Catástrofes e invasiones

El fin de la civilización minoica en Creta

Durante la Edad del Bronce surgió, en la isla de Creta, la brillante civilización minoica, que dominó el Mediterráneo oriental hasta que una serie de terremotos y erupciones volcánicas la debilitaron, propiciando su desaparición

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Cnosos, el gran palacio minoico. Un relieve policromado, que muestra a un toro embistiendo, adorna. la entrada norte del palacio de Cnosos, en Creta, el centro palacial más grande y poderoso de la isla.

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En cierto modo, podría decirse que la isla de Creta fue la cuna de Europa porque allí se desarrolló, en paralelo a lo que ocurría en Egipto y en Mesopotamia, la cultura europea más antigua de la Edad del Bronce, una fase de la historia de la humanidad cuyas comunidades nos resultan familiares por las diferencias sociales y económicas que se aprecian ya en su seno, por contar con instituciones políticas propiamente dichas y por el uso de la escritura. Los griegos reconocían a Minos, el mítico rey de Creta, como autor de las leyes más antiguas, inspiradas por el propio dios Zeus, padre de Dike, la Justicia. Por eso se les podía atribuir un valor universal: «La mejor prueba de que Minos era un buen legislador es que sus leyes han permanecido inamovibles, por ser las de alguien que había encontrado la correcta verdad en lo que toca a la administración de la polis [la ciudad-estado griega]» (Platón, Minos 321b). 

Sin embargo, esa civilización que precede en mil años a la polis griega y que llamamos minoica –por el legendario rey Minos–se nos muestra enigmática en muchos aspectos. A pesar de tantas y tan vivas imágenes como nos ofrece la arqueología, no podemos leer los escasos documentos escritos que nos ha legado porque, al no conocer su lengua, su escritura aún no ha sido descifrada. Sólo tenemos leyendas. Así, una de las principales incógnitas a resolver es el motivo de la desaparición, aparentemente súbita, del que –en la memoria de los griegos– había sido un gran imperio económico marítimo, precursor del creado por Atenas en el siglo V a.C. 

Una civilización condenada 

Hacia 1700 a.C., una serie de terremotos destruyó los centros palaciales que formaban la civilización minoica –Cnosos, Festos, Malia–, así como muchas viviendas. En el pequeño palacio de Archanes, cerca de Cnosos, se ha encontrado un edificio de culto que, a causa de un seísmo, se había desplomado sobre un joven recién sacrificado en un altar, un sacerdote, una sacerdotisa y un asistente que llevaba en una vasija la sangre fresca de la víctima. Trataban, muy posiblemente, de ganarse el favor de los dioses. 

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Vasija decorada con pulpos. Arte mice´nico de Creta. Siglo XV a.C. Museo Arqueolo´gico Nacional, Atenas.

Wikimedia Commons

Los cretenses reconstruyeron lo destruido y crearon nuevos recintos similares, decorándolo todo con gran suntuosidad. Empezó, así, la fase neopalacial (de los «nuevos palacios») de la cultura minoica, caracterizada por su proyección económica hacia el exterior. El objetivo de la producción ya no era sólo la subsistencia, sino disponer de un excedente que permitiera traer del exterior, por medio del comercio, artículos de lujo y esclavos. Creta contaba entonces con una gran flota y desarrolló posiblemente una especie de imperio económico marítimo: una talasocracia («poder sobre el mar»). 

Pero hacia 1450 a.C. –según la cronología establecida por el arqueólogo británico Arthur Evans a comienzos del siglo XX–, esa cultura, que deslumbra con su vitalidad y su arte, se colapsó, y ello por razones que aún no están claras. Las excavaciones han mostrado incendios y destrucciones en todos los palacios que habían marcado el cénit de esta civilización. En Cnosos sólo se salvó el palacio propiamente dicho; el área residencial adjunta fue destruida. En ese contexto de destrucción se han descubierto huesos con marcas de cuchillo pertenecientes a cuatro niños en lo que parecer ser un caso de canibalismo ritual. Al parecer, sus habitantes intentaron también esta vez buscar la intercesión divina para que las cosas siguieran como antes. 

