En el 425 a.C. ya hacía seis largos años que Esparta y Atenas se enfrentaban en una guerra sin cuartel por convertirse en la potencia hegemónica de Grecia. La pugna entre las dos ciudades-estado había dividido el mundo heleno en dos grandes alianzas que se hacían la guerra sin descanso: la Liga del Peloponeso y la Liga de Delos.
Durante esos primeros años las operaciones siempre habían seguido un mismo patrón: los espartanos invadían el Ática y atacaban a los aliados de Atenas por tierra, y esta hacía incursiones por mar, donde su flota era invencible.
A cubierto de la tormenta
En verano del 425 a.C. una escuadra de 40 trirremes atenienses al mando de los estrategas Demóstenes, Eurimedonte y Sófocles se dirigió a la isla de Corcira en el noroeste de Grecia para salvar a sus habitantes del cerco de la flota espartana. De camino una tormenta les sorprendió a la altura de Mesenia, cuyos habitantes (los ilotas) habían sido esclavizados por Esparta, por lo que tuvieron que refugiarse en la bahía de Navarino.

Terminada en 1987 la Olympias es una fiel reconstrucción de las trirremes griegas que combatieron en la Guerra del Peloponeso y llevaron a los atenienses a la bahía de Navarino.
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Sin poder salir a mar abierto Demóstenes convenció a sus colegas de que ese era un lugar perfecto donde construir una base, pues la fortaleza de Pilos cerraba una de las dos entradas a la bahía y se podía defender fácilmente al estar solo conectada al continente por un estrecho istmo. Además desde allí se podía promover una revuelta de Ilotas que amenazara a Esparta en su territorio, y un puerto fortificado en Mesenia permitiría a Atenas amenazar todo el oeste de Grecia y mantener sus naves secas para que no se pudrieran durante el invierno

Las ruinas de la antigua fortaleza de Pilos fueron restauradas y reforzadas por Demóstenes. El castillo que se levanta actualmente en el lugar fue construido por los cruzados en 1287.
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Sus razones no convencieron a los otros dos estrategas, que preferían seguir con los parámetros de la misión, pero Demóstenes logró persuadir a los soldados, los cuales se apoderaron de la fortaleza abandonada y construyeron una empalizada con la que cortaron el acceso por tierra.
Enfrentados a un posible motín Eurimedonte y Sófocles no tuvieron más remedio que claudicar, dejando a 1.000 hoplitas y cinco galeras en Pilos con Demóstenes a fin de proteger esta nueva base, mientras ellos se dirigían con el resto a Corcira.
El asedio de Pilos
En Esparta cundió el pánico ante la noticia de que los atenienses habían desembarcado en Mesenia. Los ancianos de la Georusía temían que se produjera un levantamiento masivo en Mesenia, por lo que ordenaron regresar al ejército desplegado en el Ática para defender la patria.
De este modo la pequeña guarnición de Pilos quedó rodeada por los lacedemonios, que de inmediato asaltaron la fortaleza por tierra y mar. Pese a toda su fama la formidable falange espartana no pudo atravesar la empalizada, donde los atenienses se defendían con uñas y dientes protegidos por sus escudos. Al mismo tiempo los ataques de la flota quedaron neutralizados por el propio Demóstenes, que con un grupo de élite de 60 hoplitas acudía a los puntos donde desembarcaba el enemigo y lo arrojaba de vuelta a sus naves.

Equipado con casco y grebas de bronce, una coraza de tela o metal y un gran escudo de madera forrada de bronce el hoplita formaba la base de los ejércitos de Esparta, Atenas y las polis aliadas. Ánfora de figuras rojas descubierta en Caere, 480 a.C.
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Como no podían entrar en Pilos por la fuerza los espartanos decidieron rendir a Demóstenes por hambre, ocupando la vecina isla de Esfacteria. Por desgracia para los lacedemonios al cabo de unas semanas llegó la flota ateniense, que puesta sobre aviso había acudido a toda prisa desde Corcira.
Cuando alcanzaron Navarino las naves atenienses se encontraron con las entradas a la bahía cerradas por una línea de galeras espartanas, así que simularon huir y se escondieron en el islote de Prote. Tras navegar durante toda la noche las trirremes se presentaron de nuevo frente a Pilos la mañana del día siguiente, cogiendo a los espartanos por sorpresa con sus naves varadas en la playa.

