Piloto y emprendedor

Enzo Ferrari, el mecánico que se convirtió en un mito del automovilismo

Criado entre motores, Enzo Ferrari pasó de ser un mecánico a dirigir su propia escudería de competición y, más adelante, una de las marcas de coche más prestigiosas del mundo. Esta es la historia de la creación de la escuderia más famosa del mundo del automovilismo.

Enzo Ferrari 1920

Enzo Ferrari 1920

Enzo Ferrari en 1920 al volante de su Alfa Romeo de carreras.

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Desde muy pequeño, Enzo Ferrari sintió la llamada de la velocidad: a los 10 años su padre Alfredo lo llevó a ver una carrera de coches cerca de su ciudad natal, Módena; desde ese momento el joven Enzo quedó fascinado por el mundo del automovilismo y, en particular, por la competición. A pesar de que la vida no se lo puso fácil, se abrió camino hasta lo más alto del mundo del motor, dirigiendo su propia escudería y más adelante una de las marcas de coches más prestigiosas del mundo.

Su tenacidad y determinación estaban representadas perfectamente por su símbolo, el cavallino rampante, la silueta de un caballo encabritado que le cedió la madre de un aviador legendario de la Primera Guerra Mundial, asegurándole que le traería suerte. Y no hay duda de que acertó.

18  Enzo Ferrari (CC)

18 Enzo Ferrari (CC)

Enzo Ferrari posa junto con su mecánico Eugenio Siena, al volante del Alfa Romeo con el que ganó la Copa Acerba en julio de 1924.

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Piloto, periodista o cantante de ópera

Enzo Ferrari nació el 20 de febrero de 1898 en Módena, aunque él siempre aseguró que su cumpleaños era el 18: según la historia que le gustaba contar, una nevada impidió a su padre registrar su nacimiento hasta dos días después; una historia algo dudosa, puesto que su madre le enviaba cada 20 de febrero una postal de cumpleaños.

Su padre Alfredo dirigía una pequeña empresa de material ferroviario, pero su verdadera pasión eran los coches. Cuando su hijo tenía 10 años lo llevó a ver una carrera cerca de Módena y desde ese momento el joven Enzo tuvo claro que quería ser una de estas tres cosas: piloto de coches, periodista deportivo o... cantante de ópera. Probó suerte primero con la segunda opción, escribiendo algunas crónicas en el diario milanés Gazzetta dello Sport cuando tenía 16 años.

Enzo Ferrari de joven

Enzo Ferrari de joven

Enzo Ferrari de joven

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Su padre habría querido que estudiase ingeniería, pero la vida de la familia Ferrari, como la de tantas otras, se vio truncada por la Primera Guerra Mundial. En mayo de 1915 el país entró en el conflicto declarando la guerra a Austria; ese mismo año Alfredo Ferrari murió de pulmonía y al año siguiente su hijo Dino, dos años mayor que Enzo, se alistó como voluntario y murió en batalla.

Un año después Enzo fue llamado a filas, pero contrajo una pleuritis y fue apartado del frente de batalla. De su regimiento de artillería se llevó, no obstante, una preciosa carta de recomendación de parte de su coronel, que apreciaba su talento como mecánico.

De mecánico a piloto de carreras

Terminada la guerra y con su carta de recomendación en mano, Enzo Ferrari empezó a buscar trabajo en el mundo que más le apasionaba, el de los automóviles. Comenzó por la FIAT, el gigante italiano en el sector de los transportes, que producía no solo coches y camiones sino también componentes ferroviarios y de aviación. Se presentó en su sede de Turín para pedir trabajo, pero se llevó su primer golpe al ser rechazado y estuvo a punto de tirar la toalla; solamente el encuentro con su futura mujer Laura Garello le convenció para quedarse en la capital piamontesa. Finalmente encontró trabajo como mecánico en una pequeña empresa que se dedicaba a desmontar carrocerías.

Enso Ferrari Targa Florio 1922

Enso Ferrari Targa Florio 1922

Enzo Ferrari compitiendo en la Targa Florio de 1922.

Bibliothèque nationale de France

Al año siguiente, durante un viaje a Milán, le llegó una gran oportunidad en la CMN, una empresa que fabricaba coches de competición y de la cual era socio su amigo Ugo Sivocci, quien ofreció a Ferrari un empleo como piloto. Sus primeros resultados no fueron muy brillantes, pero aun así, al año siguiente consiguió dar el salto a una de las empresas más prestigiosas del sector: Alfa Romeo, que participaba en carreras de exhibición. Su nuevo trabajo le dio la seguridad económica necesaria para casarse con Laura.

El nacimiento del caballo encabritado

En 1923, tras vencer la primera edición del Circuito del Savio, se produjo un encuentro decisivo en la vida de Ferrari. Allí conoció al conde Enrico Baracca y a su mujer, la condesa Paolina Biancoli; su hijo, el aviador Francesco Baracca, había sido un as de la aviación militar italiana durante la Gran Guerra, con 34 aviones derribados, antes de ser abatido él mismo en combate. La condesa le sugirió a Ferrari que usara en sus carreras el blasón de la familia Baracca, un caballo encabritado, que el propio Francesco Baracca había lucido en su aeroplano, afirmando que le traería suerte puesto que representaba la tenacidad, la resistencia y la velocidad.

Francesco Baracca junto a su aeroplano

Francesco Baracca junto a su aeroplano

Francesco Baracca junto a su aeroplano.

