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La mujer ocupó un lugar destacado en la Antigua Roma, en comparación con otras sociedades antiguas. Matrona o prostituta, sacerdotisa o emperatriz, era considerada inferior según las leyes y permanecía siempre como una menor, es decir, jurídicamente igual que los niños. Dependía de la autoridad de su padre y, si contraía matrimonio, de la de su esposo. Sin embargo, hacia el principio de nuestra era empezó a emanciparse gracias a sus logros, superando el rol tradicional que le había sido impuesto. La mujer encarna desde ese momento principios positivos como la fertilidad, la prosperidad, la creación o el poder del destino. La exposición Mujeres de Roma. Seductoras, maternales, excesivas, ya concluida, exploró este cambio de mentalidad en una sociedad romana más individualista, en la que hombres y mujeres compartían deseos y poder.
Musas inspiradoras o terribles amazonas
La muestra incluyó 178 piezas de las colecciones del Museo del Louvre en las que la mujer es la protagonista. En los inicios del imperio, las figuras femeninas de los mitos clásicos proliferan en los ámbitos domésticos: en los muros, cerámica, pintura, joyas, estatuaria y objetos familiares. A la mujer se la relaciona con la mitología, la religión y la fuerza materna, pero también con la seducción y el exceso. Desde las musas inspiradoras del espíritu hasta las centauras atractivas y poderosas, que esconden peligros y amenazas. O desde los distintos modelos de Venus, a quienes se encomendaban los jefes militares, a las terribles amazonas, quienes mutilaban o mataban a los hijos varones y sólo conservaban a las hembras, extirpándoles un pecho para que pudiesen disparar mejor con el arco. Por otro lado, los retratos de mujeres romanas experimentaron un gran desarrollo. Sus peinados, más o menos elaborados, permiten conocer la moda de cada época. La muestra incluyó piezas destacadas como las pinturas murales procedentes de Pompeya o las denominadas "placas campanas", una treintena de relieves en terracota restaurados para la ocasión.