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Vista del palacio minoico de Malia, situado en la costa oriental de la isla de Creta.

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Sin embargo, en esta ocasión la recuperación ya no fue posible, lo que plantea numerosas cuestiones relativas a la causa de la destrucción de esos riquísimos complejos palaciales y a las razones por las que no se reconstruyeron. Algunos investigadores han sugerido que el activo comercio de Creta despertó la ambición de los griegos micénicos, quienes acabaron conquistando la isla.

La teoría más difundida sobre la destrucción de los centros palaciales es la que lanzó, en 1939, el arqueólogo griego Spyridon Marinatos. La atribuyó a una gran erupción volcánica, que se habría producido en una isla del archipiélago de las Cícladas llamada Tera en la Antigüedad, y rebautizada como Santorini por los venecianos durante la Edad Media. Situada 112 kilómetros al norte de Creta, Santorini es, en realidad, un enorme volcán que se ha ido formando y transformando durante los últimos 1,8 millones de años, y que ha sufrido una larga serie de erupciones de distinta magnitud. Marinatos pensaba que hacia 1450 a.C. se había producido ahí una erupción semejante a la del volcán Krakatoa, en Indonesia, que en 1883 había provocado un tsunami, con olas de hasta 15 metros, barriendo las costas de las islas vecinas y acabando con la vida de 36.000 personas. 

La Parisienne, small fresco from Knossos, 1450 1300 BC , AMH, 145370

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La parisina. Fresco del ala occidental del palacio de Cnosos. siglo XV a.C. Museo Arqueolo´gico, Heraklion

Wikimedia Commons

En 1967, cerca de la moderna localidad de Akrotiri, en Santorini, Marinatos comenzó la excavación de un asentamiento conocido como la Pompeya minoica. La erupción del volcán conservó muy bien, bajo seis metros de cenizas, un pequeño poblado que sorprende por la riqueza de su cultura material: frescos de la misma calidad (e incluso mayor) que los de Cnosos cubren por completo las paredes de algunas estancias; y tampoco son inferiores la cerámica o el mobiliario. Las calles estaban pavimentadas y contaban con un sistema de drenaje. Las casas, algunas de tres plantas, habían sido construidas con una estructura de madera resistente a los terremotos. También se han hallado algunas tablillas escritas en el silabario Lineal A, es decir, en lengua minoica. No han aparecido, sin embargo, cadáveres, lo que indica que el lugar fue evacuado a tiempo. 

La Atlántida minoica 

Los vulcanólogos creen que, antes de esta gran erupción del II milenio a.C., los restos visibles del cono volcánico –parcialmente cubierto por el mar– eran bastante más grandes que en la actualidad, y que, dentro del círculo que formaban, había una isla de cierta extensión. Tras la explosión esta isla habría sido tragada por el volcán (los dos islotes que ahora se ven corresponden a erupciones acaecidas en los últimos dos mil años). Ello plantea la posibilidad de que el poblado descubierto en Akrotiri fuera tan sólo un barrio de una suntuosa ciudad situada en la isla hoy desaparecida. En uno de los frescos conservados en Akrotiri se podría haber representado esa supuesta ciudad, cuya riqueza procedería del comercio y de algunas manufacturas locales de productos de lujo. 

La Atlantís nesos («isla de Atlante») aparece por vez primera en los diálogos platónicos Timeo y, sobre todo, Critias, fechados hacia 360 a.C. En ellos se muestra como un mito político que ilustra la decadencia moral de la humanidad: la poderosa civilización de una gran isla idílica, situada en los confines de la tierra habitada, se hunde de repente bajo las aguas. Los atlantes se habrían vuelto codiciosos y violentos frente a sus vecinos y, como castigo, los enfurecidos dioses causaron su destrucción. En realidad, en el discurso platónico, la Atlántida es representada como un lugar de la geografía mítica, y también del tiempo mítico, habitada por una humanidad antediluviana. En la Antigüedad, nadie se tomó esa historia como algo real. Y tampoco los humanistas del Renacimiento, que la utilizaron como inspiración para sus utopías. Basta con leer el Critias para tener esa impresión. 

