Julio César es uno de esos personajes recurrentes cuando hablamos de la Historia con letras mayúsculas, y una vez más, desde hace un año parece que el Divino vuelve a estar en boca de propios y extraños. Desde 2022, hasta cinco libros —tres novelas y dos monografías— han sido publicados sobre este insigne romano, uno de los más importantes y más conocidos de la antigüedad.
Además, César es un personaje de esos que podríamos calificar como poliédrico. De esas personalidades que son ensalzadas y usadas como ejemplos de una especie de edad dorada de la antigua Roma, sin hacer muchas veces una lectura crítica de sus actos, siempre teniendo en cuenta el contexto en el que vivió y desarrolló sus acciones.
Asimismo, vivimos en una sociedad ávida de ránkings sobre la importancia de cualquier cosa. Y muchas veces, cuando nos acercamos a internet, solemos encontrar a Julio muy arriba en esas listas de personajes influyentes. Pero, como toda personalidad importante de alguna época histórica, Julio César debió tener algunos puntos negros en su biografía. No todo va a ser perfecto, o como él mismo lo narrara en sus Comentarios a la guerra civil y La Guerra de las Galias. No podemos endiosar a tal o cual personaje, pues no deja de ser una persona. Sobre todo, cuando hace más de dos mil años desde que fue asesinado y la perspectiva del paso del tiempo nos ayuda a poder estudiar algunos aspectos más a fondo. Otros, por desgracia, se perdieron o no fueron nunca narrados ni interpretados.
¿LO QUE PASA EN HOLANDA SE QUEDA EN HOLANDA?
En el año 2015, una noticia saltaba a la palestra en relación a una masacre que el dictador habría perpetrado en lo que es la actual Holanda: la aniquilación casi total y de manera organizada de las tribus germanas de los usípetes y los téncteros. En las excavaciones arqueológicas, llevadas a cabo en la actual Kessel, se hallaron restos de armas, pero también huesos humanos de todas las edades, tanto masculinos como femeninos; algo raro para un supuesto campo de batalla. Sabemos que por los textos conservados sobre la conquista de la Galia, tanto Julio César como sus biógrafos de época romana escribieron sobre un encontronazo de éste con dichas tribus. Así que, los resultados de estas excavaciones confirmaban más que posiblemente un hecho: César había aniquilado a varios pueblos por completo. Él mismo cifraba en 400.000 las víctimas de su matanza —justificándose, obviamente—.
¿Qué es lo que pasó? Parece ser que en los primeros años del procónsul por la Galia, y dentro de sus campañas de apaciguamiento, alianzas y demás, tuvo lugar tal carnicería que hasta fue criticada por autores de época romana. Es curioso el que dependiendo del autor que nos leamos hasta incluso en los siglos XIX y XX, para unos fue un acto heroico, otros lo disculparon y, finalmente hay otro sector de la historiografía que lo criticó. Es más, de entre los autores clásicos que trataron la vida de César o que nombraron este episodio de la conquista gala, solo Veleyo Patérculo parece disculpar o defender al procónsul.
Este hecho, el de la masacre, se habría producido tras un ataque de una de esas tribus a unos setenta aliados de César un poco antes de un encuentro entre romanos y germanos para una posible vía pacífica. Sabemos que, unos meses antes y tras supuestas escaramuzas de los suevos, téncteros y usípetes tuvieron que cruzar el Rhin buscando protección tanto gala como romana. Algunas de las tribus galas, aliadas de los romanos, digamos que no se sentían muy cómodas con los germanos viviendo pegados a ellos y pidieron la intervención de César.
