Medicina medieval

Extracto de momia, el remedio multiusos de la Edad Media

Durante la Edad Media se puso de moda en Europa un macabro remedio multiusos que supuestamente curaba todos los males: extracto de momia, más conocido en la época como "mumia".

Mumia

Mumia

Foto: Bullenwächter (CC)

Entre las muchas creencias médicas de dudoso éxito que se practicaban en Europa durante la Edad Media, hay una que destaca por macabra: un remedio conocido como mumia, que como su nombre sugiere, se fabricaba con restos de momias. Por absurdo que parezca, su uso se extendió durante al menos cinco siglos y se usaba para todo tipo de padecimientos, desde el dolor de cabeza o la indigestión hasta la peste bubónica. Y sobra decirlo, sin ningún efecto.

Pero, ¿de dónde venía la creencia en un remedio tan absurdo? Probablemente de un error de traducción o de interpretación a la hora de describir un remedio que realmente existía. Durante la Edad Media, los dominios del Islam y en particular Persia eran el lugar del mundo donde la medicina estaba más avanzada. Los médicos persas utilizaban un remedio conocido como mumiya, una especie de betún usado como cicatrizante en heridas y fracturas de huesos. De su parecido con el término latín mumia (momia) y con las resinas que los antiguos egipcios utilizaban para embalsamar a sus difuntos probablemente surgió el error.

Resulta difícil pensar que alguien con conocimientos médicos no viera la diferencia, así que es más probable que el equívoco se produjera en la traducción de textos árabes, seguramente a causa de alguien que no había visto la mumiya y tomara la parte por el todo, interpretando mumia como la momia completa y no como las resinas. Además, el remedio se introdujo en Europa durante el siglo XII, lo cual coincide con la época de las Cruzadas y una mayor accesibilidad de manuscritos árabes para los traductores y copistas europeos.

El remedio misterioso

De hecho, los propios traductores no se ponían de acuerdo sobre que era exactamente la mumia; y a medida que pasaba el tiempo la idea iba volviéndose cada vez más extraña. Por poner algunos ejemplos, en algunos documentos figura como “una especia que se encuentra en los sepulcros de los muertos” (Matthaeus Platearius, siglo XII); mientras que en otros se describe como “el líquido exudado por los muertos, mezclado con los aloes” (Gerardo de Cremona, inicios del siglo XIV). El concepto fue degenerando hasta convertirse en “la carne embalsamada de un muerto” (Giovanni da Vigo, inicios del siglo XVI) e incluso “el cuerpo de un hombre que no tuvo una muerte natural, sino que murió de forma violenta con un cuerpo libre de enfermedades” (Paracelso, también en el siglo XVI).

El remedio que se dispensaba en las boticas europeas – antecesoras de las farmacias – era tan poco coherente como las descripciones precedentes: en algunos casos se trataba de resinas extraídas de las momias, mezcladas con especias; en otros, de restos humanos pulverizados. Al principio se “importaban” auténticas momias egipcias, pero finalmente las autoridades del país prohibieron esa práctica, por lo que la “materia prima” fue sustituida por cadáveres embalsamados de forma reciente – a menudo, reos ejecutados – para que parecieran verdaderas momias.

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Ya en el Renacimiento, se había demostrado que la mumia entendida como extracto de momia no tenía ningún efecto beneficioso para la salud y que más bien podía resultar perjudicial. No obstante, no eran pocos los casos en los que se seguía empleando, incluso por parte de personas con alta formación científica. El hecho es que, como se trataba de un remedio tan heterogéneo, en algunos casos más cercanos a la mumiya original – es decir, algunos tipos de resinas – podía tener algún uso como cicatrizante: paradójicamente, este remedio “falso” era el más cercano al original y el único que parecía tener alguna utilidad.

Hacia el siglo XVIII la mumia era cada vez menos habitual y se había convertido en un recurso para casos desesperados. En el siglo siguiente su prescripción se abandonó completamente, aunque tardó aún algunas décadas en desaparecer completamente de las listas de remedios.

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