Un retrato fascinante

Los secretos del misterioso 'caballero de la mano en el pecho' de El Greco

El caballero de la mano en el pecho

El caballero de la mano en el pecho

Foto: Museo del Prado

El peculiar estilo de figuras sinuosas y etéreas del Greco es inconfundible cuando nos hallamos frente a alguna de sus grandes obras, como El entierro del señor de Orgaz, pero también en cuadros de pequeño formato, como la sencilla obra maestra del manierismo que nos ocupa: El caballero de la mano en el pecho.

Aunque el lienzo  es de tamaño y temática en apariencia modestos, su ejecución revela la mano de un maestro. Olvidado durante siglos, el retrato sedujo a los pintores de vanguardia del siglo XIX, que convirtieron al Greco en un referente. Una deficiente restauración en la década de 1990 no han hecho sino aumentar el aura de fascinación y de misterio que ha rodeado desde siempre a la obra.

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1076px Jardines Quinta del Pardo

Foto: Jlbezares (CC)

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Una herencia cortesana

De El Caballero de la mano en el pecho no se supo nada hasta el siglo XVIII, cuando apareció en la Quinta del Duque del Arco, una finca palaciega que la viuda de este noble legó, con todo lo que contenía en su interior, al rey Felipe V. Arriba los jardines de esta propiedad situada en El Pardo.

Una herencia cortesana

Foto: Museo del Prado

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Caballeros toledanos

En el inventario de las propiedades del palacio aparecieron otros retratos similares, que pasaron a engrosar las colecciones reales: Retrato de caballero, Jerónimo de Cevallos, Retrato de un caballero joven y Retrato de un caballero (de izquierda a derecha y de arriba a abajo en la imagen de arriba). Con el tiempo, ingresarían, como El caballero de la mano en el pecho, en el Museo del Prado.

Vestidos a la española

Foto Iglesia de Santo Tomé

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Vestidos a la española

Todos ellos parecen ir uniformados, completamente de negro, con ropas sobre las que destacan las gorgueras y los puños blancos, como los personajes de otra de las grandes obras maestras del Greco, El entierro el señor de Orgaz, pintada por la misma época para la iglesia de Santo Tomé de Toledo. Vestían a la española, símbolo del arquetipo de noble castellano de finales del siglo XVI, culto, piadoso y equilibrado.

A la moda instaurada por un rey

Foto: Museo del Prado

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Una moda instaurada por un rey

Los propios Carlos V y Felipe II (sobre estas líneas retratado por Sofonisba de Anguissola) difundieron el gusto por este color. Se consideraba que el negro era reflejo de seriedad, humildad y decoro, valores muy ligados a la contrarreforma católica, abanderada por la dinastía de los Austrias. Pero había otra razón, el tinte se obtenía gracias al palo campeche, una planta proveniente de América. El proceso de entintado de los tejidos era complicado y caro, por lo que por sí mismo constituía un signo de estatus social elevado.

Foto: Museo del Prado

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Un nombre literario

El título con el que conocemos a la obra se lo puso en 1900 un escritor de la Generación del 98, Pío Baroja, que decía de él: “no está pintado, vive. Se asoma a la ventana del marco”

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Foto: Museo del Prado

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Rretrato psicológico

No se sabe a ciencia cierta quién es el caballero que posó para El Greco. Se ha llegado a identificar con Miguel de Cervantes o como un autorretrato, pero la interpretación más verosímil es que se trata de Juan de Silva y Rivera, tercer Marqués de Montemayor y Notario Mayor del Reino. en todo caso, la obra es un retrato psicológico, el del caballero cristiano en la España de los Austrias: de mirada severa, casi mística. Vestido de negro, la palidez de su rostro y su mirada altiva, ligeramente ojerosa y con las cejas arqueadas, denotan su rectitud y su templanza.

Un ademán solemne e inconfundible

Foto: Museo del Prado

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Un ademán inconfundible

Esta identificación estaría reforzada por el gesto que da título al retrato, una imagen universal. Parece que se la lleve al corazón en un ademán de hacer un juramento, tal vez de defender a Dios o a su patria, como era el deber del digno caballero toledano que se supone que era. 

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Foto Museo del Prado

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Aspecto cuidado

La alta condición social del retratado también se pone de manifiesto en los detalles. La mano en el pecho está muy bien cuidada, con una manicura perfecta y la barba está perfectamente perfilada y aseada. No son las de un hombre que desempeña oficios mecánicos.

Mirada estrábica

Foto: Museo del Prado

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Mirada estrábica

La mirada profunda y un tanto estrábica del hombre es otro de los grandes valores de la obra. De ella diría Pío Baroja: “Los ojos del caballero son grandes, tristes, llenos de resignación; miran y no ven, absortos en la contemplación del mundo interior [...] Sus pupilas parecen buscar con un anhelo doloroso algo que calme la angustia de su espíritu”.

Foto: Museo del Prado

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Elementos de lujo

Pocos elementos de lujo rompen la sobriedad del cuadro. Tan solo una cadena de la que pende un colgante y una espada, que el caballero sostiene como queriendo reafirmar su predisposición a la defensa de lo que considera justo, cuando sea necesario.

la gran polémica

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La gran polémica

Por si el cuadro fuera poco intrigante, en 1996 ocurrió un episodio que añadiría más misterio a la leyenda del caballero. Se procedió a una restauración que eliminó el fondo por haber sido añadido, decían, en el siglo XIX, cambió la forma de los hombros, alteró el color de la cara... Sobre estas líneas, las versiones antes (izquierda) y después de 1996.

Una firma tachada

Foto: Museo del Prado

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Firma tachada

Se decidió incluso quitar la firma que aparecía junto al hombro izquierdo del personaje, porque se consideró “apócrifa”, una imitación posterior. Fue velada, aunque no suprimida del todo.

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Un aspecto irrecuperable

Esta intensa intervención fue muy criticada y sus detractores sostienen que la restauración fue una verdadera chapuza que alteró el cuadro de forma irreversible , llegando la polémica hasta el Congreso de los Diputados. Lo cierto es que esta obra maestra ya nunca podrá volver a recuperar, además de la firma, su característico fondo oscuro o detalles de la chaqueta suprimidos por una restauración, como mínimo, deficiente. Aunque ni con esto, la obra perdió un ápice de su atracción.

Para saber más

El Greco 2014

El Greco en España

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