Los que ya tenemos una cierta edad recordamos aún aquellos calurosos veranos de nuestra infancia cuando, después de jugar o cuando volvíamos de la playa, nuestra madre nos recibía con una botella de Fanta naranja bien fría. Pero ¿cuál es la historia de este famoso refresco? Surgida en los oscuros años del nazismo, debemos buscar el origen de esta refrescante bebida de naranja y limón en la Alemania de 1940, cuando el gobierno estadounidense prohibió a todas las multinacionales comerciar con Alemania. En ese momento, Max Keith, un alto directivo de Coca Cola, pensó en la manera de idear un nuevo refresco que hiciera las delicias del consumidor alemán y que no representara un problema para su empresa.
American way of life
Corría el año 1923 cuando el presidente de Coca Cola, Robert Woodruff, quiso ampliar el negocio e internacionalizar la marca, que hasta el momento no había tenido el éxito esperado (y más aún cuando por culpa de una mala higienización de los botilleines en una planta embotelladora en Francia se intoxicaron miles de consumidores). Bajo su dirección, la compañía creó un nuevo departamento, The Coca-Cola Export Corporation, con el objetivo de supervisar todas las plantas que la empresa tenía la intención de abrir por todo el mundo. Mientras que Coca Cola proporcionaba la receta, los diferentes países se encargarían de aportar las materias primas y la maquinaria necesarias para la fabricación. Aquel impulso sirvió para que la firma de refrescos se convirtiera en patrocinadora de los Juegos Olímpicos de Ámsterdam del año 1928, y fue un magnífico trampolín para que el resto del mundo asociara la marca con el estilo de vida norteamericano gracias a la publicidad que Coca Cola dispuso por toda la ciudad.
Corría el año 1923 cuando el presidente de Coca Cola, Robert Woodruff, quiso ampliar el negocio e internacionalizar la marca, que hasta el momento no había tenido el éxito esperado.
Aquella expansión llevó a la marca hasta Alemania, donde un emigrante norteamericano llamado Ray Rivington Powers se encargó de la dirección de la empresa. Powers era un vendedor nato y consiguió aumentar las ventas de la bebida hasta cotas inimaginables. Pero su habilidad como vendedor contrastaba con sus pocas aptitudes para llevar la dirección de la empresa. Así, el poco tiempo que Powers dedicaba a la revisión y el control de las finanzas, junto con la llegada de Adolf Hitler al poder, persuadieron a la compañía de la conveniencia de sustituir a Powers en la dirección del negocio por Max Keith.

En la década de 1920 la Coca-cola no era el exitoso producto que es hoy. Por ello, su presidente, Robert Woodruff, decidió ampliar el negocio e internacionalizar la marca. Sobre estas líneas se le puede ver en una imagen de 1944.
Foto: CC
La fórmula secreta
Desde el principio, Keith, dispuesto a reflotar la compañía, y aprovechando el auge de la economía alemana en ese momento, tomó una decisión: dispuesto a llegar a la clase obrera alemana, presentó la famosa bebida de cola como si esta fuera una marca local y no un simple refresco norteamericano. La idea era que los alemanes no bebieran tan solo cerveza, sino que a partir de entonces se convirtieran en unos grandes consumidores de este refresco de cola. De este modo, gracias a la cincuentena de plantas de fabricación que se habían construido en suelo alemán, la multinacional pasó de vender unas 100.000 cajas anuales a casi cinco millones. Hermann Goering, mano derecha de Adolf Hitler y comandante de la Luftwaffe, también había contribuido a la expansión de la compañía con el propósito de nacionalizar la empresa y apropiarse de su preciada fórmula secreta.
Con la intención de llegar a la clase obrera alemana, Keith presentó la bebida como si esta fuera una marca local y no un simple refresco norteamericano.
Al igual que ocurriera en Ámsterdam en 1928, Berlín se convirtió a partir de entonces en el aparador perfecto para que la marca se publicitase en toda la ciudad durante los Juegos Olímpicos del año 1936. El nombre de Coca Cola aparecía en todas las pancartas junto a la esvástica, en el anuncio de varias competiciones atléticas y, más tarde, incluso en los camiones que trasladaban a los miembros de las juventudes hitlerianas a los mítines políticos. El autor del libro Dios, patria y Coca Cola, Mark Pendergrast, afirma que Keith nunca se afilió al partido nazi, pero que en su afán por salvar y reflotar la compañía estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario, incluso a colaborar con el Tercer Reich, aunque esto jamás ha podido demostrarse.

En 1928 se celebraron en Ámsterdam los Juegos Olímpicos. Este era uno de los carteles del evento. Gracias a la promoción iniciada por la empresa, Coca Cola se convirtió en su principal patrocinadora y aquello supuso su apertura al mundo.
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¡Embargados!
