Hermanas, hijas y esposas

El incesto en las familias reales del antiguo Egipto

¿Por qué los reyes del antiguo Egipto contraían matrimonio con sus hermanas o con sus propias hijas? Los investigadores han propuesto varias teorías, pero una de las más extendidas afirma que lo hacían para garantizar la pureza de sangre dentro de la dinastía.

Pareja real de Amarna. Museo Egipcio, El Cairo.

Pareja real de Amarna. Museo Egipcio, El Cairo.

Pareja real de Amarna. Museo Egipcio, El Cairo.

Foto: PD

Para los antiguos egipcios, el matrimonio era el estado natural de hombres y mujeres. Esta idea era igualmente válida en el caso de la familia real, para la cual el matrimonio comportaba la obligación de dotar al trono de herederos con los que legitimar la dinastía y asegurar la continuidad de la misma. Algunos de estos herederos fueron el fruto de matrimonios que implicaron la ruptura del tabú del incesto.

La aproximación al tema de los matrimonios entre hermanos o entre padre e hija en la monarquía del antiguo Egipto debe hacerse prescindiendo de los prejuicios con que la sociedad moderna juzga en demasiadas ocasiones a otras culturas. Con todo, esta cuestión sigue suscitando discusiones entre los egiptólogos, como ya sucedió en el pasado, cuando los primeros investigadores formularon teorías que negaban fervorosamente la existencia de este tipo de matrimonios o los consideraban meramente de carácter ritual, despojándolos de toda connotación sexual.

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Esposa y hermana

Si se acude a la terminología egipcia del parentesco para intentar averiguar más sobre este tipo de matrimonios, la complejidad del tema no hace más que aumentar. Ello se debe a que, a partir de la dinastía XVIII, la primera del reino Nuevo, junto con la palabra que desde el Reino Antiguo se había usado para designar a la esposa, hemet, aparece la de senet, "hermana", que además de tener este significado es empleada para referirse a la "esposa" con un sentido más afectuoso, o bien a parientes femeninos próximos, lo que hace más difícil la identificación de verdaderos matrimonios entre hermanos.

Entre las fuentes clásicas, el historiador griego Diodoro de Sicilia ya constata en el siglo I a.C. la permisividad de los egipcios respecto a los matrimonios entre hermanos. Pero si bien el matrimonio entre hermanos y entre padre e hija está bien documentado en la familia real, lo cierto es que se trata de un fenómeno que, salvo contadas excepciones, no se da en una población entre la cual sí son frecuentes los matrimonios entre primos, e incluso entre tío y sobrina.

Si bien el matrimonio entre hermanos y entre padre e hija está documentado en la familia real, es un fenómeno que apenas se da entre la población.

Nefertari, la Gran Esposa Real de Ramsés II, representada en una pintura de su tumba en el Valle de las Reinas.

Nefertari, la Gran Esposa Real de Ramsés II, representada en una pintura de su tumba en el Valle de las Reinas.

Nefertari, la Gran Esposa Real de Ramsés II, representada en una pintura de su tumba en el Valle de las Reinas.

Foto: PD

Sin embargo, esta tendencia cambia a partir de la época ptolemaica (siglos III-I a.C.), cuando los porcentajes de los matrimonios entre hermanos se invierten y empiezan a aumentar en número entre la población.

En el entorno real, donde la práctica de la poligamia era habitual, solo una de las esposas del faraón ostentaba el título de Gran Esposa Real, y son numerosos los casos, sobre todo a partir del Reino Nuevo, en los que esta no es otra que la hermana o la propia hija del faraón.

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¿Por qué el incesto?

Los egiptólogos han teorizado sobre las motivaciones que llevaron a la monarquía egipcia a la ruptura del tabú del incesto. La más conocida es la denominada "teoría de la princesa heredera", según la cual la legitimidad para reinar era proporcionada por la línea femenina de la realeza, ya que las mujeres heredaban sucesivamente el poder de legitimar el acceso al trono del futuro faraón a través de su matrimonio. El ideal era que quienes contrajeran matrimonio fuesen el legítimo heredero del faraón y su hermana o hermanastra, para que de esta unión nacieran hijos con la sangre más pura posible. Si esto no era posible, entonces la unión se producía entre el faraón y sus hijas, que constituían el siguiente eslabón de la línea femenina que "heredaba" la legitimidad.

