La trágica vida de un músico prodigio

Frédéric François Chopin, el poeta del piano

Considerado un niño prodigio, el talento de Frédéric François Chopin no le salvó de una vida difícil. De salud débil y carácter melancólico, el llamado "el poeta del piano" murió a los 39 años dejando una colección de obras de gran sensibilidad.

Chopin dando un concierto

Chopin dando un concierto

Foto: Henryk Siemiradzki

“Encontraréis muchas partituras, más o menos dignas de mí. En nombre del amor que me tenéis, por favor, quemadlas todas excepto la primera parte de mi método para piano. El resto debe ser consumido por el fuego sin excepción, porque tengo demasiado respeto por mi público y no quiero que todas las piezas que no sean dignas de él anden circulando por mi culpa y bajo mi nombre”.

Con esta última petición se despidió de sus allegados el compositor y pianista Frédéric François Chopin, poco antes de su muerte la madrugada del 17 de octubre de 1849. Tenía 39 años, una edad muy joven pero ya veterana para un músico que llevaba desde los 7 años componiendo y tocando. Su fulgurante carrera profesional fue, sin embargo, el contrapunto brillante a una vida marcada por la enfermedad, la melancolía y la nostalgia por su patria polonesa caída en manos de Rusia.

Por fortuna ninguno de los presentes en sus últimas horas hizo caso de su petición, que habría privado a la humanidad del legado de uno de los compositores con más sensibilidad que han existido, cuyo sentimiento al componer y al interpretar le hicieron pasar a la historia como “el poeta del piano”.

Chopin en una fotografía de 1849

Chopin en una fotografía de 1849

Esta es la única fotografía conocida de Chopin, tomada en 1849, el mismo año de su muerte.

Foto: Louis-Auguste Bisson (CC)

Tristeza

Nacido como Fryderyk Franciszek Chopin, vino al mundo el 1 de marzo de 1810 en un pueblo llamado Żelazowa Wola, perteneciente al Ducado de Varsovia, a cuya capital se mudaron al poco de nacer él. Su madre procedía de una familia de buen linaje aunque venida a menos, mientras que su padre era profesor de francés, literatura y música. Creciendo en un ambiente de alta cultura, el pequeño Fryderyk se interesó muy pronto por la música gracias a su hermana Ludwika, quien le enseñó a tocar el piano.

Al darse cuenta de su talento, su padre se preocupó de que tuviera la mejor formación posible tanto en las escuelas estatales de música como por parte de profesores privados. Desde la infancia empezó a componer -creó su primera pieza a los 7 años- y tocar el piano ante un público selecto, ganándose una notable fama que le permitió viajar al extranjero y entrar en contacto con las grandes corrientes musicales de Europa, especialmente las de tradición germánica.

Casa natal de Chopin en Żelazowa Wola

Casa natal de Chopin en Żelazowa Wola

La casa es hoy en día un museo.

Foto: Wojsyl (CC)

Allí donde daba un concierto el público respondía con gran entusiasmo, especialmente en Viena. La capital austríaca era uno de los grandes polos musicales de su tiempo, pero Chopin nunca acabó de sentirse cómodo ante un público numeroso, prefiriendo la intimidad de los conciertos de cámara. Además detestaba tener que plegarse a las modas del momento, lamentándose de que la aristocracia “solo quería oír valses”, que no iban en sintonía con el estilo de su música.

Su carácter melancólico se veía reforzado por su enfermedad, que históricamente se ha considerado tuberculosis. Sin embargo, este diagnóstico ha sido puesto en entredicho por el hecho de que esta enfermedad es muy contagiosa y, en cambio, la mayoría de las personas que convivieron con él no enfermaron. Una excepción fue su hermana más pequeña, Emilia, que murió a los 14 años dejando una gran tristeza en Fryderyk, que se sentía muy unido a ella.

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Revolución

Mientras se encontraba en Viena, estalló en su patria polaca un suceso que dejaría una gran huella psicológica en Chopin: el Levantamiento de Noviembre contra el dominio ruso, que fue reprimido duramente por el ejército del zar y que llevó a decenas de miles de polacos a huir de su país, especialmente a Francia. El músico se sentía muy unido a su patria y habría querido apoyar a los revolucionarios, pero sus amigos le convencieron de que no lo hiciera, en parte debido a su frágil salud.

Desde entonces siempre llevaría consigo la frustración por no haber podido hacer nada por su país y, en señal de protesta personal, nunca renovó su pasaporte que ahora le habría identificado como ciudadano ruso y, como consecuencia, no volvió a pisar su tierra natal. En homenaje a sus conciudadanos compuso dos estudios: el llamado Estudio Revolucionario (Op. 10, nº12), una de sus piezas más intensas, y el conocido como Tristeza o El adiós (Op. 10, nº3), una despedida a su patria polaca.

