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Con mucha expectación, sobre todo por parte de los medios de comunicación, ha sido abierto el sarcófago de granito negro recientemente descubierto durante una inspección arqueológica previa a la construcción de un edificio en un terreno de propiedad privada en el barrio de Sidi Gaber, en Alejandría, en el norte de Egipto. Una capa de mortero entre la tapa y el cuerpo principal del sarcófago, considerado el más grande que se ha descubierto en Alejandría, indicaba que no había sido profanado desde época antigua. Algunos medios no tardaron en especular sobre su contenido: ¿encerraba los restos de Alejandro Magno, fallecido en el 323 a.C.? La tumba, excavada a 5 metros de profundidad, también contenía una cabeza de alabastro desfigurada intencionadamente.
El Ministerio de Antigüedades de Egipto anunció ayer la apertura del misterioso sarcófago, cuya datación no ha sido determinada, aunque podría ser de época ptolemaica o incluso romana, según Mustafá Waziri, el secretario general de dicho ministerio. Con mascarillas para evitar una posible contaminación, los arqueólogos levantaron la pesada tapa del sarcófago: el interior resultó estar lleno de agua que se había filtrado en el terreno y, una vez achicada, dejó al descubierto tres esqueletos con sus respectivos cráneos.
Un examen preliminar de los mismos sugiere que pudieron ser tres guerreros o soldados del ejército, pues un cráneo presenta un traumatismo propio de un impacto causado por una flecha. El sarcófago y los esqueletos serán transferidos al depósito que posee el Ministerio de Antigüedades en Alejandría, donde se realizarán labores de conservación e investigación. Entonces se podrán conocer con mayor seguridad las causas de la muerte y la época histórica a la que pertenecen.