¿Profecía o mala suerte?

El escritor que “predijo” el hundimiento del Titanic en una novela

Catorce años antes del hundimiento del Titanic, el escritor Morgan Robertson escribió una novela sobre un naufragio muy similar. Se habló de maldición e incluso se dijo que el autor tenía visiones del futuro, pero ¿qué hay de cierto en todo ello?

Morgan Robertson

Morgan Robertson

Morgan Robertson, autor de la novela "El hundimiento del Titán: O la inutilidad".

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En 1898, catorce años antes del hundimiento del RMS Titanic, se publicó por primera vez la novela El hundimiento del Titán: O la inutilidad, del escritor estadounidense Morgan Robertson. La historia hablaba del naufragio de un transatlántico considerado insumergible debido a la colisión con un iceberg y de la muerte de casi todos sus pasajeros por culpa de la falta de botes salvavidas.

El libro pasó bastante desapercibido hasta que, la madrugada del 15 de abril de 1912, se hizo realidad con el hundimiento del Titanic. Entonces los medios de comunicación se fijaron en las numerosas similitudes entre la historia ficticia y la real: se habló de maldición, de profecía e incluso se dijo que Robertson tenía visiones del futuro ya que, según él, había creado la trama a partir de un sueño que tuvo.

Esta historia y su supuesta maldición han vuelto a emerger en primer plano debido a la desaparición de un sumergible extraviado mientras realizaba una visita turística al Titanic y su rescate contra el reloj para salvar a los pasajeros: dicho sumergible, para más inquietud, se llama Titan, como el barco que centra la novela de Robertson. ¿Pero qué hay detrás de esta supuesta maldición?

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Morgan Robertson, de marinero a novelista

Nacido en 1861, Morgan Robertson se unió a la marina mercante cuando tenía solo 15 años y trabajó en ella hasta los 37 o 38. Tras retirarse se dedicó a otras ocupaciones, principalmente la de escritor. En 1905 inventó un prototipo de periscopio para submarinos, aunque le fue negada la patente porque tres años antes ya se había inventado un modelo distinto.

Aunque sus obras le daban para vivir, hasta la desgracia del Titanic nunca fue un escritor famoso. Muchas de sus obras se inspiraban en su vida como marinero, como El destructor submarino (en el que describía el uso del periscopio) o la novela por la que saltó a la fama: El hundimiento del Titán: O la inutilidad, publicada en 1898. También escribió una historia titulada Primordial. Las Tres Leyes y la Regla de Oro, cuya trama es muy similar a la novela posterior de Henry De Vere Stacpoole La laguna azul, adaptada al cine en varias ocasiones.

El hundimiento del Titan

El hundimiento del Titan

Primera edición de la novela, publicada en 1898 y en un principio titulada simplemente "Futility" ("La inutilidad").

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La novela que nos ocupa describe el viaje de un transatlántico llamado Titan que viaja desde Nueva York hacia Irlanda, en la ruta inversa que hacía el Titanic durante su viaje inaugural. Tras chocar con un iceberg el barco se hunde y solo 13 personas sobreviven. El libro saltó a la fama catorce años después de su publicación por las similitudes entre su historia y la tragedia real. Además, el autor dijo haberse inspirado en un sueño que tuvo para escribir el argumento: la trama estaba servida para que los medios de comunicación hablaran de profecías y maldiciones.

¿Profecía o casualidad?

La novela de Robertson tiene ciertamente coincidencias inquietantes con la realidad, empezando por el nombre tan similar de los barcos. Hay muchas otras: el tamaño y diseño del Titan son muy similares a los del Titanic (aunque este último era algo más largo, 267 metros frente a los 244 del Titan), ambos llevan botes salvavidas insuficientes y ambos se hunden en abril.

No obstante, también hay diferencias notables: en la novela, el barco choca con el iceberg debido a las condiciones adversas de navegación y casi todos los que van a bordo (unos 3.000) mueren, mientras que en el Titanic sobrevivieron alrededor de 700 personas, que representaban entre una cuarta y una tercera parte entre tripulantes y pasajeros.

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Por otra parte, que Robertson hubiera imaginado una trama catastrófica a partir de un sueño no es tan sorprendente, ya que él mismo habría vivido muchas situaciones de peligro y era normal que tuviera pesadillas sobre esto; además, tenía problemas para dormir y tomaba somníferos. Aun así el rumor de su "don profético" resurgió después del ataque japonés a Pearl Harbor en diciembre de 1941, ya que había descrito una situación similar en otra de sus novelas, Más allá del espectro.

Coincidencias no tan extrañas

Más allá de la semejanza en los nombres de los barcos, las coincidencias entre la realidad y la ficción no deberían de resultar tan sorprendentes. Robertson había pasado más de 20 años en el mar y tenía un gran conocimiento sobre los barcos y los peligros de la navegación. Los naufragios eran una tragedia relativamente común en aquellos tiempos y los icebergs eran una amenaza siempre presente para cualquiera que navegase a ciertas latitudes.

Aunque aún no se habían construido barcos tan grandes, las mejoras en la construcción y el diseño de barcos permitían imaginar que pronto sería posible: solo ocho años después de la publicación de la novela, la Cunard Line construyó los barcos RMS Lusitania y RMS Mauretania, casi tan grandes como el Titanic y el Titan.

En cuanto a la falta de botes salvavidas, aunque una gran falta de previsión, tampoco resulta sorprendente. En aquella época, la regulación marítima establecía el número de botes obligatorios en función del tonelaje de la nave, no del número de pasajeros: tanto el Titanic (que llevaba 20 de ellos) como el Titan (que en la novela lleva 24) cumplían esta norma.

Que ambos se hundan en abril tampoco es tan extraño ya que ese mes marca el inicio de la temporada de navegación, puesto que las condiciones climáticas empiezan a mejorar (aunque sigue existiendo el riesgo de tormentas). De hecho, el Titanic se hundió en parte debido a que el mar estaba tan en calma que los vigías no pudieron notar las olas chocando contra el iceberg. La temporada de navegación a principios del siglo XX solía ser bastante corta – de primavera a verano – por lo que la probabilidad de “acertar” el mes del desastre era de una entre seis.

Así pues, más que de maldición o de profecías, se podría decir que Robertson imaginó el peor escenario posible en su novela y que la tragedia del Titanic demostró que podía hacerse realidad.