Eran conocidas como "mujeres de confort"

Las esclavas sexuales del ejército imperial japonés durante la Segunda Guerra Mundial

Con la promesa de una vida mejor, el Ejército Imperial Japonés reclutó mujeres, principalmente chinas y coreanas, prometiéndoles trabajo y bienestar, para convertirlas más tarde en esclavas sexuales, algo que alcanzó cotas inimaginables durante la Segunda Guerra Mundial. La mayoría murió en sórdidos prostíbulos tras sufrir todo tipo de vejaciones a manos de sus secuestradores o víctimas del suicidio para evitar tanto dolor.

Mujeres y niñas de origen chino y malayo esclavizadas por los japoneses en Penang durante 1945.

Foto: PD

Por desgracia, muchos fueron los crímenes cometidos por ambos bandos en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial, pero también es cierto que algunos de ellos destacan por su grado de brutalidad extrema. Ese es el caso de los abusos cometidos por el Ejército Imperial Japonés contra las mujeres de los países ocupados, muchas de las cuales fueron víctimas de maltrato y vejaciones cometidos contra su dignidad e incluso su humanidad. Estas mujeres fueron definidas por los nipones como ianfu, palabra que significa "mujeres de confort" (el término coreano para referirse a ellas es eianbu). De hecho, miles de mujeres y niñas procedentes de numerosos países asiáticos, como Corea, China y el propio Japón, fueron secuestradas y obligadas a actuar como esclavas sexuales en prostíbulos militares japoneses durante toda la contienda.

Un engaño a gran escala

Pero la figura de las llamadas "mujeres de confort o de consuelo" surgió mucho antes de que Japón participase en la Segunda Guerra Mundial. En el país, esta práctica se llevaba a cabo desde la Edad Media como una medida implantada para impedir que los soldados, en el transcurso de operaciones de conquista y asalto, violaran sistemáticamente a la población civil femenina. Lo habitual era que fueran las propias autoridades de las poblaciones ocupadas las que se encargasen de organizar servicios sexuales con prostitutas profesionales (karayuki-san) como medida de protección hacia el resto de mujeres. Aunque, de hecho, el tráfico organizado de mujeres en el continente asiático empezó alrededor de 1870, no sería hasta 1919 cuando, tras la abolición de la prostitución por parte del gobierno japonés, la práctica del trafico de mujeres para ejercerla se convirtió en una autentica lacra para el país.

Lo habitual era que fueran las propias autoridades de las poblaciones ocupadas las que se encargaban de organizar servicios sexuales con prostitutas profesionales (karayuki-san) como medida de protección hacia el resto de mujeres.

Anuncio de la prensa japonesa, publicado en el año 1944, en el que se solicitaban "mujeres de confort".

Foto: PD

Grilletes procedentes de uno de los centros de reclusión.

Foto: PD

El historiador alemán Bernd Stöver, especialista en temas de la Segunda Guerra Mundial, cree que el número de mujeres secuestradas para estos fines antes del conflicto pudo ser de 200.000, pero después ese número pudo haberse incrementado hasta alcanzar las 400.000. Las víctimas de este horrendo tráfico eran sobre todo mujeres y niñas de entre doce y veinte años procedentes de Vietnam, Taiwán, China, Malasia, Filipinas y Corea, que, engañadas con falsas promesas, eran subidas a barcos mercantes para acabar hacinadas en burdeles denominados eufemísticamente "estaciones de consuelo" o "centros de solaz". Tras la salvaje actuación del ejercito imperial japonés durante la masacre de Nanking en 1937, donde miles de muchachas de todas las edades fueron violadas y torturadas, el mando militar japonés decidió traer desde Japón a profesionales del sexo para intentar poner freno a la brutalidad de los soldados con las civiles chinas. Pero descontentos por no poder excederse con las mujeres traídas desde Japón, los soldados japoneses decidieron no acudir a estos prostíbulos "oficiales" y prefirieron salir de nuevo a la calle a seguir violando a mujeres chinas a cambio de perdonarles la vida.

