Ciencia en la Antigüedad

El nacimiento de la medicina en Mesopotamia, entre la magia y la ciencia

La primera receta médica de la historia data de cuatro mil años atrás: apareció en una tablilla procedente de la antigua ciudad de Nippur. Pero en Mesopotamia, para curar los males no se recurría únicamente al médico: también se convocaba al exorcista.

Fresco del palacio del rey Zimri-Lin, en la ciudad de Mari, en la actual Siria.

Fresco del palacio del rey Zimri-Lin, en la ciudad de Mari, en la actual Siria.

Fresco del palacio del rey Zimri-Lin, en la ciudad de Mari, en la actual Siria.

Bridgeman

"Se ha sido dicho que una mujer llamada Nanname se encuentra gravemente enferma. Esta mujer tiene trato continuo con gentes que viven en palacio: recibe allí a muchas mujeres. Debes poner la máxima atención para que nadie utilice su vaso personal, que nadie se siente en su silla o se tienda sobre su lecho. Ocúpate también de que en adelante no reciba a tanta gente. Su enfermedad es contagiosa". De esta manera se dirigía en una carta redactada en el siglo XVIII a.C. el rey de Mari, Zimri-Lim, a su esposa Shiptu, a fin de atajar una posible epidemia en el harén de palacio; se trata de una de las más antiguas prescripciones de carácter médico encontradas en Mesopotamia.

Si bien es cierto que en las tierras regadas por el Tigris y el Éufrates los conocimientos médicos no estuvieron tan desarrollados como en Egipto, y que la disciplina médica no gozó de la elevada categoría que tuvo en el país de los faraones, la existencia de una serie de textos "médicos" que abarcan más de quince siglos prueba el interés de las gentes mesopotámicas por buscar los remedios a todos aquellos males que les afligían en su vida diaria.

los textos "médicos"

Estos textos "médicos" –o, en todo caso, los que tratan aspectos relacionados con enfermedades o con remedios para curarlas– proceden de fuentes distintas. Podemos encontrar textos puramente médicos, como los manuales y las colecciones de recetas, que a menudo se clasificaban según los síntomas que presentaba el paciente o según la parte afectada, como en este caso: "Si la columna vertebral es amarilla, su enfermedad será larga. Si la columna vertebral es negra, él morirá. Si la columna vertebral es oscura, su enfermedad será larga".

También se pueden encontrar otras fuentes en las que se alude a ciertos aspectos relacionados con la medicina, ya se trate de cartas como la de Zimri-Lim a Shiptu, textos literarios o códigos legales donde se recoge la responsabilidad del practicante, como en este precepto del Código de Hammurabi: "Si un médico ha llevado a cabo una operación de importancia en un señor con una lanceta de bronce y le ha abierto la cuenca del ojo y ha destruido el ojo de ese señor, se le amputará la mano".

Existen textos literarios o códigos legales donde se recoge la responsabilidad del practicante.

Grabado que recrea el juicio contra un médico presidido por el rey Hammurabi de Babilonia. 1915.

Grabado que recrea el juicio contra un médico presidido por el rey Hammurabi de Babilonia. 1915.

Grabado que recrea el juicio contra un médico presidido por el rey Hammurabi de Babilonia. 1915.

Bridgeman

De todos los textos "médicos", los más antiguos están grabados en una tablilla sumeria datada en el siglo XXI a.C. y procedente de Nippur, donde un médico sumerio dejó constancia de más de una docena de tratamientos farmacológicos que solo recurren a productos naturales, sin hechizos ni conjuros mágicos. A pesar de la importancia del texto para el conocimiento de la más antigua farmacopea mesopotámica, presenta dos importantes lagunas: no menciona las enfermedades a que estaban destinadas las recetas ni su correcta posología.

Sin embargo, en muchos otros casos se describen perfectamente todos los pasos a realizar para la correcta curación del paciente: "Si un hombre está enfermo de ictericia, pon en remojo raíz de regaliz dentro de un bol de leche, déjalo reposar durante la noche bajo las estrellas, mézclalo con aceite-hilsum. Dáselo a beber y se curará".

Para saber más

Shamash, el dios del Sol, era también el dios de la justicia, por lo que era adorado por los reyes. Estatua de terracota realizada hacia el 1900 a.C. Museo Británico, Londres.

