses más importantes del país del Nilo, fue el encargado de recomendar esta práctica a los sacerdotes.

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