La superior maniobrabilidad y velocidad de las naves atenienses les daba la ventaja en los combates navales. Dos trirremes se enfrentan en una naumaquia, pórtico del templo de Isis en Pompeya.
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Estos las arrastraron de vuelta al mar y se entabló una batalla dentro de la bahía. Cuenta Tucídides que tras tomar cinco naves enemigas los atenienses intentaron llevarse las que todavía estaban en la playa “atándolas a sus barcos y arrastrándolas hacia el mar a golpe de remo”, pero sus enemigos “se metieron en el agua con su armadura pesada” para impedirlo. En este tira y afloja los lacedemonios fueron finalmente vencedores y consiguieron salvar a la mayoría de su flota a base de cortar las cuerdas y acabar con todo ateniense que ponía un pie en tierra.
En una isla desierta
Este desigual combate le dio a Atenas el control de Navarino, y dejaba a 420 espartanos encerrados en Esfacteria con poca comida y menos agua. Los espartanos solicitaron un armisticio a fin de negociar su liberación, ofreciendo las 60 naves de su flota como garantía mientras Demóstenes supervisaba el envío de suministros.
Los embajadores espartanos fueron enviados a Atenas para exponer su caso ante la Asamblea, pero una vez allí se encontraron con la hostilidad del demagógico Cleón, quien se había hecho con el control de la ciudad a la muerte de Pericles durante una epidemia de peste. Este político encendió los ánimos de la ciudadanía, que desoyendo a pacifistas como Nicias exigió la entrega de los lacedemonios rodeados como rehenes, y la devolución de todas las plazas capturadas por el enemigo durante la guerra como primer paso para llegar a un acuerdo. Unas condiciones tan rigurosas eran inaceptables, y los enviados terminaron con las negociaciones y volvieron a Esparta.

Al controlar las dos entradas a la bahía de Navarino la isla de Esfacteria (en la imagen) era la llave del control de este gran puerto natural, además en sus playas se podrían refugiar las naves de Atenas si el ejército espartano acampaba al otro lado de la bahía.
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Los atenienses se apoderaron entonces de las naves enemigas a traición aduciendo que los lacedemonios habían atacado Pilos durante la tregua, y con ellas rodearon Esfacteria para que no llegaran alimentos. Pese a ello los espartanos consiguieron mantener a sus camaradas con vida usando métodos muy ingeniosos. Primero enviaron a buzos a través de la bahía con bolsas de lino llenas de una pasta de miel y semillas de amapola, y luego ofrecieron la libertad a todos los ilotas que consiguieran llevar comida a la isla, los cuales cruzaban con botes de remos en los días que el viento impedía a los atenienses patrullar los estrechos.

Gracias al apoyo del ejército espartano desplegado en tierra Epítadas consiguió mantener el control de la isla durante meses. Ánfora del pintor Antimenes, 520-500, Museo Arqueológico de Milán.
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Mientras se decidía su suerte la guarnición dedicó el tiempo a consolidar la posición, construyendo un campamento en medio de la isla, un fuerte en una colina frente a Pilos y un puesto avanzado en el extremo opuesto. Además su comandante Epítadas racionó los alimentos para resistir hasta el invierno, momento en el que la flota enemiga se vería obligada a retirarse a causa del mal tiempo.
Esto trastocaba los planes de Cleón de conseguir una gran victoria que cimentara su posición como el nuevo hombre fuerte de Atenas, de modo que se hizo con el mando de un contingente de soldados aliados para resolver de una vez por todas el asunto.
Esparta humillada
Reforzado por Cleón, Demóstenes mandó un ultimátum al campamento enemigo, pero los orgullosos lacedemonios le respondieron con una negativa. Para desgracia de la guarnición se desató entonces un incendio en la isla que arrasó todos su bosques y arbustos, privándoles de cobertura antes del ataque final.

