El gran talento del siglo XIV

Francesco Landini, el genio ciego de la música medieval

A pesar de ser ciego desde la infancia, Francesco Landini se convirtió en poeta, compositor y en uno de los músicos más famosos del siglo XIV.

Francesco Landini

Francesco Landini

Foto: CC

En la historia de la música merecen mención especial algunos personajes que no solo destacaron por su talento, sino que lo hicieron aquejados de graves impedimentos físicos. El caso más famoso es el de Beethoven y su lucha contra la sordera, pero siglos antes que él existió otro gran músico que triunfó a pesar de ser ciego: el toscano Francesco Landini.

La principal fuente de información que se tiene sobre él es la obra de su coetáneo Filippo Villani, un cronista autor de la Vida de florentinos ilustres. Francesco era hijo de Jacopo del Casentino, un pintor florentino que gozaba de cierta fama y realizó muchas obras para las iglesias más importantes de la ciudad. El hijo había nacido en la vecina población de Fiesole y, aunque el año de su nacimiento no está registrado, la cronología reciente lo establece alrededor de 1335 basándose en una reconstrucción de las diversas etapas de su formación como músico.

Francesco Landini contrajo la viruela de niño y, aunque sobrevivió, quedó ciego a consecuencia de la enfermedad.

El destino del muchacho habría sido seguir los pasos de su padre, si no hubiera sido por un triste episodio: de niño contrajo la viruela y, aunque sobrevivió, quedó ciego a consecuencia de la enfermedad. Según Villani, “pasando los años de la juventud privado de la vista, comenzando a entender la miseria de la ceguera, para poder aligerar con alguna dicha el horror de la perpetua noche, comenzó a cantar”.

Gracias a los contactos del padre, que tenía entre sus clientes a miembros del clero, Francesco fue aceptado en una de escuela religiosa para niños cantores, que se encargaban de los coros durante los oficios. Es probable que también recibiese una buena educación general ya que dominaba, además de la música, la poesía y la filosofía.

Con el tiempo su atención se centró en los instrumentos, en particular los de cuerda y el órgano. Fue precisamente como organista que se ganó la fama y desarrolló la mayoría de su carrera en la iglesia de San Lorenzo, una de las más importantes de la ciudad. Allí coincidió con el músico Lorenzo di Masino, canónigo de la iglesia, de quien aprendió a componer a pesar de su ceguera. Con la muerte de Lorenzo en 1372 ocupó su plaza, que conservó hasta su propia muerte en 1397.

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Un genio polifacético

El don de Francesco Landini no se limitaba a la ejecución, sino que lo demostró también en muchos otros ámbitos, especialmente en la composición: él fue el mayor exponente de su tiempo de la ars nova, un tipo de música polifónica que floreció en Italia y Francia durante el siglo XIV. Compuso un gran número de obras, de las que nos han llegado unas 150, especialmente baladas. Su talento como organista era tan conocido que otras parroquias solicitaban regularmente sus servicios, especialmente en la Toscana.

Un detalle interesante y que constribuyó a su éxito era que, habiendo estudiado poesía, se ocupaba simultáneamente de la música y de la letra, que en aquella época normalmente se hacían por separado; incluso, en el caso de la música profana, se musicaban poemas que no habían sido escritos para ser cantados, lo que provocaba que no siempre casaran bien con la música. Landini no solo fue poeta sino que conoció a uno de los genios de su tiempo, Francesco Petrarca, que según Villani estuvo presente cuando el rey de Chipre entregó a Landini la corona de poeta laureado; algunos estudiosos posteriores ponen en discusión este episodio, puesto que la imagen de su tumba lo muestra sin la corona de laurel, algo muy extraño tratándose de un honor tan grande.

Francesco Landini tumba

Francesco Landini tumba

Tumba de Francesco Landini en la basílica de San Lorenzo, en Florencia. El hecho de que la lápida no lo muestre con la corona de laurel ha hecho pensar que el episodio de la coronación no fuese cierto.

Foto: CC Sailko

Finalmente hay que destacar una tercera faceta relacionada con la música, la de artesano de instrumentos: Landini no solo tocaba el órgano sino que se ocupaba también de su mantenimiento, una tarea extremadamente minuciosa que, si ya era difícil para alguien en plena posesión de sus sentidos, mucho más debía de serlo para él, privado de la vista. Para coronar su lista de talentos, introdujo innovaciones en los instrumentos de cuerda e incluso llegó a inventar uno llamado syrena syrenarum, una mezcla de laúd y salterio.

Varios poetas de su tiempo quedaron maravillados por su don para la música, como Cino Rinuccini, quien dijo de él: “En la música teníamos a Francesco, ciego en el cuerpo pero iluminado en el alma, que sabía tanto la teoría como la práctica de aquel arte, y en su tiempo nadie fue mejor modulando cantos dulcísimos, intérprete de todo instrumento y especialmente de órganos”. La influencia de este músico fue tan importante que incluso se bautizó con su nombre una cadencia musical -la cadencia Landini- que, aunque no inventó él, sí usaba sistemáticamente.

La historia de Francesco Landini es la de una desgracia que arrebató para siempre a un hombre la posibilidad de ver el mundo, pero le puso en el camino para dejar su nombre en la eternidad. Una de sus composiciones más célebres evoca, tanto en su nombre como en las notas, ese sentimiento nostálgico: Che pena è quest'al cor, “Qué pena es esta para el corazón”.

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