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Ya desde tiempos micénicos los reyes espartanos habían contado con un cuerpo de guardaespaldas formado por los nobles que les debían lealtad, los cuales combatían en la guerra y protegían su persona en todo momento.
De este primer reino arcaico Esparta evolucionaría poco a poco a un sistema mucho más complejo, que combinaba democracia y oligarquía, hasta que con las reformas de Licurgo del siglo IX a.C. quedó convertida en una sociedad igualitaria, donde todos los espartanos eran iguales (homoioi).
Selección y entrenamiento
Con todo el cargo de rey no desapareció del todo, sino que se implantó una monarquía dual cuyos poderes se limitaban exclusivamente a dirigir al ejército en la guerra. Por supuesto estos soberanos seguían necesitando un cuerpo de guardaespaldas, pero en vez de ser seleccionados de entre la aristocracia, estos saldrían ahora del conjunto de ciudadanos.
Al contrario que otros cuerpos de élite similares, la guardia real renovaba a sus miembros anualmente. Así los éforos escogían a los 300 mejores luchadores entre todos los jóvenes de 20 años que se unían al ejército tras haber terminado su educación militar (la agogé). Todo los futuros guardias debían demostrar que tenían una superior condición física y mayor habilidad con las armas que las de sus compañeros. Cuando terminaba su año de servicio los guardias se reintegraban al ejército convencional, se casaban y formaban una familia.

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Falange de hoplitas en una kylix ática del pintor Exequias, 590-580 a.C. Museo de Antigüedades, Múnich
Aunque pueda parecer que la guardia era una unidad formada por soldados novatos sin experiencia, cabe recordar que los espartanos se entrenaban desde los siete años para la guerra, con lo que cada uno de sus reclutas era un soldado profesional completamente formado. De hecho, cualquier joven que no hubiera sido seleccionado podía desafiar a uno de sus miembros a una pelea, quitándole el puesto si ganaba. Esta constante tensión obligaba a los guardias a mantenerse en plena forma si no querían ser expulsados del cuerpo a puñetazos.
Poco sabemos sobre su entrenamiento, pero seguramente este sería idéntico al del ejército, con ejercicios en el gimnasio, combates simulados completamente equipados y maniobras junto al resto de unidades en las que aprendían a moverse en formación. Su armamento tampoco se diferenciaba del resto, protegidos por la característica armadura hoplítica compuesta de coraza, casco corintio y escudo redondo forrado de bronce; una lanza y una espada corta complementaban la panoplia como armas ofensivas
La élite espartana
Conocidos como Hippeis (caballeros) por sus conciudadanos, los guardias se encargaban en batalla de la posición más crítica de la falange en el flanco derecho, expuesta al no contar con la protección de los escudos de sus compañeros. Allí formaban siempre en torno a uno de los reyes, quien asumía el mando del ejército mientras el otro se quedaba en Esparta.

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Armadura hoplítica, Museo Arqueológico Nacional, Atenas.
Wikimedia Commons
En tiempos de paz la unidad ejercía de policía interna al mando de los éforos, aplastando revueltas de esclavos ilotas y arrestando a ciudadanos sospechosos de participar en complots contra el estado. También sabemos que sirvieron en ocasiones como guardaespaldas de embajadores y generales famosos como Temístocles, actuando como protectores y verdugos en caso de traición.
La participación de la guardia real en las grandes batallas de Grecia está bien atestiguada: combatieron a los persas en Platea y a los atenienses durante toda la guerra del Peloponeso, pero que tomaran parte en la famosa batalla de las Termópilas es algo dudoso. Aunque Heródoto nos dice que allí lucharon 300 espartanos mandados por su rey, estos eran todos hombres con hijos que perpetuaran su linaje, algo incompatible con una unidad formada tradicionalmente por jóvenes solteros.

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Combate entre hoplitas durante la guerra de Troya. Ánfora de figuras negras del siglo VI a.C. Museo de Antigüedades, Múnich.
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Una vez hubo expulsado a los persas y derrotado a los atenienses, Esparta se convirtió a en la potencia hegemónica de Grecia a finales del siglo V, consiguiendo mantener su preeminencia hasta que la ciudad de Tebas terminó con su superioridad militar.

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Estatua de un hoplita espartano procedente del templo de Atenea Chalkioikos, probablemente represente al propio Leónidas. Museo Arqueológico, Esparta.
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Fue este último enemigo quien acabó finalmente con la invencible guardia real, que fue aniquilada junto al rey Agis en la batalla de Leuctra del 371 a.C. por el temido batallón sagrado formado por parejas de amantes homosexuales. Esta derrota destruyó completamente el imperio espartano, y aunque la ciudad mantuvo su independencia por un tiempo, no parece que la guardia fuera reformada, pues no es mencionada más en las fuentes.