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Este pequeño barco de 7 metros de largo y 1.4 de ancho fue descubierto en 2018 durante una campaña de prospección en las ruinas de Uruk. Allí, mientras excavaban el fondo de un antiguo río, los arqueólogos del del Instituto Alemán de Arqueología encontraron una capa de betún que era lo único que quedaba de una antigua embarcación mesopotámica.
Sin recursos para proceder a su recuperación, los investigadores decidieron volverla a cubrir con arena para asegurar su conservación. Desde entonces la erosión ha eliminado esta capa protectora, obligando a sacar el bote del sedimento antes de que no fuera robado o dañado por el agua.
Del desierto al museo
Para impedir que una pieza tan frágil como esta pudiera romperse durante la excavación, los especialistas del Instituto la recubrieron con una mezcla de arcilla y yeso, que mantuvo el bote intacto hasta su traslado al laboratorio.

Los arqueólogos documentaron exhaustivamente la forma y posición de la nave antes de extraerla del sedimento.
Foto: Julia Nador, Deutsches Archäologisches Institut
El estudio del bote ha permitido identificar las plantas con las que fue fabricado, pues en el interior de la capa de betún se conservan todavía las improntas dejadas por cañas, madera y hojas de palma. Asimismo la nave ha sido digitalizada mediante una serie de medidas y fotografías, con las que se ha elaborado un modelo 3D.
La pieza permanecerá en el laboratorio hasta que terminen los análisis, momento en el que será expuesta al público en el Museo Nacional de Irak, que acaba de reabrir sus puertas después de un largo paréntesis de tres años en los que ha permanecido cerrado.
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