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El pasado 30 de enero, un equipo de estudiosos y espeleólogos murcianos descubrió tres paneles de pintura rupestre esquemática en el Abrigo de Justo, un abrigo rocoso en lo alto de un acantilado de unos sesenta metros de altura, situado en la sierra Cejo Cortado de Yéchar, una pedanía del municipio murciano de Mula. La gruta, inaccesible a pie, encierra unas pinturas de significado ambiguo: hay figuras antropomorfas oculadas, denominadas así por unos círculos que parecen ojos, aunque también podrían ser soles o ambas cosas; también se distinguen trazos rojos de tipo ramiforme, digitaciones, líneas en zigzag y otras abstracciones irreconocibles. Los hallazgos fueron anunciados el pasado 19 de febrero por la Consejería de Cultura y Portavocía del Gobierno murciano.
“Dimos con este abrigo gracias a nuestro compañero Raúl Campuzano, quien recogió el testimonio de Justo García, un vecino de Mula: cuando era pequeño su tío lo había bajado atado a una cueva, en la que vio unos ‘dibujos’ en las paredes. Motivados por la curiosidad nos desplazamos hasta el lugar, del que teníamos buenos indicios de posible presencia de arte prehistórico”, explican a este medio Pedro Lucas y Teresa Fernández, miembros de la Sociedad de Estudios Historiológicos y Etnográficos de las Tierras Altas del Argos, Quípar y Alhárabe. El acceso al abrigo, de extrema peligrosidad porque se puede caer al vacío, se realizó con la colaboración de Juan Quero, Vicente Banegas y Marta Sánchez, miembros de la Federación de Espeleología de la Región de Murcia.
Entonces, ¿cómo accedieron los hombres prehistóricos por un lugar tan abrupto? “Puede ser que utilizaran herramientas de escalada como cuerdas o sistemas de amarre y, por otro lado, sospechamos que en otras épocas la entrada a la cavidad estaba configurada de otro modo, pero con el tiempo el acceso se ha vuelto muy peligroso debido a la erosión y a los derrumbes”, reflexionan los investigadores.
La boca del abrigo tiene unos diez metros de altura y la cavidad unos veinte metros de profundidad. Es un lugar seco, pero cuando llueve se filtra el agua por las rocas, brota por algunas de las paredes y corre por el suelo y lo erosiona. En un lugar tan inhóspito se esconde una pequeña galería de arte parietal, con unas representaciones oculadas presentes también en otras cuevas españolas y que “han sido interpretadas por diversos autores, reconociendo en ellas figuras como ojos, astros, pechos femeninos o ruedas”. Las pinturas del Abrigo de Justo han sido fechadas provisionalmente entre el Neolítico y la Edad de los Metales. Hay constancia de motivos similares con una antigüedad de casi 4.000 años.
“La dificultad de acceso a la cueva no permite plantear un proyecto para que el lugar pueda ser visitado. No obstante, existe la posibilidad de desarrollar visitas para grupos reducidos dentro del llamado turismo espeleológico, que es una nueva modalidad de ocio deportivo en vías de desarrollo”, concluye el Gobierno murciano en un comunicado.