Los poderosos amos de los hombres: los dioses de Mesopotamia

Leer artículo

El médico y el exorcista

A lo largo de los siglos, la medicina mesopotámica gozó de mayor o menor prestigio: durante el período del Imperio Nuevo asirio (entre los siglos VIII y VII a.C.), del que procede la mayoría de los documentos, conoció un especial auge; luego su presencia en los textos empieza a disminuir, hasta el punto de que, en el siglo V a.C., el historiador griego Heródoto llegó a afirmar que en Babilonia no existían médicos. Posiblemente semejante afirmación debía de ser una hipérbole para referirse a una situación donde los profesionales eran bastante más escasos que en épocas anteriores. Pero, ¿cuáles eran estos profesionales?

Desde un principio, la cura de las enfermedades fue el campo de trabajo de dos especialistas distintos, pero que se complementaban: el asu y el asipu o [w]ashipu. El asu es el que más se acerca al concepto tradicional de médico: prescribía tratamientos contra los males externos (cualquier herida o mal físico) y algunos males internos causantes de sufrimientos anímicos (preocupación, depresión, amor no correspondido...), usando todo tipo de productos naturales para remediarlos.

Impresión de un sello cilíndrico acadio procedente de Girsu que muestra a diversas divinidades.

Impresión de un sello cilíndrico acadio procedente de Girsu que muestra a diversas divinidades.

Impresión de un sello cilíndrico acadio procedente de Girsu que muestra a diversas divinidades. 

Bridgeman

Por su parte, el [w]ashipu era más bien un exorcista o mago que se ocupaba, sobre todo, de las enfermedades acaecidas de forma sobrenatural: podía diagnosticarlas a través de sus síntomas e interpretar los motivos de su aparición, siendo los más habituales una ofensa contra alguna divinidad. En ocasiones, el asipu contaba con la ayuda de un adivino (baru), que podía confirmar el diagnóstico a partir de la lectura de auspicios en las entrañas de los animales, el vuelo de las aves u otras señales de la naturaleza; también podía negar el tratamiento si estas últimas no resultaban favorables.

De esta forma, mientras que el asu basaba sus remedios en la administración de medicamentos, el asipu recurría a la magia, mediante conjuros y rituales.Pero ambos especialistas no actuaban de forma aislada, sino que lo hacían conjuntamente, en distintas fases de un mismo tratamiento. Así lo podemos apreciar en el conjuro contra la Lamashtu, un aterrador demonio femenino que castigaba a niños y fetos con todo tipo de enfermedades: fiebres, abortos, epidemias, muertes súbitas… Para combatir a la Lamashtu, junto con la recitación del conjuro y el ritual practicado por el asipu, el asu debía prescribir el tratamiento médico correspondiente, que requería la manipulación de diferentes productos naturales.

Mientras que el asu basaba sus remedios en la administración de medicamentos, el asipu recurría a la magia, mediante conjuros y rituales.

Uno de estos conjuros reza así: "Lamashtu, hija de Anu, a la que los grandes dioses han llamado por su nombre […] ¡desaparece, levanta el vuelo, aléjate, vete del cuerpo de este niño, del hijo de su dios protector! Te he conjurado por Anu, Antu, también por Enlil y Ninlin, también por Marduk y Sarpanitu; te he conjurado por los grandes dioses del cielo y la tierra: ¡Ay de ti como vuelvas a esta casa y te acerques a este niño!". Y esta es una de las recetas médicas empleadas para curar a una de sus víctimas: "Pez seca de barco, pez seca de timón, pez seca de remo, pez seca de otras cosas de barco, polvo de embarcadero y de vado, manteca de cerdo, aceite de pescado, aceite de asfalto, plantas de ankinutu y de aktam; mézclalo todo, dale friegas con ello y sanará".

Sin embargo, a juzgar por los textos de que disponemos, el asipu y el asu no gozaron siempre de idéntico reconocimiento social. En realidad, el asu ejerció un mayor protagonismo hasta mediados del I milenio a.C., cuando el asipu pasó al primer plano. Hacia esa época el término asu desaparece casi por completo de los textos, pasando sus funciones a ser ejercidas por el mismo asipu, con lo que todos los conocimientos se concentraron en una sola persona. Por otro lado, se conocen algunos especialistas en determinadas enfermedades, como las que afectan a los ojos, oídos, hígado, dientes, vías respiratorias y recto; sobre todo, tenemos noticia de manuales ginecológicos, siempre en manos de las mujeres.

