"Mi querida y apreciada señora Elena Francis: Sospecho que mi marido me es infiel desde hace ya un tiempo y no sé qué hacer, estoy desesperada, ¿qué me aconseja?". "Querida amiga: los hombres son proclives al adulterio". Con una carta similar a ésta y con una respuesta muy parecida comenzaba en el año 1947, a través de las ondas de Radio Barcelona, un espacio de 30 minutos de duración que se estructuraba en torno a la correspondencia que dirigían las oyentes a una tal Elena Francis, "especialista" en problemas sentimentales. Ésta daba consejos y respondía a las dudas, consultas y confidencias de un público que en su práctica totalidad era femenino.
La radio, esa caja maravillosa
Antes de la llegada de la televisión, la radio era el entretenimiento en torno al cual giraba la vida familiar. Era la España de los años cuarenta y la radio transmitía las noticias, entretenía con cuentos o seriales, y era el único modo en aquel entonces de escuchar música. La oferta radiofónica experimentó un gran auge, sobre todo para las mujeres, la mayoría de las cuales pasaba gran parte del día en casa. La radio fue para ellas un precioso medio que les ofrecía entretenimiento y compañía durante las largas y tediosas jornadas de trabajo en el hogar. Por las tardes, en los pocos momentos que tenían de descanso, o mientras cosían o planchaban, las radionovelas y los concursos radiofónicos se convirtieron en el mayor entretenimiento de las amas de casa.
Era la España de los años cuarenta y la radio transmitía las noticias, entretenía con cuentos o seriales, y era el único modo en aquel entonces de escuchar música.
En aquel entorno en el que la radio estaba viva y omnipresente, el matrimonio catalán formado por José Fradera y Francisca Elena Bes Calbet tuvo la idea de lanzar un programa radiofónico para dar publicidad a los cosméticos de su instituto de belleza creado en 1940 (marca que aún existe hoy en día). Gracias a su amistad con el director de Radio Barcelona, Ramón Barbat, éste aceptó la idea de emitir un programa publicitario con formato de consultorio. La idea era muy simple: consejos de belleza para las oyentes en los que se recomendaban sus productos. Y fue en 1947 cuando se emitió el primer programa con el nombre de "Consultorio de Elena Francis". El programa permanecería en Radio Barcelona hasta 1966, cuando pasó a emitirse en Radio Peninsular y en Radio Intercontinental.
¿Quién era Elena Francis?
Aquel programa radiofónico se convirtió en el bote salvavidas de miles de mujeres que buscaban salida a una angustiosa existencia. El consultorio recibía miles de cartas en las que se pedía todo tipo de consejo: sobre temas domésticos, amorosos, relaciones de pareja... todo lo que afectaba a la vida de las mujeres de aquella época. De las cartas recibidas, se seleccionaban siete que eran respondidas durante la media hora que duraba el programa. Hasta el año 1966, las respuestas fueron elaboradas por un equipo de guionistas formado por Ángela Castells, María Castañé, Joaquina Algars y Eduardo Alarcón, y a partir de allí se encargó de esta tarea el periodista y experto taurino Juan Soto Viñolo, quien, al finalizar las emisiones, confesó que llegó a inventarse cartas para subir la audiencia.

La rama femenina del partido de la Falange Española era conocida como la Sección Femenina. Sus miembros encarnaban el modelo de mujer ideal de la dictadura franquista.
Foto: CC
De las cartas recibidas, se seleccionaban siete que eran respondidas durante la media hora que duraba el programa.
Pero en realidad ¿quién estaba detrás del personaje de Elena Francis? Según el matrimonio Fradera, la persona encargada de interpretar al famoso personaje radiofónico fue una doctora barcelonesa de 70 años. Para muchas mujeres de aquella época, Elena Francis era un pozo de sabiduría, aunque la realidad era bien distinta: Elena Francis no existía, era un personaje de ficción. La creadora del personaje fue su primera guionista, Ángela Castells, miembro de la sección femenina de Falange y del Patronato de Protección de la mujer, un centro que "acogía" a jóvenes y adolescentes que se "encontraban caídas o en riesgo de caer" y que, entre otras cosas, elaboraba informes con los datos recogidos por un organismo llamado Liga Española contra la Pública Inmoralidad. Sus "consejos" fueron radiados con las voces de las locutoras María Garriga, Maruja Fernández y Rosario Caballé.