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En 1831 dejó Viena y se instaló en París, empezando los que posiblemente fueran los años más felices de su vida. Francia se convirtió en su segunda patria y cambió su nombre por el de Frédéric François; con el tiempo, diría que había llegado a querer a su país de adopción tanto como a su Polonia natal. El ambiente parisino era mucho menos rígido que el de Viena y se sentía más libre para crear la música que a él le gustaba: poco después de su llegada compuso una de sus piezas más famosas, el Nocturno Op. 9, nº2.

Los círculos de intelectuales eran otro gran estímulo de la capital francesa y en uno de sus encuentros conoció a quien sería su pareja más famosa: Aurore Lucile Dupin de Dudevant, una baronesa divorciada que se dedicaba a la literatura con el pseudónimo masculino de George Sand. A pesar de la mala impresión mutua que se causaron inicialmente, terminaron conviviendo durante ocho años, aunque su relación pronto se convirtió en poco más que amistad. Sin embargo, la finca que Sand tenía en Nohant proporcionó a Chopin la tranquilidad que necesitaba para componer y un poco de paz de espíritu, además de un clima benéfico que mitigó los achaques de su enfermedad. Y no menos importante, le permitió centrarse completamente en su música sin tener que ganarse la vida dando clases.

George Sand, en una fotografía de 1864 por Nadar

George Sand, en una fotografía de 1864 por Nadar

Foto: Bibliothèque de la Cité de l'Architecture et du Patrimoine

Gotas de lluvia

En 1838 la salud de Chopin empeoró de nuevo y su médico le aconsejó trasladarse a Mallorca, cuyo clima creía que le favorecería. Junto con Sand y los hijos de esta -Maurice y Solange- se instalaron en la cartuja de Valledemossa, donde el músico esperaba encontrar paz y tranquilidad para componer. Sin embargo, aquel viaje le resultó fatal: el invierno fue muy lluvioso, agravando los síntomas de su enfermedad y su melancolía, que se vio reflejada en una de las composiciones que terminó allí, el preludio conocido como Gotas de lluvia (Op. 28, nº15).

Al terminar el invierno, la pareja regresó a París. Sin embargo, la salud de Chopin nunca se recuperaría del todo, a pesar de las estancias en la finca de Nohant. Sand empezó a cansarse de compartir su vida con un hombre enfermo y su hijo Maurice sentía celos de él; su hija Solange, en cambio, le tenía en gran estima y confianza. Las relaciones entre ellos se fueron tensando y estallaron definitivamente cuando Sand publicó su novela Lucrezia Floriani, cuyos protagonistas reflejaban la situación que ella misma vivía.

Celda de Frédéric Chopin y George Sand en la Cartuja de Valldemossa

Celda de Frédéric Chopin y George Sand en la Cartuja de Valldemossa

La celda nº4, donde se alojaron el músico y la escritora, contiene una pequeña colección de retratos y objetos, como el piano que usó Chopin durante su estancia.

Foto: Rene Boulay (CC)

La ruptura obligó a Chopin a volver a las salas de conciertos para ganarse la vida, a pesar de que su salud lo desaconsejaba totalmente. En 1848 aceptó la invitación de una noble escocesa, Jane Stirling, que presumiblemente se había enamorado de él y se ofreció como mecenas si se instalaba en Londres. Chopin aceptó la invitación por necesidad económica, pero fue un error fatal: el pésimo clima londinense dio el golpe de gracia a su salud física y también emocional, puesto que encontró “horrible y extravagante” el gusto musical de los ingleses.

El pésimo clima londinense dio el golpe de gracia a la salud física y emocional de Chopin, que murió al año siguiente.

Aguantó siete meses antes de volver a Francia, pero ya estaba demasiado débil para componer, tocar o enseñar. Pasó su último año en un apartamento del nº12 de la plaza Vendôme de París, trabajando como pudo en algunas piezas y atendido por su hermana Ludwika, que viajó desde Polonia para cuidarle. Sabiendo que su fin estaba próximo muchos amigos acudieron a despedirse de él, entre ellos Solange; también George Sand quiso verle de nuevo, pero Ludwika no se lo permitió.

En la madrugada del 17 de octubre de 1849, el canto del poeta del piano se apagó para siempre. Fue enterrado en el cementerio de Père-Lachaise pero, cumpliendo su última voluntad, su corazón fue enviado a Polonia para ser enterrado en la Iglesia de la Santa Cruz de Varsovia. Tras media vida de ausencia, Fryderyk Franciszek Chopin volvió a la patria que había añorado durante veinte años.

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