Choque entre hoplitas en el vaso Chigi (mediados de siglo VII), tras la primera fila de combatientes un flautista marca el paso de marcha y transmite las órdenes de los oficiales. Museo Nacional Etrusco de Villa Giulia, Roma.
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Al día siguiente los atenienses desembarcaron en Esfacteria con un contingente de 800 hoplitas reforzados por 1.600 arqueros y peltastas (un tipo de soldado ligero equipado con escudo y jabalina). El puesto avanzado fue atacado mientras los soldados dormían y capturado sin apenas lucha. A tener una mayor experiencia en batalla Demóstenes asumió el mando del ejército, y dado que la falange espartana nunca había sido derrotada en campo abierto, evitó el choque cuerpo a cuerpo atrayendo a los espartanos al combate con sus hoplitas mientras les envolvía con los tiradores.

Los arqueros de Demóstenes fueron claves en la derrota de la falange espartana; sin armadura ni escudo podían disparar y luego alejarse de los pesados hoplitas. Imagen de un arquero grabado en un escarabeo de Calcedonia fabricado hacia el 500 a.C. Museo Metropolitano de Arte, Nueva York.
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Ralentizados por sus armaduras y escudos de bronce los espartanos no podían llegar hasta los peltastas y arqueros, que huían a través del rocoso terreno de Esfacteria y les disparaban de nuevo al cabo de pocos metros. Tras haber perdido a varias decenas de hombres, Epítadas se retiró al fuerte para una última resistencia.
Allí los espartanos aguantaron los disparos y varias cargas del enemigo, que se veía perjudicado por lo estrecho del acceso y las empinadas laderas de la colina. Finalmente fueron derrotados por la intervención del líder de los rebeldes mesenios, quien descubrió a Demóstenes un camino secreto que llevaba al fuerte, por donde dirigió un contingente de tropas ligeras hasta el interior de la fortificación.

Combate entre hoplitas en una pieza del pintor Lydos (560-550 a.C. ), Museo Nacional Etrusco de Villa Giulia, Roma.
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Así en palabras de Tucídides “los espartanos tomados entre dos fuegos como en las Termópilas, siendo atacados por el frente y la espalda, empezaron a desmoronarse, y superados por las circunstancias y la falta de comida se retiraron”. Magnánimamente Demóstenes “percibiendo que si daba un paso más aniquilaría al enemigo, puso fin a la batalla y contuvo a sus hombres”, aceptando la rendición del enemigo ante el asombro de toda Grecia, donde se creía que “ni el hambre ni la fuerza podían obligar a los espartanos a entregar las armas”.

Derrota de un hoplita en una lápida funeraria ateniense del 390 a.C. Museo Metropolitano de Arte, Nueva York.
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Aunque esta victoria no cambió el curso de la contenida supuso un golpe durísimo contra el prestigio de Esparta, cuyo ejército dejó de considerase invencible; Cleón logró transformarla en rédito político asegurandose el control de las votaciones y continuando con la guerra hasta encontrar la muerte en la desastrosa batalla de Anfípolis. Finalmente sería Nicias quien lograría la paz entre Esparta y Atenas en el 421, en un breve interludio en el que los combates siguieron contra los aliados de ambas.
Fue ese año cuando los 292 espartanos capturados en Esfacteria fueron finalmente liberados. Entre ellos se encontraban 120 ciudadanos (espartiatas) que por su deshonra fueron excluidos de la vida pública y tuvieron que coserse parches de colores en sus icónicas capas rojas, para recordar a todo el mundo que habían sido los primeros lacedemonios en rendirse en la gloriosa historia de su ciudad.