Después de penetrar en la tumba de Tutankamón en el Valle de los Reyes tras su sensacional descubrimiento en 1922, y de moverse con sumo cuidado entre los centenares de objetos distribuidos por doquier en la Antecámara, Howard Carter y su equipo procedieron a documentar exhaustivamente los materiales encontrados y prepararlos cuidadosamente para su posterior traslado al Museo Egipcio de El Cairo.
El primer objeto procedente de la tumba del faraón niño que tuvo el privilegio de ver la luz del Sol después de miles de años no fue un valioso collar hecho de oro y piedras preciosas, sino un sencillo arcón de madera decorado con detalladas escenas en las que el faraón aparece en su faceta de hábil cazador y de poderoso guerrero. Se trata de una pieza conocida como la "Caja de caza" de Tutankamón.
Una arqueta profusamente decorada
El propio Howard Carter describe así el momento en que se topó con aquella arqueta: "A la derecha, según se entraba, observamos en primer lugar una gran jarra cilíndrica de alabastro; luego, dos ramilletes funerarios hechos de hojas, uno apoyado en la pared, el otro caído; y frente a ellos, ya dentro de la cámara, un cofre de madera pintada. Este último posiblemente resultará ser uno de los tesoros de mayor valor artístico de la tumba". La Caja de caza (que mide 44 cm de alta por 61 cm de largo por 43 cm de ancho) es, de hecho, un objeto de gran belleza, en el que las escenas se han plasmado con todo lujo de detalle y absoluta delicadeza. De hecho, tanto Carter como su patrocinador, lord Carnarvon, la encontraron tan hermosa que apenas pudieron separarse de ella durante la primera visita que ambos hicieron al interior de la tumba.
La Caja de caza es, de hecho, un objeto de gran belleza, en el que las escenas se han plasmado con todo lujo de detalle y absoluta delicadeza.

El faraón, en su carro, arremete contra un grupo de soldados representados con apariencia de asiáticos.
Foto: Cordon Press
Pero la arqueta no solo destacaba por su magnífica decoración. En su interior guardaba una increíble sorpresa. Según Carter, "el contenido de la caja se encontraba en un desorden inesperado. Encima de todo había un par de sandalias de mimbre y papiro y una túnica real cubierta por completo por una decoración de cuentas y de lentejuelas de oro. Debajo había otras túnicas decoradas, una de las cuales tenía cosidas más de tres mil rosetas de oro; había también tres pares de sandalias para uso oficial, ricamente labradas en oro, una almohadilla dorada para apoyar la cabeza y otros objetos diversos. Ésta fue la primera caja que abrimos y nos intrigó la extraña variedad de su contenido, por no hablar del modo en que los objetos estaban aplastados y amontonados". Curiosamente, algunas de las prendas eran pequeñas, de una talla infantil. Los investigadores especularon con que tal vez las vistió el joven monarca en el momento de su ascensión al trono a la edad de 9 años.
Tutankamón, defensor del orden universal
En cuanto a la decoración en sí, los laterales largos y la tapa abovedada están cubiertos por escenas en las que se muestra a Tutankamón montado en su carro. En uno de los laterales, el rey lidera la lucha contra los enemigos de los países extranjeros. El faraón, flanqueado por porteadores de abanicos, y liderando a su ejército, que marcha a pie, pisotea de un modo inmisericorde a una horda de soldados nubios. En el otro lateral, los enemigos presentan rasgos semitas, por lo que muy posiblemente procedan del Próximo Oriente. Todos los enemigos se representan como un masa informe de gente en gran desorden, seguramente un modo de personificar el caos que el faraón, como garante de la maat, el orden y la justicia, tiene el deber de restaurar para el buen funcionamiento del universo. Por su parte, la tapa se decora con escenas de caza en las que el rey, también montado en su carro, se dispone a disparar con su arco contra leones, gacelas y burros salvajes. Las inscripciones que acompañan a todas estas escenas identifican al faraón como un hombre fuerte y valeroso, capaz de destruir a todos sus enemigos.
Los enemigos se representan como un masa informe de gente en gran desorden, seguramente un modo de personificar el caos que el faraón, como garante de la maat, el orden y la justicia, tiene el deber de restaurar.

Escena de cacería representada en la tapa de la Caja de la caza de Tutankamón.
Foto: Cordon Press
Carter describe con entusiasmo el objeto: "Su exterior estaba recubierto de estuco; sobre esta preparación había una serie de diseños de brillantes colores, exquisitamente pintados: en los paneles curvos de la tapa había escenas de caza, en unos lados escenas de guerra y en otros, representaciones del rey en forma de león, pisando a sus enemigos. Las descripciones pueden dar solo una idea muy débil de la delicadeza de las pinturas, que sobrepasa la de cualquier objeto del mismo tipo que se haya producido nunca en Egipto. Ninguna fotografía puede hacerle justicia, ya que incluso en el original se necesita una lupa para apreciar debidamente los menores detalles, tales como el punteado del pelaje de los leones o las decoraciones de los arreos de los caballos".
¿Aficionado a la caza?
De hecho, en la tumba de Tutankamón se encontraron multitud de armas de diversos tipos y tamaños, lo que sugiere que el faraón era aficionado a ir de cacería (este extremo vendría demostrado por el hallazgo en Giza de un pabellón de caza que el faraón utilizaba cuando visitaba una zona del desierto menfita conocida como el Valle de las Gacelas, un coto de caza real del Reino Nuevo). Todos estos hallazgos, unidos a la gran cantidad de armas halladas en la sepultura, hacen que los investigadores coincidan en que el joven monarca era un gran aficionado a la caza.
En la tumba de Tutankamón se encontraron multitud de armas de diversos tipos y tamaños, lo que sugiere que el faraón era aficionado a ir de cacería.

Detalle de los guerreros nubios aplastados por la arremetida de los soldados egipcios. Museo Egipcio, El Cairo.
Foto: Cordon Press
En realidad, el hecho de haber encontrado la tumba prácticamente intacta ha ayudado a los egiptólogos a formarse una visión bastante aproximada sobre cómo debieron de ser los gustos del joven faraón, o, por lo menos, sobre cómo se esperaba que se comportara alguien con su estatus. Howard Carter habla sobre ello en su libro sobre el descubrimiento: "Hemos reunido una cuantiosa información acerca de sus gustos e inclinaciones a través de las innumerables escenas que hay en los objetos de su tumba. En ellas encontramos las más vividas indicaciones de las afectuosas relaciones que Tutankamón tenía con su joven esposa, así como pruebas de su amor por el deporte, su juvenil pasión por la caza, lo que le hace aparecer tan humano ante nuestros ojos después de un lapso de tantos siglos". Y es que no siempre es fácil saber cómo era la vida de aquellos que vivieron y murieron hace miles de años. Tanto si fueron faraones como si no.