En la mitología nórdica hallamos de hecho abundantes ejemplos de mujeres guerreras. Las más famosas son por supuesto las Valquirias que se llevaban a los muertos en combate al Valhalla, las cuales observaban los combates para decidir quien era merecedor de entrar en el salón de Odín.
Al mismo tiempo entre los dioses se contaban numerosas guerreras, entre ellas ninguna tan famosa como Freya, asociada también con el amor y la fertilidad. Esta diosa había combatido a Odín en el conflicto de los aesir contra los vanir, y aparece equipada con armadura, escudo y lanza. Su importancia en la guerra era tal que de hecho la mitad de los muertos en combate no iban al Valhalla, sino que Freya los acogía en su reino de Folkvangr.

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Las Valquirias elegían a los héroes más destacados que morían en batalla y se los llevaban al Valhalla o al Folkvangr, donde combatían eternamente en presencia de los dioses. Pintura al óleo de Robert Alexander Hillingford (1825-904), colección privada.
Bonhams, London, UK / Bridgeman Images
La figura de la mujer guerrera fue así algo aceptado en la sociedad vikinga al imitar los actos de sus propios dioses, estas skjaldmær o escuderas fueron minoría en los ejércitos norses, pero algunas alcanzaron tanta fama que fueron inmortalizadas en relatos que cantaban los escaldos.
Protagonistas de las sagas
La fuente principal sobre las vidas de estas escuderas es la Gesta Danorum del historiador danés Saxo Grammaticus, escrita a finales del siglo XII. En ella se reúnen numerosas historias de grandes héroes vikingos del pasados, entre ellos mujeres que “se vestían como hombres y pasaban cada minuto entrenándose para el combate […] endureciendo el cuerpo y el espíritu con ejercicios y pruebas, rehusando la flexibilidad propia de las jóvenes y actuando con una implacabilidad más propia de los hombres”.

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Muerte de una escudera en una edición de la Gesta Danorum publicada en 1898 e ilustrada por Louis Moe.
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El ejemplo más antiguo que nos proporciona Saxo es el de las nobles que participaron con sus huestes en la batalla de Brávellir del siglo VIII, en los albores de la época vikinga. El cronista danés cuenta en efecto que “presentes había las escuderas Visna y Heidr, las cuales habían venido cada una con un gran ejército para ayudar al rey Harald”. En la batalla estas dos nobles se distinguieron combatiendo junto a sus hombres, y Heidr fue recompensada con la isla de Selandia.
Sin embargo la heroína por excelencia de Grammaticus es Lagertha, esposa y aliada del mítico héroe Ragnar. La historia de esta luchadora empieza mal, con la muerte de su abuelo (soberano de Noruega) a manos del rey de Suecia, que la encierra junto con las otras mujeres del fallecido en un burdel. De allí es rescatada por Ragnar, quien quiere convertirse en señor de Noruega al mando de un gran ejército. Lagertha para vengarse se une al combate contra los suecos “luchando en primera línea entre los más valientes con el pelo suelto”.

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Un oso y un perro guardan la puerta de la casa de Lagertha para ahuyentar a sus posibles pretendientes, grabado de Louis Moe, 1898.
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El impresionado Ragnar le pide matrimonio, pero primero debe matara un oso y un perro que ella ha puesto ante la puerta de su casa para ponerlo a prueba. El matrimonio durará poco y se disolverá cuando Ragnar se encapriche de otra mujer llamada Thora, por lo que Lagertha acaba casándose de nuevo con otro rey. Con todo seguirá amando al héroe, y cuando éste pierda su corona a causa de otra invasión, acudirá en su ayuda atacando al enemigo por detrás durante la batalla. Al final acabará asesinando a su segundo marido y convirtiéndose en Jarlskona o reina.
Escuderas legendarias
Otra destacada figura que aparece tanto en Saxo como en una crónica irlandesa es la de Rusla Inghen Ruaid (Doncella Roja), la hija de un rey noruego que se escapa de casa para hacerse pirata con su amiga o hermana Stikla, huyendo de un matrimonio concertado con on hombre al que no quiere. Desde su base fortificada las dos lanzarán numerosas incursiones contra Irlanda, Gran Bretaña y Dinamarca al mando de una flota de drakkars, siendo finalmente muertas a manos del hermano de Rusla tras una vida de libertad y saqueos.

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Rusla se prepara para la batalla en una ilustración de Louis Moe, 1898.
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Pero estas heroínas no solo aparecen en Escandinavia, sino que las colonias vikingas del Atlántico también la cuentan entre sus leyendas. En las sagas de Erik el Rojo y los Groenlandeses aparecen por ejemplo dos mujeres que participan en la exploración de la tierra de Vinland (Nueva Escocia) en el actual Canadá. La primera, llamada Gudird, participa junto con su esposo Throfinn en la creación del primer asentamiento en el continente americano, donde a da a luz a su hijo Snorri, el primer europeo nacido en Norteamérica.
Freydis por su parte es una mujer de armas tomar, la fiera hija del descubridor de Groenlandia Erik el Rojo. También acompaña a su marido en la fundación de una colonia en Vinland, pero esta vez el relato es mucho más sangriento, empezando con el asesinato de los socios de la empresa para quedarse con su nave, en la que ella participa matando a las mujeres con un hacha. Más tarde en una de las numerosas escaramuzas con los indígenas los vikingos huyen, pero Freydis (que encima está embarazada) les hace frente en solitario golpeándose el pecho desnudo con la parte plana de la espada y ahuyentándolos a gritos.