Esta teoría se aplica pensando sobre todo en la dinastía XVIII, en la que faraones como Amhose I (Ahmosis), Amenhotep I o Tutmosis II contrajeron matrimonio con sus hermanas o hermanastras. Pero dentro de la misma dinastía hubo reyes como Tutmosis III, Amenhotep II y Amenhotep III que se casaron con mujeres de origen no real, con lo que se interrumpe la línea de herederas postulada por la teoría citada; hay, pues, argumentos a favor y en contra de la misma.

Hubo reyes como Tutmosis III, Amenhotep II y Amenhotep III que se casaron con mujeres de origen no real.

Busto de la princesa Meritatón, hija de Akhenatón y Nefertiti. Museo del Louvre, París.

Busto de la princesa Meritatón, hija de Akhenatón y Nefertiti. Museo del Louvre, París.

Busto de la princesa Meritatón, hija de Akhenatón y Nefertiti. Museo del Louvre, París.

Foto: Rama (CC BY-SA 3.0 FR)

Respecto al matrimonio del faraón con su hija, los casos más conocidos son los de Ramsés II (con Meritamón, Nebet-Tauy y Bentanta, entre otras de sus hijas) y Akhenatón (con Meritatón, Maketatón y Anjesenpaatón). Todas ellas pasaron de "hija del rey" a "esposa del rey", y con el tiempo algunas se convirtieron, como lo fueron sus madres, en Gran Esposa Real. Aún se discute si la descendencia de algunas de ellas fue fruto o no del matrimonio con sus padres; en el caso de Anjesenpaatón, parece que efectivamente fue así.

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Matrimonios divinos

En aquello que coinciden los especialistas es en que, a través de estos matrimonios, especialmente entre hermanos, la realeza intentaba reproducir el comportamiento de las divinidades egipcias y reforzar así su vinculación con ellas. En la mitología egipcia, el emparejamiento de las divinidades primordiales se produce entre hermanos: Shu (el aire) y Tefnut (la humedad), Geb (la Tierra) y Nut (el Cielo), Osiris e Isis, Seth y Neftis... Al reproducir estos matrimonios propios de los dioses, los soberanos mostraban a la población el carácter divino de la realeaz, a la vez que se desvinculaban del resto de la sociedad, que no practicaba el incesto.

Los dioses Osiris e Isis. Relieve del templo de Abydos.

Los dioses Osiris e Isis. Relieve del templo de Abydos.

Los dioses Osiris e Isis. Relieve del templo de Abydos.

Foto: iStock

Además, mediante estos enlaces se aseguraba la pureza en la línea sucesoria. En los momentos de crisis del Estado se recurrió al matrimonio entre hermanos para asentar en el trono la línea dinástica, como sucedió en el período de implantación de la dinastía XVIII, que reunificó el país. Esta práctica matrimonial permitía evitar la entrada en la familia real de posibles candidatos que rivalizaran con el heredero o cuestionaran la legitimidad de su acceso al trono, al tiempo que proporcionaba cónyuges de rango real a las princesas egipcias ya que estas, a diferencia de los faraones, no se casaban con extranjeros.

En los momentos de crisis del Estado se recurrió al matrimonio entre hermanos para asentar en el trono la línea dinástica.

Así pues, a través del matrimonio entre hermanos o entre padre e hija, la realeza egipcia reafirmaba su naturaleza divina a la vez que pretendía asegurar la sucesión dinástica. No sabemos cómo eran concebidas estas relaciones incestuosas, ni qué opinión merecía esta práctica a las propias interesadas o a la población, pero como Gran Esposa Real muchas de ellas distaron de ser meras consortes, desempeñando un papel vital en la historia de Egipto.

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