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códigos secretos en la antiguedad

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Curiosidades de la Historia: Episodio 14

Espías y códigos secretos en la Antigüedad

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Cuenta el historiador Heródoto de Halicarnaso que en el año 499 a.C., cuando las ciudades jonias preparaban una gran rebelión contra los persas, Histieo de Mileto se encontraba en la corte del rey persa, sin forma de ponerse en contacto con su compatriota Aristágoras para indicarle que debía dar comienzo el alzamiento. Al final tuvo una idea: hizo afeitar la cabeza a un esclavo y le tatuó sobre el cuero cabelludo el mensaje que quería transmitir y luego esperó a que le creciera el pelo, con lo que el mensaje quedó oculto. A continuación lo envió a Mileto, donde le volvieron a afeitar la cabeza y pudieron leer el mensaje. El procedimiento era muy ingenioso, porque el propio mensajero no podía conocer el mensaje y, por tanto, no habría podido revelarlo aunque hubiera sido sometido a interrogatorio o tortura.

Este es un ejemplo de que en la Antigüedad ya existía la preocupación por cómo transmitir información secreta. Desde luego, el método preferido era la comunicación oral, pero cuando no existía esta posibilidad (por ejemplo, porque no se podían cruzar las líneas enemigas o no había mensajeros fiable)– o había que transmitir un mensaje muy preciso, se recurría a los mensajes escritos. Para evitar que el enemigo los descubriera se utilizaban métodos de esteganografía o "escritura oculta" (como en el ejemplo de Histieo), o bien sistemas de criptografía mediante claves o códigos secretos.

Técnicas militares en la antigüedad

Eneas el Táctico, un autor griego del siglo IV a.C., dedicó un capítulo completo de su tratado de técnicas militares, a los procedimientos de transmisión de información secreta. Él proponía diversos métodos esteganográficos: escribir el mensaje en unas hojas atadas como remedio medicinal a una herida; hinchar una vejiga y escribir sobre ella, de forma que, al deshincharse, el mensaje quedara oculto y al volver a hincharla se pudiera recuperar la información; escribir los mensajes en laminillas de plomo que luego se enrollaban y se ponían las mujeres como si fueran pendientes... También sugería enviar a un mensajero con una información intrascendente y la noche antes introducirle un mensaje entre la suela de las sandalias sin que él lo supiera, e incluso usar animales, como un perro a cuya correa se cosía un mensaje y que, al soltarlo, volvería con su dueño llevando la información.

Un método de ocultamiento con un componente más técnico era el de las tintas de varios tipos que, al tratarse adecuadamente, dejaban ver el mensaje que estaba oculto, como mencionaba el propio Eneas el Táctico. Tampoco faltaban las tintas “invisibles" a las que aluden los poetas Ovidio y Ausonio.

Los antiguos no ignoraban tampoco el uso de códigos y sistemas de encriptación, tan desarrollados en la actualidad. A veces se usaban métodos más bien simples. Por ejemplo, el famoso orador romano Cicerón, en sus cartas, para no revelar información e impedir que las opiniones que vertía en ellas se utilizaran en su contra, solía recurrir a nombres ficticios para referirse a algunos de los principales personajes de la política romana del momento. Así, daba a Pompeyo los nombres en clave de Epicrates, Sampsiceramus, o Arabarches. En otros casos, en cambio, se recurría al cifrado propiamente dicho, sustituyendo las letras de un mensaje por otras letras o símbolos.

Eneas el Táctico recogía el método de sustituir las vocales de las palabras por puntos. Trasponiéndolo al alfabeto latino (Eneas usaba el griego), se sustituiría la "a" por un punto, la “e" por dos, etcétera.

Los métodos de Julio César

Por su parte Julio César usaba un método algo más sofisticado. Según Dión Casio, "acostumbraba a proceder de otra forma cuando enviaba algo secreto a alguien, escribiendo siempre la cuarta letra en vez de la que correspondía, de forma que los escritos fueran ininterpretables para la mayoría". Platón, por ejemplo, se escribiría toesq. Augusto copió este método, aunque cambiando las letras una sola posición. Otra posibilidad de cifrado consistía en escribir latín utilizando el alfabeto griego, desconocido para los enemigos. César recurrió también a este expediente, según su testimonio en la Guerra de las Galias: "Esta la envía escrita en letras griegas para que si nuestra carta era interceptada por los enemigos no se puedan conocer las decisiones. Si no puede llegar, le ordena que arroje la jabalina con la carta pegada a la correa dentro de las fortificaciones del campamento".

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Eneas el Táctico menciona asimismo un sistema difícil de clasificar que establece una correspondencia entre las letras del alfabeto y los agujeros perforados en cada una de las cuatro caras de una taba (hueso de la parte posterior del pie de los mamíferos usado a modo de dado). Se comenzaba asignando valores por una de las caras de la taba, de forma que cada agujero correspondiera sucesivamente con una letra. A partir de ahí, había que ir haciendo pasar un hilo por el agujero que representaba la letra que se estaba codificando. Cuando el destinatario recibía el mensaje, tenía que desenrollar el ovillo fijándose en los agujeros por los que iba pasando, pero siendo consciente de que iba a obtener las letras al revés, es decir, primero la última letra del mensaje y así sucesivamente. Era un método complicado y no sabemos si llegó a utilizarse en la práctica.

Los métodos de cifrado por trasposición se basan en mantener las letras que integran el mensaje, pero alterando su orden, de forma que resulten ininteligibles salvo que se sepa cómo restituir la ordenación correcta. Es posible que en la Antigüedad clásica se utilizaran métodos de este tipo, puesto que se encuentran en los manuscritos griegos medievales. Sin embargo, el método de encriptación por trasposición más elaborado de los conocidos en la Antigüedad es el de la escítala laconia, mencionado por varias fuentes a lo largo de la Antigüedad. Este método consistía en enrollar una tira de material de escritura en torno a un bastón o "escítala". Sobre la tira se escribía el mensaje y luego se desenrollaba, de forma que lo que se obtenía era una tira en la que aparecía una secuencia de letras que no tenía ningún sentido. Para poder leer el mensaje, el destinatario debía tener una escítala justo del mismo grosor y longitud, de forma que, una vez que se enrollara la tira sobre ella, las letras volvieran a ocupar su posición y el mensaje fuera otra vez legible.

No fueron estos los únicos procedimientos para transmitir información sensible en la Antigüedad. Habría que añadir las técnicas de comunicación a distancia, principalmente con fines militares, basadas en el uso de señales de fuego y de otros tipos. También se empleaba con este fin la estenografía o taquigrafía, la escritura mediante signos o abreviaturas, bien desarrollada tanto en el ámbito griego como en el romano.

Cualquier método era bueno cuando lo que estaba en juego era ganar una guerra o salvar el Estado.

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