Para saber más

Relieve asirio que muestra a un rey con barba y cabello largo rizados, cazando un león. Le acompaña un joven imberbe con el pelo corto.

Rizos, melenas y barbas, el peinado en Mesopotamia

Leer artículo

Los médicos y sus recetas

No sabemos cómo se transmitían los conocimientos médicos en la antigua Mesopotamia, aunque probablemente una de las sedes principales de la enseñanza médica fue la ciudad de Isin, lugar de residencia de la diosa Gula, "la grande, la que entiende a las enfermedades" –a veces identificada con Ninisina, "Señora de Isin y Gran Médico de los cabezas negras [los sumerios]"–, y que tenía un perro como animal totémico. Ambas eran madres de Damu, otro dios relacionado con la salud, encargado de alejar los demonios. Quizás era en el templo de la diosa, el E-gal-mah, o en alguno de los edificios relacionados con él, donde se aprendía a distinguir las enfermedades según sus síntomas, los diferentes procedimientos médicos para tratarlas, las combinaciones de los productos naturales y su correcta administración, en lo que constituiría un lejano precedente de las modernas facultades de medicina.

Kudurru o estela que representa a la diosa Gula acompañada de su perro. Museo del Louvre, París.

Kudurru o estela que representa a la diosa Gula acompañada de su perro. Museo del Louvre, París.

Kudurru o estela que representa a la diosa Gula acompañada de su perro. Museo del Louvre, París.

Bridgeman

Los productos utilizados para confeccionar medicamentos procedían de los minerales –destacan los compuestos de cloruro sódico (la sal corriente) y nitrato potásico (el salitre)– y también de los animales –se usaban cabezas y pieles de serpiente, caparazones de tortuga, la grasa, el sebo, la sangre, los huesos o la leche–. Pero la mayoría de materias primas procedía del mundo vegetal, tanto de plantas (casia, mirto, asafétida, tomillo) como de árboles (sauce, peral, abeto, higuera y palmera datilera) y de todas sus partes (raíces, tallos, semillas, hojas, frutos, ramas, resinas…).

Los productos utilizados para confeccionar medicamentos procedían de los minerales y también de los animales.

La manera de prepararlos consistía, en primer lugar, en la purificación o desinfección de los productos, que se conseguía tras lavarlos con una especie de jabón obtenido de grasas naturales. Los ingredientes así obtenidos podían tomarse directamente (frescos o secos), o bien tras una cuidadosa preparación: primero se pulverizaban hasta reducirlos a polvo para, acto seguido, disolverlos en distintos líquidos (cerveza, vinagre, miel), o bien cocerlos. Finalmente, se administraban al enfermo mediante la ingesta (líquidos), la introducción interna (enemas), la aplicación sobre la superficie (ungüentos y bálsamos) o la aspiración (vapores).

En cuanto al instrumental médico, poco es lo que nos ha llegado a través de textos, de imágenes o de los objetos propiamente dichos. Existían agujas para coser heridas, lancetas, espátulas, cucharas, pinzas, tarritos para pomadas y tubos de bronce a modo de cánulas, además del material utilizado por el exorcista en sus ritos: amuletos, figuras apotropaicas (protectoras)…

Dado lo limitado de semejante equipo, es normal que la cirugía se practicara en muy contadas ocasiones. Por esta razón el conocimiento de la anatomía humana era muy escaso: lo que se sabía provenía del tratamiento de heridas internas producidas por algún accidente o en combate, o bien de los análisis de las entrañas de los animales cuando éstos eran sacrificados para conocer los auspicios. Esto sugiere una nueva cuestión: ¿De qué creían los mesopotámicos que estaba formado el ser humano?

Para saber más

El monarca cazador.

Assurbanipal, guerrero y erudito

Leer artículo

La idea de individuo

Según el mito de Atrahasis o "El Muy Sabio", datado en el siglo XVII a.C., en el principio de los tiempos, cundo solo existían los dioses, éstos estaban divididos en dos grupos: los superiores o Igigi, y los inferiores o Annunaki, que servían a los primeros. Pero un día, hartos de este abuso y conscientes de su naturaleza igualmente divina, se rebelaron y se declararon en "huelga", provocando una gran confusión entre los Igigi, que veían amenazada su existencia si no recibían el sustento que suministraban los Annunaki. Se convocó una asamblea para hallar una solución, y el dios Enki (o Ea) sugirió buscar un sustituto de los Annunakique realizara su mismo trabajo: servir a los dioses. Se decidió entonces inventar una nueva criatura, el ser humano, que fue creado –como todo en Mesopotamia– de barro.