Con el estallido de la guerra y la consiguiente incertidumbre económica, el temor de Keith a que el negocio de propiedad norteamericana fuera confiscado por el gobierno alemán iba en aumento. Sus sospechas se confirmaron en diciembre de 1941, cuando Estados Unidos entró en guerra tras el ataque japonés a Pearl Harbor. Las relaciones entre la firma Coca Cola en Alemania y la empresa madre norteamericana se cortaron a causa del embargo mundial decretado por el gobierno estadounidense. Según cuenta el escritor barcelonés Jesús Hernández en su libro Historias asombrosas de la Segunda Guerra Mundial, en su blog "Es es la guerra" y en una entrevista al diario ABC: "Los empresarios alemanes dueños de las embotelladoras, entre ellos Max Schmeling, el campeón mundial de boxeo, se encontraron con la imposibilidad de seguir fabricando la bebida. Así pues, el director de Coca Cola GmbH, Max Keith, quien ocupaba el cargo desde 1938, decidió crear una nueva bebida que permitiera rentabilizar las costosas instalaciones y continuar así con el negocio".
Las relaciones entre la firma Coca Cola en Alemania y la empresa madre norteamericana se cortaron a causa del embargo mundial decretado por el gobierno estadounidense.
Con las fábricas embargadas, y ante la imposibilidad de recibir los ingredientes imprescindibles para la elaboración de la fórmula secreta (llamada fórmula 7X), el famoso refresco de cola dejó de fabricarse en Alemania. Pero a pesar de las dificultades, Max Keith decidió seguir adelante y tuvo la idea de elaborar una bebida que fuera de genuina fabricación alemana y aprovechar de esta manera la maquinaria que en esos momentos estaba inactiva. Así, con los excedentes de otras industrias, como el suero de la leche y la pulpa de la manzana empleada en la fabricación de sidra, endulzado todo ello con sacarina y con un pequeño porcentaje de azúcar, junto con otros ingredientes que eran fáciles de adquirir, Keith creó una nueva bebida carbonatada, un refresco cuyo sabor variaba en función de los ingredientes disponibles en cada momento.
Un concurso popular
Así, con la nueva bebida lista para ser lanzada al mercado, solo faltaba un pequeño detalle: el nombre. Se necesitaba un nombre que fuera corto y fácil de recordar. Existen dos teorías que pueden arrojar luz sobre el proceso de elección del nombre del refresco. La primera explica que fue el propio Keith quien celebró un concurso en el que los propios empleados de la fábrica tuvieron que dar rienda suelta a su "fantasía" para encontrar el nombre. Joe Knipp, un vendedor veterano, aprovechando las palabras del director, propuso el nombre de "Fanta", diminutivo del la palabra "Fantasie" (en alemán fantasía). La segunda hipótesis cuenta que fueron los mismos empleados quienes emplearon la palabra "fantastisch" (fantástica) para definir el sabor del refresco, y de esa manera acabó asociada a la bebida. Sea como fuere, tras lanzar el producto al mercado con la leyenda en la etiqueta "es un producto de Coca-Cola GmbH" para avalar su gran calidad, el refresco se convirtió en un éxito inmediato.
Tras lanzar el producto al mercado con la leyenda en la etiqueta 'es un producto de Coca-Cola GmbH' para avalar su gran calidad, el refresco se convirtió en un éxito inmediato.
A pesar del innegable éxito, la figura de Max Keith siempre ha estado envuelta en la polémica. ¿Fue un visionario o un empresario colaboracionista? A pesar de que nunca se mostró abiertamente partidario del régimen nazi, siempre se encargó de supervisar las diferentes delegaciones de Coca Cola en los países ocupados. Según sigue explicando Jesús Hernández: "En la sede central de la compañía, en la ciudad norteamericana de Atlanta, tampoco sabían si Keith trabajaba para los nazis o se limitaba a mantener la producción de las fábricas de Coca Cola por lealtad a la empresa". Lo que sí afirma el escritor es que Keith ofreció su ayuda a la población transportando agua potable con sus camiones de reparto y llegó a proteger a algunos de sus empleados que se encontraban en las listas negras de la Gestapo. Keith también sufrió las adversidades de la guerra cuando sus 43 fábricas fueron bombardeadas hasta los cimientos por la aviación aliada.
Al finalizar la contienda, y tras la derrota de Alemania, la empresa alemana volvió a fusionarse con la empresa matriz estadounidense. A pesar de ello y del éxito que había tenido el refresco en Alemania, Fanta dejó de producirse durante más de una década hasta que en 1956, aprovechando una de las fábricas que la marca tenia en Nápoles (y la gran cantidad de naranjas que producía la región), Coca Cola lanzó de nuevo el refresco al mercado, un refresco que no llegaría a Estados Unidos hasta el año 1960.