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El asentamiento de Anse aux Meadows en Terranova es el primer yacimiento vikingo descubierto en suelo canadiense.
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Si bien estas sagas son fundamentalmente relatos míticos, escritos por autores cristianos al cabo de cientos de años de los hechos, no dejan de contener una parte de verdad como muestran los restos vikingos hallados en el Nuevo Mundo. Además la participación de las mujeres en la guerra es confirmada por otras fuentes como el autor bizantino Juan Skylitzes, quien describe la sorpresa de los griegos al encontrarse con mujeres armadas entre los vikingos muertos durante el asedio de Doroloston del 971 a.C.
Iguales a los hombres?
Con todo no podemos confundir su participación en los combates como un signo de paridad, dado que la situación jurídica de la mujer vikinga dejaba mucho que desear. Aunque sí poseía propiedad privada y la podía transmitir a sus hijos al morir, su vida quedaba bajo el control de su marido o padres, quienes la casaban con quien quisieran sin que ella pudiera negarse.

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Si bien algunas mujeres participaban en invasiones y guerras la mayoría permanecían en casa cuidando de la familia, los campos y el negocio.
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Tampoco contaba con derechos tan esenciales como testificar o poner denuncias ante un tribunal, ni se podían dirigir a la comunidad cuando esta se reunía en el gran salón para tomar decisiones que afectaban a toda la comunidad. Naturalmente hubo reinas con poder, pero fue más por circunstancias excepcionales como la minoría de edad del heredero, del que hacían de regente como Olga de Kiev tras el asesinato de su marido.
Si bien se podían divorciar en cualquier momento y mantenían la propiedad de sus tierras su participación en el ejército dependía del permiso de sus padres, hermanos o maridos, los cuales normalmente preferían que se quedaran en casa cuidando de los hijos y el negocio.
La evidencia arqueológica
Pero, ¿hay algo de cierto en todas estas sagas? Solo los restos materiales encontrados en las necrópolis vikingas pueden responder a esta incógnita, pero por suerte contamos con algunas pruebas de que en efecto existieron estas escuderas.

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Dibujo de la tumba de la guerrera de Birka: una espada y una hacha flanquean al cuerpo mientras que a sus pies se pueden ver los los huesos de dos caballos.
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La más conocida es la llamada guerrera de Birka, una mujer vikinga enterrada en una pequeña isla cercana a Estocolmo. En su tumba se encontraron varias armas que demostraban su vocación guerrera y que llevaron a que se la identificara como hombre cuando fue descubierta en 1880. El arsenal de esta escudera se componía de un arco con su carcaj lleno de flechas, una lanza, una hacha barbada, una espada de hoja ancha y un escudo remachado en hierro. A sus pies encontraron también una yegua y un caballo.
Su identificación como mujer tuvo lugar en 2017 gracias a la extracción del ADN de un radio y un diente canino, los cuales confirmaron las sospechas de los arqueólogos confirmando que se trataba de una mujer de treinta años.

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Una de las espadas vikingas descubiertas en Repton, Museo de Salisbury.
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Otras excavaciones han aportado más evidencias sobre este fenómeno tan particularmente vikingo. En Inglaterra se excavó un importante cementerio vikingo en los alrededores de Repton, encontrándose esqueletos de mujeres con marcas de heridas recibidas en batalla, enterradas junto con numerosos guerreros en una fosa común. En otra necrópolis cercana hallada en Heath Wood apareció una mujer de entre 25 y 45 años, enterrada con su hijo de cuatro junto a una espada y un escudo del que solo se conserva su centro de hierro.
Noruega también ha proporcionado algunas sepulturas de escuderas en los yacimientos de Kaupang y Asnes. En ellos los arqueólogos han desenterrado cabezas de hacha y protectores de escudo en tumbas de mujeres acompañados de broches ovalados, y bajo un túmulo se encontró el esqueleto de una mujer rodeada por una espada, una punta de lanza, cinco flechas y una piedra de afilar hecha con pizarra.
Todos estos restos muestran que si bien no muy numerosas sí existían mujeres guerreras, las cuales por su inferior fuerza física combatirían como arqueras y lanzadoras de jabalinas tras el muro de escudos, contraatacando contra el enemigo en caso de que rompiera la línea.

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El barco funerario de Oseberg mide más de 22 metros y se puede visitar en el Museo de Barcos Vikingos de Oslo.
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Curiosamente el enterramiento femenino más espectacular, un barco vikingo hallado intacto dentro de un túmulo funerario en Oseberg, no es el de una escudera vikinga, sino que pertenece a una noble rica y poderosa que fue enterrada con todos sus tesoros y una joven esclava de veinte años sacrificada para acompañarla al otro mundo.

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Entre las obras de arte encontradas dentro del barco destaca este dragón de madera finalmente tallado
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El fabuloso ajuar de esta vikinga muerta hacia el 850 incluye un carro, doce caballos, telares, varias camas, cofres llenos de tapices y abundante comida con sus ollas y cazos. Esta mujer debía poseer un alto estatus, quizás ser una Jarlskona, pero no fue enterrada con ningún arma. Por el contrario sí que abundan en su sepultura bellos tapices y piezas de madera labrada, que demuestran que para tener poder en la sociedad vikinga no siempre se debía seguir el camino de la guerra.