Y como el mismo César comenta en su libro sobre la guerra de las Galias, tras ese ataque, él mismo organizó unas maniobras para atacar los poblados donde se habían establecido ambas tribus, pillando a toda la población desprevenida y «…la restante multitud de niños y mujeres (pues habían salido de su país y pasado el Rhin con todos los suyos) comenzó a huir a la desbandada; para seguirlos envió César la caballería» (Julio César, Guerra de las Galias, IV-14.5)
¿Esto qué quiere decir? Que el mismo César está admitiendo ese ataque indiscriminado a la población civil. Eso es lo que dio pie a quejas de sus oponentes políticos, como Catón de Útica. Más tarde, algunos de sus biógrafos, como Casio Dión (ss. II-III d.C.), también criticaron estas acciones. Plutarco, otro escritor de época romana (siglo II d.C.) puso en boca de ese Catón las quejas por darle a César la concesión de unos grandes festejos en Roma tras esa masacre. Es más, habría pedido que enviaran a César preso a los germanos. Pero, debemos tener en cuenta que, como ya he comentado, Catón y César eran adversarios y esas palabras del primero contra el segundo se pueden interpretar como un ataque político, más que como un alarde de humanidad como la entendemos en nuestro siglo XXI.
La consecuencia directa del ataque premeditado de Julio César hacia esas tribus, se ha calculado en una masacre de 150.000 personas, aproximadamente. Restos de ese ataque masivo son los que se encontraron en aquellas excavaciones arqueológicas de la actual Holanda, trayendo de vuelta el debate sobre si lo que había ocurrido allí había sido un genocidio. Y, visto con nuestros ojos y desde nuestra perspectiva, bien podría parecer un acto tan cruel. Es más, parece ser que la táctica de la aniquilación total también fue aplicada a tribus como los eburones o los vénetos. E incluso Cicerón en su De Prouinciis Consularibus dejó entrever una crítica al uso desmesurado de la fuerza que realizó Julio César.
UN TÉRMINO CONTEMPORÁNEO
El término «genocidio» fue creado durante la Segunda Guerra Mundial por el polaco Raphael Lemkin, en 1943. Lemkin creó esa palabra para expresar lo que los nazis estaban realizando en los campos de exterminio tanto con judíos como con minorías en varias partes de Europa. Tras la guerra, el término se generalizó y hoy en día aparece asociado a toda maniobra de exterminio de un pueblo de manera premeditada.

Vercingétorix arroja sus armas a los pies de Julio César
Vercingétorix arroja sus armas a los pies de Julio César, el vencedor en Alesia. Óleo por Lionel-Noël Royer. 1899. Museo Crozatier, Le Puy-en-Velay.
Foto: Bridgeman / ACI
Debido a la contemporaneidad que lo acompaña, cuando apareció en prensa asociado a la matanza que habría perpetrado Julio César durante sus conquistas en la Galia —no fue el único caso— nos puede chirriar el que se use para una época que no sea la nuestra. Si seguimos los estudios de quienes han excavado la zona en cuestión, ellos mismos, con Nico Roymans a la cabeza, se hacen la misma pregunta en algunas de sus publicaciones al respecto. Incluso en la última década ha habido un debate a nivel científico sobre el uso del término.
La conclusión a la que se ha llegado por la parte de quienes no están a favor de usar el término genocidio para lo que César realizó en algunas partes de la Galia, es que se puede entender como violencia de masas en tiempos de guerra durante la Antigüedad. Pero claro, quienes defienden la postura contraria, opinan que el aniquilar de manera sistemática a una población, sea hace dos mil años o hace ochenta, es lo mismo.
Con lo cual, aunque sí es cierto que el uso de esta palabra es común únicamente desde el siglo XX, no es menos cierto que hoy en día, como comenté anteriormente, se ha estandarizado. Es curioso, porque con otros términos que no existieron en época romana no ha pasado lo mismo.
Aunque parezca un ejemplo baladí, dentro de las armaduras del ejército romano, damos por hecho que la famosa armadura de láminas se llama lorica segmentata, cuando ese término no aparece hasta la época moderna. No sabemos realmente cómo se llamaba a ese tipo de armadura en época romana, pero hemos dado por hecho que como es un nombre que está en latín, puede valer para describirla.
Así que, desde mi humilde y más subjetiva opinión, sí que podríamos usar el término para describir el acto del aniquilamiento de estos pueblos llevado a cabo por Julio César, diferenciándolo, por ejemplo, de una simple escaramuza en la que un poblado haya sido atacado.