Civilizaciones africanas

Gran Zimbabue: en busca del mítico reino de Saba

En 1871, Carl Mauch creyó haber descubierto en la costa este de Zimbabue las ruinas del palacio de la legendaria reina de Saba

Panorámica de las ruinas de Gran Zimbabue.

Foto: iStock

Una fortaleza cuadrada, construida con piedras de medidas maravillosas, sin que parezca haber cemento alguno entre ellas… Los nativos llaman a estos edificios Symbace". Estas palabras del historiador portugués Joao de Barros, escritas en 1552, constituyen la primera referencia sobre una misteriosa ciudad, localizada en el actual Zimbabue. Barros creía estar describiendo una de las ciudades perdidas del bíblico reino de Saba, el país de Ofir, donde se localizaban las fabulosas minas del rey Salomón. En realidad, se trataba de un lugar conocido como Gran Zimbabue, nombre que en shona (el dialecto de las gentes del lugar) significa "casas de piedra".

Gran Zimbabue fue la capital del poderoso reino de Monomotapa, que floreció entre los siglos XI y XVI gracias al comercio con diferentes zonas de África y Asia, y que abarcaba amplias zonas de lo que hoy son Zimbabue y Mozambique. Cuando llegaron los portugueses, en el siglo XVI, el reino se hallaba en plena decadencia y Gran Zimbabue estaba casi deshabitado. Al parecer, la superpoblación había agotado gradualmente los recursos de la región, y fue la causa de sequías y enfermedades que fueron disminuyendo el número de habitantes. Reducida a una simple aldea, la ciudad fue abandonada a mediados del siglo XVII y cayó en el olvido. Continuó así hasta la llegada a la zona, en 1865, del geólogo alemán Carl Mauch, que debía trazar un mapa completo del Transvaal. En 1867, Mauch oyó hablar de las ruinas a Alexander Merensky, un misionero alemán fascinado por la idea de encontrar las minas del rey Salomón y el mítico reino de Saba.

Para saber más

Cabeza de Olokun

La Atlántida en África: las cabezas de bronce de Ife

Leer artículo

La aventura de Mauch

Mauch y Merensky planearon visitar juntos las ruinas, pero en 1871 la misión de Merensky fue asaltada. Éste tuvo que quedarse en ella y Mauch partió solo en un periplo incierto y peligroso, que le llevó hasta la orilla del río Tokwe. Una vez allí estimó que las ruinas se hallaban a unos 80 kilómetros al norte.

Vista de las murallas que rodean el yacimiento de Gran Zimbabue.

Foto: iStock

Enfrentado a un territorio cada vez más hostil, a un calor insoportable y a la desobediencia de los porteadores, que acabaron abandonándole, Mauch fue capturado por Mapansule, un jefe local. Entonces apareció en escena Adam Renders, un cazador británico que vivía como un nativo en África, quien, enterado de la captura de Mauch, le rescató aplacando a Mapansule con un regalo. Renders llevó al alemán al poblado del jefe Pika, y allí le informó de que él había estado en las ruinas en 1867, durante una cacería, y se ofreció a acompañarle. Mauch aceptó, y visitó junto con Renders la misteriosa ciudad perdida, maravillándose ante las estructuras de piedra que asomaban entre la maleza, unas sobre una colina, otras en el valle y, lo más extraordinario de todo, un gran recinto rodeado de una poderosa muralla en cuyo interior se alzaba una torre cónica. Para Mauch, aquellas magníficas construcciones no podían ser obra de los pobladores de raza negra de la zona, a los que sólo se creía capaces de erigir casas de barro, sino de gentes mucho más avanzadas, como los fenicios o los árabes.

Mauch visitó junto con Renders la misteriosa ciudad perdida, maravillándose ante las estructuras de piedra que asomaban entre la maleza, y, lo más extraordinario de todo, un gran recinto rodeado de una poderosa muralla.

Mauch hizo planos y descripciones sorprendentemente exactos de las ruinas y anotó en su diario: "No creo estar equivocado cuando supongo que la ruina en la montaña es una imitación del templo de Salomón en el monte Moria, y las ruinas del llano, una copia del palacio en el que residió la reina de Saba cuando visitó a Salomón".

Para saber más

Tumba de la necrópolis de Xiis en la que se enterró como ofrenda junto al cadáver un gran jarrón romano de perfume procedente de Siria. Siglo III d.C.

Somalilandia, arqueología en el Cuerno de África

Leer artículo

El reino de Saba

Uno de los primeros en visitar Gran Zimbabue después de Mauch fue el aventurero Willi Posselt, en 1889, justo cuando Cecil Rhodes empezaba a establecer el control de la British South Africa Company en la zona. Posselt descubrió en las ruinas de la colina algo que a Mauch y Renders se les había escapado: "En un cercado para el ganado vi cuatro piedras de esteatita, cada una tallada con la imagen de un pájaro y mirando hacia el oeste". Intentó llevárselas, pero pesaban demasiado y sólo pudo hacerse con una.

'En un cercado para el ganado vi cuatro piedras de esteatita, cada una tallada con la imagen de un pájaro y mirando hacia el oeste', contó Willi Posselt en 1889.

Un estrecho callejón rodeado de altos muros en Gran Zimbabue.

Foto: iStock

Dos años después, el anticuario y viajero Theodore Bent llegó a Gran Zimbabue. Evitó relacionar las ruinas con Ofir, aunque sostuvo que su origen no era africano. Pero quien dio más crédito a las teorías salomónicas fue Richard Niklin Hall. En 1902 fue nombrado conservador del yacimiento por las autoridades de la colonia británica de Rhodesia, y aunque reconoció que muchas de las piezas descubiertas eran parecidas a los utensilios empleados por los shona, los habitantes de la región, también pensaba que "la teoría de las sucesivas ocupaciones de Rhodesia por sabeoárabes, fenicios y árabes presenta muchos argumentos en su favor".

Obra de africanos

Pocos años después, estalló el escándalo. En 1906, el joven arqueólogo David Rendall-McIver hizo la primera excavación del lugar siguiendo el método estratigráfico. Dató el Gran Recinto en los siglos XIV o XV, y afirmó que era una residencia real africana y que la gran torre cónica era un símbolo de esa autoridad. McIver escribió sus conclusiones en el libro Rhodesia medieval, aunque era consciente de que sus teorías no serían aceptadas fácilmente por una sociedad colonial que menospreciaba a la población autóctona: "Muchos lamentarán que se haya destruido algo poético […]. Se ha levantado una esquina del velo que ha cubierto el pasado olvidado de los negros de África".

David Rendall-McIver hizo la primera excavación del lugar siguiendo el método estratigráfico. Dató el Gran Recinto en los siglos XIV o XV.

Detalle de un muro de once metros de altura en Gran Zimbabue.

Foto: iStock

Pasaron más de 25 años antes de que las autoridades blancas de Rhodesia permitiesen nuevas excavaciones. Desde entonces, las ruinas han sido investigadas por arqueólogos como J. F. Schofield en 1926, Gertrude Caton-Thompson en 1929 y Anthony Witty en 1958, que han confirmado las teorías de McIver sobre el origen africano de Gran Zimbabue. Pero las reticencias a aceptar esta autoría perduraron hasta que Rhodesia logró su independencia, en 1980. El nuevo país adoptó el nombre del célebre monumento, símbolo de la supresión de la cultura negra por los europeos, y los misteriosos pájaros de esteatita se convirtieron en emblema de la nueva nación, incorporándose a su bandera.