Ship procession fresco, part 1, Akrotiri, Greece

Ship procession fresco, part 1, Akrotiri, Greece

Fragmento de un fresco hallado en el poblado minoico de Akrotiri.

Wikimedia Commons

Es probable que en la formación del mito de la Atlántida se hayan combinado elementos de muy distinta naturaleza. Los recuerdos legendarios de la desaparición de la civilización minoica y de la erupción del volcán de Tera han podido quedar integrados en él, tal y como sugirió Marinatos. Aunque los minoicos se nos muestran como un pueblo pacífico, tenían naves de guerra, suponemos que para proteger sus mercancías, y los atenienses contaban que el mítico rey Minos les había impuesto un tributo oneroso del que tuvo que librarlos su héroe Teseo –cada año debían llevar siete jóvenes y siete muchachas a Creta, donde los devoraba el terrible Minotauro–. 

Creta no se hundió en el mar, como la Atlántida, pero, si la supuesta isla central de Santorini y una parte considerable del cono volcánico desaparecieron bajo las aguas, ese desastre habría dejado un recuerdo impactante. El caso es que la singular disposición de ese conjunto insular –se trata de una isla redonda rodeada casi por completo de un anillo de tierra– concuerda hasta cierto punto con la descripción de la Atlántida contenida en el Critias, al igual que la existencia en Santorini de una fértil llanura y elevadas montañas. Lo de los varios círculos concéntricos en que, según Platón, estaba dispuesta la capital de los atlantes podría añadir un valor simbólico, tomado de la filosofía pitagórica. 

Bull leaping minoan fresco archmus Heraklion

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Salto del toro, fresco del palacio de Cnossos, siglo XIV a.C. Museo Arqueológico, Heraclión.

En realidad, Platón , en el siglo IV a.C., sitúa la mítica Atlántida donde era de esperar que lo hiciera por ese entonces: más allá del límite de las navegaciones de los griegos, marcado, en el imaginario colectivo, por las columnas de Heracles (el estrecho de Gibraltar); es decir, en aguas de la Atlantís thálassa, el «mar de Atlante» mencionado por Heródoto. Todo ello es compatible con el hecho de que la erupción de Tera, que ocurrió realmente, y la desaparecida civilización minoica hayan aportado los elementos fundamentales del mito; tal vez, partiendo de una antigua tradición egipcia que, como afirma Platón, hubiera considerado toda el área minoica como una unidad. 

La agitada isla de Tera 

La catástrofe de la isla de Tera-Santorini destruyó en la isla de Creta la civilización minoica; pero hoy sabemos que esa cultura tuvo continuidad, porque las destrucciones que marcan su final no pudieron ser consecuencia directa de ella. 

Marinatos había supuesto que el cono volcánico de Santorini tenía su pared completa antes de esa gran erupción y que fue entonces cuando se hundió la parte que ahora le falta. Según su hipótesis, las aguas habrían invadido violentamente la zona central del volcán y entrado en contacto con los materiales de su interior. Así es como se habría producido un tsunami similar al causado por la erupción del Krakatoa. Sin embargo, estudios realizados por vulcanólogos en las últimas décadas han llegado a la conclusión de que la explosión del cono se remonta a una erupción que tuvo lugar en el año 21000 a.C. Esto habría hecho posible que en Santorini hubiera existido, en época minoica, esa isla rodeada casi por completo de tierra a la que nos hemos referido antes.

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Puesta de sol en Santorini, las islas que forman el borde del cráter rodean un pequeño islote en medio de la bahía.

Wikimedia Commons, George Spanoudakis

Por consiguiente, la erupción que cubrió el poblado de Akrotiri, aunque produjo nuevos hundimientos, no fue tan violenta como había imaginado Marinatos. No existe acuerdo sobre el grado que se le debe atribuir en referencia al Índice de Explosividad Volcánica (IEV), pero se estima que sus efectos sobre Creta no pudieron ser tan dramáticos como se creía y que habrían afectado sobre todo a la parte oriental de la isla. 