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Prostituirse o morir

Con la situación desbordada y el prestigio del ejercito japonés seriamente dañado, el alto mando decidió tomar una decisión que afectaría gravemente a los derechos más elementales de las mujeres de los países ocupados: convertir a miles de ellas en esclavas sexuales. Estas mujeres, obligadas a ejercer la prostitución contra su voluntad, y cuyas vidas se vieron completamente destruidas, tuvieron que soportar además insultos y vejaciones por parte de los militares japoneses que las calificaron de "retretes públicos". De todos los países afectados, China fue el país ocupado que más sufrió la política de las "mujeres de confort". En el gigante asiático se sucedieron secuestros y amenazas de muerte a los familiares de las jóvenes. Muchas eran seleccionadas tras la masacre de alguna de aldea, y sus condiciones de vida eran absolutamente infernales. Además de verse sometidas a actos sexuales ignominiosos y vejatorios, eran torturadas hasta extremos absolutamente inhumanos.

Estas mujeres, obligadas a ejercer la prostitución contra su voluntad, y cuyas vidas se vieron completamente destruidas, tuvieron que soportar además insultos y vejaciones por parte de los militares japoneses que las calificaron de retretes públicos.

Contrato de reclutamiento para "mujeres de confort" emitido el 4 de marzo de 1938.

Foto: PD

Entrada de uno de los burdeles donde ejercían la prostitución contra su voluntad las "mujeres de confort".

Foto: PD

También Indonesia, tras su ocupación en el año 1942, se vio seriamente afectada por la prostitución forzosa. La población femenina del archipiélago sufrió, así, la misma espantosa suerte que la de otros países conquistados por los japoneses. Fueron numerosos los burdeles distribuidos por todo el país, algunos ubicados en hoteles de lujo y clubes nocturnos, e incluso hubo uno, el prostíbulo de Kalijati, camuflado en un aeródromo. Muchos de estos prostíbulos fueron regentados por hombres de negocios occidentales, que vieron en estos establecimientos una oportunidad de oro para enriquecerse. Debido a la alta tasa de mortalidad causada por la malaria en Indonesia, cada soldado japonés destinado en el archipiélago recibía un manual titulado Libro de bolsillo de higiene de áreas tropicales en el que se explicaba cuál era la mejor manera de no enfermar y de escoger a una prostituta.

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Ninguna mujer estaba exenta

Tampoco las mujeres europeas que vivían en las áreas ocupadas por el ejército imperial japonés estuvieron exentas de tales vejaciones. Por ejemplo, los japoneses quedaron fascinados con las mujeres holandesas que vivían en Indonesia, muchas de ellas rubias y con los ojos azules, a las que consideraron sumamente exóticas. Por este motivo algunas recibieron un trato especial y fueron consideradas "prostitutas de lujo", lo que conllevó un mejor trato: comida más abundante y baños con agua caliente. Pero no todas recibieron ese trato. Muchas eran deportadas a campos como los de de Ambarawa y Semarangm, al norte de Java, donde se las obligaba a ejercer la prostitución, y en muchos casos eran violadas y asesinadas. La mayoría de mujeres que fueron forzadas a prostituirse no vivieron para contarlo. Muchas de ellas fueron asesinadas por sus captores, e incluso llegaron a suicidarse para dejar de sufrir. Una mujer que tuvo la suerte de salir con vida de aquel infierno fue la coreana Ok-Seon Lee, quien quiso narrar su historia para dar visibilidad a las atrocidades sufridas por mujeres como ella. Tras ser secuestrada por dos hombres mientras iba por la calle, Ok-Seon pasó toda la guerra de prostíbulo en prostíbulo viviendo en condiciones infrahumanas. La superviviente de aquel horror dijo de aquellos centros que "no eran un lugar para humanos, eran un matadero".