Pero la arcilla en sí misma es inanimada, por lo que era necesario dotarla de vida. Para ello se requería un sacrificio divino, y el escogido fue uno de los dioses menores, We, líder de la revuelta de los Annunaki. De la mezcla de la sangre de este dios y del barro surgió el hombre, un ser dotado de una mínima porción de divinidad (ilu) y espíritu (temu) obtenidos del dios We. De esta manera, uniendo las palabras wer e ilu surge [a]weilu o awilu[m], "hombre" en lengua acadia; y, por otro lado, uniendo we y temu surge wetem[m]u, de donde proviene etemmu, término que designaba lo que queda después de la muerte, es decir, el espíritu o fantasma.

De la mezcla de la sangre del dios We y del barro surgió el hombre, un ser dotado de una mínima porción de divinidad (ilu) y espíritu (temu).

Tablilla cuneiforme con prescripciones médicas procedente de Nínive.

Tablilla cuneiforme con prescripciones médicas procedente de Nínive.

Tablilla cuneiforme con prescripciones médicas procedente de Nínive.

Bridgeman

Así, pues, todo individuo o awilum estaba dotado, en vida, del cuerpo o pagru –compuesto de carne (shiru) y huesos (esemtu)– y de espíritu o etemmu –una existencia latente y virtual–. Al morir, de todo ello quedaba el resto físico formado por el cadáver: el shalamtu (que acababa convertido en polvo) y los huesos (el único contacto físico con los muertos). Y quedaba, también, el aspecto espiritual formado por el etemmu, que se podía "ver" como una sombra (sillu) o «percibir» como un soplo (zaqiqu); este resto de la personalidad del difunto podía actuar en el mundo de los vivos para advertirlos o castigarlos.

Para saber más

Relieve que muestra a Assurbanipal durante una cacería de leones, procedente de su palacio en Nínive.

Nínive, el descubrimiento de la mítica capital de los asirios

Leer artículo

El mal y el origen de la enfermedad

Los males y las enfermedades que acechaban y castigaban a las personas actuaban siempre sobre un plano físico, tanto si afectaban al cuerpo (pagru) y sus componentes (la carne y los huesos)como si afectaban al espíritu (etemmu), que seguía teniendo una existencia física, aunque muy tenue. Estos males, por tanto, provocaban sufrimiento: comprendían molestias, dolores, enfermedades, envejecimiento, decadencia física... y cualquier otra cosa que perturbara el bienestar físico y mental de la persona, a excepción de la muerte. Esta no se veía como un mal, sino como un destino del que no se puede escapar. Pero, por lo demás, se podían observar los síntomas de todos los males que hacían infeliz al ser humano, y tratarlos y curarlos para regresar a un estado de plenitud.

El origen de los males no podía encontrarse en los dioses: éstos habían creado a la humanidad para que trabajase y ellos pudieran descansar, por lo que no sería lógico castigar a los seres humanos con penalidades y sufrimientos que les agotaran y les impidieran realizar su cometido. Ante esta incongruencia, los teólogos mesopotámicos pensaron que la causa de estos males se hallaba en seres distintos a los dioses, inferiores en rango a estos pero superiores a los humanos, malos por naturaleza y cuya función era básicamente cometer todo tipo de desgracias contra la humanidad. Estos seres terribles eran los demonios.

El origen de los males no podía encontrarse en los dioses, sino en seres inferiores en rango a estos, pero superiores a los humanos.

El demonio Pazuzu. Siglo VIII a.C. Museo del Louvre, París.

El demonio Pazuzu. Siglo VIII a.C. Museo del Louvre, París.

El demonio Pazuzu. Siglo VIII a.C. Museo del Louvre, París.

Bridgeman

En un principio, no existía un término para referirse a ellos más que el sumerio dingir y el acadio ilu, "dios", pero que en este caso designaba únicamente a un ser sobrenatural, sin connotaciones negativas o positivas, al estilo de la palabra griega daimon, de la que deriva "demonio". Fue el cristianismo, con el paso de los siglos, lo que confirió un sentido negativo a este término por oposición a los ángeles o genios. En la actualidad, los asiriólogos reservan la palabra "demonio" para designar a cualquier criatura (de carácter benéfico o maléfico) en cuyo cuerpo se mezcla lo humano y lo animal, mientras que utilizan la palabra "monstruo" para referirse a las criaturas cuyo cuerpo combina partes de diferentes animales.