Un drama en las ondas
Al principio, las consultas que llegaban al programa estaban encaminadas a resolver problemas domésticos: quitar manchas de la ropa, cuestiones de jardinería, vestimenta, modales... pero con el tiempo las consultas fueron cambiando y el programa acabó convirtiéndose en un consultorio sentimental en toda regla. Las consultas a veces eran desgarradoras, auténticos dramas personales que abordaban temas tan terribles como el maltrato físico, el incesto, los abusos y los embarazos no deseados. Las cartas con los casos más delicados eran señaladas por los guionistas para que recibieran una respuesta personalizada, aunque en la misma linea del programa.
Básicamente, el mensaje que se daba a la mujer era un mensaje de resignación y aguante, ya que se consideraba que éste era el papel que le correspondía. Ella era la responsable de su situación y la que tenía que solucionar cualquier conflicto. Si un marido era homosexual, la culpa era de ella por no actuar adecuadamente; si su jefe se aprovechaba de ella, la palabra violación estaba excluida del diccionario: la culpa era de la mujer por provocarle. Una mujer jamás era violada por su esposo, ya que estaba obligada a satisfacerlo. Si una mujer quedaba embarazada fuera del matrimonio, el padre de su hijo tenía derecho a desentenderse, y por supuesto el adulterio del esposo era algo perdonable. En palabras de Manuel Vázquez Montalban: "La mujer española es un ser solitario condenado a cadena perpetua desde el nacimiento. Todo la conduce a esa jaula, muy pocas veces dorada, donde ni siquiera ella canta, donde no hay otra música que la de la radio". Ni siquiera la ley la amparaba.
Las cartas perdidas
"¿Te gusta escribir?", rezaba un anuncio que buscaba reclutar escribientes para el programa. Para ser un "contestador Francis" había que disponer de máquina de escribir propia, no cometer faltas de ortografía y, por supuesto y por encima de todo, era imprescindible la máxima discreción: la identidad de Elena Francis era secreta. Naturalmente, todas las respuestas que redactaban los "guionistas contratados" eran supervisadas por un equipo de sacerdotes y de psicólogos.
Muchos años después de finalizado el programa, en 2005, se hizo un hallazgo sorprendente en Cornellá (Barcelona). En una masía abandonada aparecieron más de un millón de cartas inéditas. Lo más curioso es que todas iban dirigidas a la misma persona: Elena Francis. El Archivo Comarcal del Baix Llobregat asumió la custodia de unas 100.000 cartas y quemó el resto. De estas, 4.325, así como las respuestas enviadas por un equipo de "contestadores", han sido analizadas por la periodista Rosario Fontova y el catedrático de Comunicación Armand Balsebre. El resultado de esta minuciosa investigación ha salido a la luz en forma de libro: Las cartas de Elena Francis, una educación bajo el franquismo, publicado por la editorial Cátedra, una obra cuyo objetivo es tanto retratar al personaje como a sus miles de seguidoras.

Portada del libro 'Las cartas de Elena Francis', editado por Cátedra.
Para ser un "contestador Francis" había que tener una máquina de escribir propia, no cometer faltas de ortografía y, por supuesto y por encima de todo, era imprescindible la máxima discreción.
Durante 37 años, la melodía Indian Summer, del compositor estadounidense Victor Herbert, atrajo a miles de féminas deseosas de escuchar las historias de otras mujeres con las que seguramente se identificaban. Con la llegada de la Transición y la democracia a nuestro país, el programa siguió en antena y el consultorio continuó dando sus consejos a las mujeres. Pero España había cambiado. En un país en el que ya existía el divorcio y el uso de la píldora se había generalizado, Elena Francis continuaba ofreciendo las mismas respuestas y soluciones que durante los años de la dictadura. Finalmente, la consiguiente pérdida de audiencia obligó a clausurar el programa en 1984. Fue entonces cuando el periodista Juan Soto Viñolo descubrió la verdadera identidad de Elena Francis, lo que supuso un shock para muchas de sus antiguas oyentes.