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Enzo Ferrari le tomó la palabra y desde entonces la imagen del cavallino rampante se convirtió en su amuleto personal. Y realmente le funcionó: en 1929 Alfa Romeo le confió la creación de una escudería dedicada enteramente a la competición, en la que él mismo corrió hasta el nacimiento de su hijo Dino en 1932. Aunque ligada a Alfa Romeo, esta fue la semilla de la escudería Ferrari; no solo participaba en las carreras, sino que se encargaba también del diseño y la gestión de los coches de competición.

En 1939 decidió dejar Alfa Romeo para crear una empresa propia, la Auto Avio Costruzioni, predecesora de la casa Ferrari: debido a una cláusula de su contrato, no podía usar su propio apellido como marca hasta 1944. Finalizado este periodo, en 1947 refundó su empresa y escudería con el nombre de Ferrari. El ascenso de esta marca en el mundo de las carreras fue contemporáneo al declive de su vieja casa, Alfa Romeo, debido a dificultades económicas que le hicieron enfocar su actividad de nuevo en la producción de coches de alta gama. Desde 1943 la empresa estuvo ubicada en Maranello, donde se encuentra su fábrica histórica, reconstruida en 1945 después de ser bombardeada por los Aliados durante la Segunda Guerra Mundial.

 

Enzo Ferrari 1947

Enzo Ferrari 1947

Enzo Ferrari en 1947. Inspecciona un Ferrari 125 S, uno de los primeros coches fabricados bajo su apellido.

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Drake, el rey pirata de las pistas

Ferrari pronto empezó a cosechar éxitos, tanto en las carreras como en la industria, aunque siempre se le criticó que la fabricación de sus coches a veces rozaba los límites del reglamento: esto le valió uno de sus muchos sobrenombres: “Drake”, en referencia al famoso pirata inglés, apodo que irónicamente fue acuñado por sus rivales británicos. Otro de sus malnombres, seguramente el más famoso, era il Commendatore, por el carácter autoritario con el que dirigía su escudería.

Estas argucias pudieron ser también la causa de varias desgracias y la muerte de algunos de sus pilotos: episodios trágicos como el de las Mil Millas de 1957, en el que murió el piloto Alfonso de Portago, su copiloto y otras once personas; al parecer, el coche no tenía neumáticos adecuados a la velocidad que podía alcanzar. Enzo Ferrari permaneció en el mundo de la competición hasta sus últimos años de vida (murió en su Módena natal el 14 de agosto de 1988, a los 90 años). Sus éxitos en las carreras fueron, a pesar de las controversias, la mejor publicidad para la empresa.

Ferrari Testa Rossa

Ferrari Testa Rossa

Un Ferrari 250 Testa Rossa frente a la fábrica de Maranello.

CC

La leyenda urbana de la discusión entre ferrari y lamborghini

Su principal interés fueron siempre las carreras, pero lo que hizo mundialmente famosa la marca Ferrari fue la calidad – y exclusividad – de sus coches. Uno de los mayores talentos de Enzo Ferrari fue el de reclutar a los mejores diseñadores y técnicos que podía encontrar, consiguiendo resultados que habrían parecido impensables para una empresa joven y relativamente pequeña por aquel entonces. Además, la crisis de otras marcas de lujo durante los años 50 facilitó su ascenso. Sin embargo, no todos lo apreciaban por igual. Uno de estos era Ferruccio Lamborghini, un fabricante de tractores con una pasión por los coches deportivos: él y Enzo Ferrari tuvieron una fiera rivalidad que ha generado alguna que otra leyenda urbana.

Una de las más famosas dice que un día Lamborghini montó en cólera después de romper el enésimo embrague de su 250 GT Berlinetta (y hasta aquí la historia es cierta, ya que al parecer Ferruccio era un conductor algo brusco). Según la versión popular de esta anécdota, llamó al propio Enzo para decirle que “sus coches eran una porquería”, este no se lo tomó bien y le dijo que la culpa no era del coche sino suya, porque solo sabía fabricar y conducir tractores. Esta discusión, supuestamente, habría motivado a Lamborghini a construir un coche deportivo mejor que los de Ferrari. No obstante, esta historia fue desmentida por Paolo Stanzani, un ingeniero que trabajó con Lamborghini: la realidad es que Ferruccio, dándose cuenta de que el embrague de su Ferrari era exactamente igual que los que ponían en sus tractores - solo que la casa de Maranello los vendía diez veces más caros - se dio cuenta de que el mercado de los coches deportivos le podría dar muchas más alegrías que el de los tractores.

Ferrari 250 GT Berlinetta Passo Corto

Ferrari 250 GT Berlinetta Passo Corto

Ferrari 250 GT Berlinetta Passo Corto, uno de los modelos clásicos más exitosos de la marca.

Ferrari S.p.A.

A pesar de que Lamborghini no los apreciara en absoluto, los coches deportivos de Ferrari le proporcionaron tantas alegrías como los de carreras. Dos cosas fidelizaron a su clientela: las prestaciones y la belleza en el diseño. En este aspecto, el color rojo se convirtió en distintivo de la marca, presente en algunos de sus coches más famosos como el legendario Ferrari 250 Testa Rossa, hoy en día una auténtica pieza de coleccionista; o el 250 GT Berlinetta, precisamente el modelo de la discordia con Lamborghini y uno de los más exitosos de la historia del cavallino rampante. En una ocasión, un periodista le preguntó si conducía un coche de su propia marca y él respondió: “No, por desgracia no puedo permitírmelo”.