Estos seres, los demonios, estaban presentes en las más antiguas teologías sumerias, y más tarde, desde la época del Imperio acadio (hacia 2350 a.C.), fueron heredados por los semitas. Estos tradujeron los nombres de los demonios y aumentaron su número hasta convertirlos en un verdadero ejército de seres infernales, dispuestos a causar toda clase de males, desde dolores en cualquier parte del cuerpo hasta abortos, fiebres, pestes y todo tipo de epidemias que asolaban la población. Mientras que disponemos de extensos relatos mitológicos sobre los dioses mesopotámicos, los agentes demoníacos aparecen raramente en ellos; la mayor fuente de información sobre este oscuro mundo radica en las tablillas mágicas que hablan de lo que se debe hacer para alejarlos (conjuros, exorcismos, fórmulas mágicas…). Pero ¿qué relación guardaban los dioses, los demonios y las enfermedades?

Para saber más

El yacimiento de Assur, con la colina del zigurat al fondo, en una fotografía de la década de 1930.

Assur, la primera capital del Imperio asirio

Leer artículo

El papel del asipu

Parece que con el aumento de la influencia semita en el paso del III al II milenio a.C. se produjo un cambio en la concepción del mal: éste era propio de los seres humanos y se manifestaba siempre que contravenían los designios y las normas divinas; es decir, cuando pecaban. Ante este acto de rebeldía contra los mandatos de los dioses, la persona debía ser castigada. Los hombres podían conocer algunos de los principales mandatos divinos, pero la sociedad mesopotámica, extremadamente supersticiosa, contemplaba miles de tabús y de actos que podían desagradar a los dioses; y no todos eran conocidos. Por ello, el hombre siempre acababa pecando por una u otra razón, lo que provocó la aparición de oraciones como ésta para los atribulados creyentes: "He pecado mucho y, sin embargo, no sé cómo; que la diosa Ishtar que me abandonó me muestre piedad".

Modelo en arcilla de un hígado humano procedente de la ciudad de Sippar.

Modelo en arcilla de un hígado humano procedente de la ciudad de Sippar.

Modelo en arcilla de un hígado humano procedente de la ciudad de Sippar. 

Bridgeman

Los encargados de castigar a los hombres eran los demonios, que pasaron de actuar por cuenta propia a convertirse en los heraldos de los dioses y los ejecutores de sus condenas. En este segundo caso, la falta contra un dios motivaba el alejamiento de este respecto de quien había pecado y, por tanto, de su protección contra los demonios, como reza esta oración: "Mi dios me ha abandonado y ha desaparecido; mi diosa me ha abandonado y se ha alejado; el ángel benévolo que me acompañaba se ha marchado; mi espíritu protector ha alzado el vuelo y está buscando a otra persona a quien proteger". Los demonios aprovechaban esta circunstancia para introducirse en el cuerpo de la persona afectada y provocar el mal desde dentro.

Los encargados de castigar a los hombres eran los demonios, que pasaron de actuar por cuenta propia a convertirse en los heraldos de los dioses.

La solución a todos los males pasaba por la expulsión y el alejamiento de estos agentes malignos, y la manera de hacerlo era la práctica combinada del asu y el asipu. Se amenazaba a los demonios y se les ordenaba salir del cuerpo: "¡Salid de mi cuerpo, alejaos de mi cuerpo, apartaos de mi cuerpo, huid de mi cuerpo, no volváis a mi cuerpo, que vuestras perversidades suban hacia el cielo como el humo!". A partir de este momento el destinatario de los mensajes y las prácticas eran los dioses, a los que se les suplicaba ayuda para combatirlos, mostrándose humildes y arrepentidos de su falta a fin de conmover a la divinidad para que retirara su castigo, regresara para proteger al enfermo y alejara y eliminara la presencia demoníaca: "Que el dios que me arrojó me dé su ayuda, que la diosa que me abandonó me muestre piedad".

Atendiendo a este mecanismo de conseguir el perdón y recuperar la "salud", se empezaron a confeccionar catálogos de conjuros mágicos, colecciones de rituales de exorcismo y compilaciones de recetas, para actuar contra todo tipo de males y disfrutar un poco más de la vida, ya que contra la muerte no había receta posible.