Los japoneses quedaron fascinados con las mujeres holandesas, muchas de ellas rubias y con los ojos azules, a las que consideraron sumamente exóticas. Por este motivo algunas recibieron un trato especial y fueron consideradas prostitutas de lujo.

Un grupo de "mujeres de confort" son liberadas por el ejercito norteamericano en Okinawa.

Foto: Cordon Press

Un oficial del ejercito británico entrevista a una niña china tras su liberación de un prostíbulo.

Foto: PD

Retrato de una "mujer de confort" de Indonesia, llamada Jan O'Herne, tomado en Bandoengan, Java, poco antes de ser internada junto a su madre y sus dos hermanas en un prostíbulo de Java el 8 de marzo de 1942.

Foto: PD

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, aquel terrible capitulo de la historia fue uno de los que fueron juzgados por los tribunales en el conocido como Juicio de Tokio, y décadas más tarde fue denunciado por numerosas organizaciones defensoras de los derechos humanos. Pero aun a día de hoy se desconoce el número real de mujeres que sufrieron aquellas humillaciones. La principal razón de este desconocimiento se debe a que, ante la inminencia de la derrota, el ministro de guerra japonés ordenó quemar cualquier documento que pudiese resultar incriminatorio para su país. Con ese objetivo, el 14 de agosto de 1945, el comandante del Kempentai, la policía militar japonesa, envió las instrucciones pertinentes para que se procediera a la destrucción de cualquier documentación que pudiera involucrarles en esos casos.

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Hideki Tōjō durante los Juicios de Tokio.

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Una disculpa que no llega

El 28 de diciembre de 2015, los ministros de Relaciones Exteriores de Japón, Fumio Kishida, y su homólogo coreano, Yun Byung-se, alcanzaron un acuerdo mediante el cual Japón se comprometía a entregar mil millones de yenes (unos 7,5 millones de euros aproximadamente) al gobierno de Corea del Sur, una suma que debería servir para la creación de un fondo de ayuda para las mujeres víctimas de la esclavitud sexual durante la guerra. Pero este acuerdo no satisfizo a todo el mundo. Según el Consejo Coreano de las Mujeres Reclutadas para la Esclavitud Sexual del Ejército, "Corea del Sur y Japón firmaron un acuerdo que carece de las apropiadas disculpas y compensaciones. Al fin y al cabo, este acuerdo es simplemente económico y solo sirve como soborno para que el gobierno coreano silencie el tema. Japón ni siquiera ha pedido disculpas a las víctimas".

En 2015, Japón y Corea alcanzaron un acuerdo por el que Japón se comprometía a entregar la suma de mil millones de yenes al gobierno de Corea del Sur para la creación de un fondo de ayuda para las mujeres víctimas de la esclavitud sexual durante la guerra.

Estatuas conmemorativas en Hong Kong dedicadas a las miles de mujeres que fueron esclavizadas sexualmente durante la Segunda Guerra Mundial.

Foto: PD

En la actualidad existe en Japón una corriente de pensamiento, que algunos ha llegado a calificar de "revisionista", que trata de desmentir cualquier acusación vertida contra la actuación japonesa durante la Segunda Guerra Mundial. En su mayoría, esta corriente es seguida por jóvenes japoneses que dicen estar cansados de tener que pedir perdón a China y a Corea por todo lo que sucedió en el transcurso de la guerra. Incluso políticos como Shinzo Abe (primer ministro japonés hasta septiembre de 2020) han negado tanto la existencia de esos centros como el hecho de que miles de mujeres fueran obligadas a mantener relaciones sexuales en contra de su voluntad. Por su parte el gobernador de Osaka, Toru Hashimoto, sin negar la existencia de esos centros de prostitución forzosa, dijo en 2007 que fueron necesarios para que mantener la disciplina de los soldados, y el exjefe de las fuerzas aéreas de Japón, Toshio Tamogami, afirmó en su momento que las atrocidades cometidas por las tropas niponas solo son "mentiras e invenciones". Es evidente que no siempre resulta fácil reconocer el pasado.