Por otro lado, se ha conseguido fechar esa erupción con gran exactitud. Las dataciones realizadas con anterioridad, a partir del radiocarbono incluido en materiales orgánicos de corta vida, como las semillas, habían sido poco precisas. Sin embargo, ya despertaban las alarmas porque ofrecían un margen de fluctuación entre 1663 y 1599 a.C., fecha que no se podía sincronizar con las dataciones propuestas para la destrucción de los recintos palaciales minoicos.

Archaeological site of Akrotiri   Santorini   July 12th 2012   62

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Vivienda excavada en el asentamiento de Akrotiri, en la isla de Tera, la actual Santorini.

Wikimedia Commons

El hallazgo de la rama de un olivo que fue enterrado vivo por la lava ha representado un extraordinario golpe de suerte, pues ha permitido realizar un estudio muy completo –publicado en la revista Science en 2006–, que arroja una fecha de entre 1627 y 1600 a.C., con un margen de confianza del 95%. Incluso si se atribuyera un posible error del 50% al cómputo de los anillos debido a la irregularidad potencial del crecimiento de la rama, sólo aumentaría en una década la fluctuación de la fecha. Supone, por tanto, unos ciento cincuenta años de diferencia con respecto a 1450 a.C., en que Evans dató la destrucción de los palacios cretenses. Este largo espacio de tiempo que separa la erupción y el colapso del mundo minoico convierte la ocupación de la isla por parte de los griegos micénicos en la única explicación posible de la ruina minoica. Pero ¿quiénes eran estos invasores llegados del continente? 

Bajo la ocupación micénica 

Mientras en Creta, tras los terremotos que habían asolado la isla hacia 1700 a.C, se desarrollaba la fase neopalacial, los micénicos habían establecido importantes centros de poder en la Grecia peninsular, que se convirtieron en centros palaciales –palacios que constituían el corazón político y económico de un territorio– por influencia, sobre todo, de los que existían desde mucho tiempo atrás en Siria, como Ugarit, situado donde hoy se encuentra la localidad costera de Ras Shamra. Allí llegaron a tener los micénicos una representación permanente. Posiblemente, sus primeros contactos con los minoicos fueron comerciales, pero luego debieron de convertirse en rivales y, por último, acabaron conquistándolos.

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Sello minoico que muestra a un joven saltando sobre un toro. Museo Ashmolean, Oxford.

Wikimedia Commons

Los nuevos moradores y señores de Creta, que hablaban la primera lengua griega conocida, procedían de las estepas eurasiáticas y tenían unos hábitos guerreros, adquiridos o reforzados en su larga vida migratoria, de los que carecían, según parece, los cretenses, quienes se habían perpetuado en su isla protegidos por el mar. Pero también es posible que los micénicos se hubieran aprovechado de una especial debilidad de los minoicos, consecuencia, a medio plazo, de la erupción del volcán de la isla de Tera. Las destrucciones que ahora se les atribuyen fueron datadas por Evans hacia 1450 a.C., pero podrían haber ocurrido entre cincuenta y cien años antes, porque las fechas absolutas de la sofisticada cronología de Evans dependen de la interpretación –que no es unánime– de los datos relativos al comercio con Egipto. Hoy, además de la cronología tradicional que propuso Evans, existe una llamada cronología larga, que retrotrae las fechas y que está siendo corroborada por algunas mediciones realizadas con radiocarbono. También parece ahora que esas destrucciones se fueron produciendo a lo largo de unos 25 o 40 años

Cabe suponer, entonces, que el depósito de materiales volcánicos procedentes de Tera y los posibles tsunamis causaron en Creta daños que no son perceptibles en el registro arqueológico, pero que acabaron por reducir los recursos humanos de la isla y afectaron a su actividad comercial en beneficio de los micénicos. Sus barcos y puertos pudieron quedar dañados por grandes olas, mientras que las cenizas depositadas sobre los campos perjudicaron la agricultura, como pudieron hacerlo las que quedaron suspendidas en la atmósfera, que enfriarían el clima. Eso sucedería en el horizonte de 1627-1600 a.C., en el que, como muestra el poblado de Akrotiri, la cultura minoica había alcanzado ya su máximo esplendor, y sus barcos constituían su principal signo de identidad. 

La herencia minoica 

Bajo la fase palacial micénica –precedida, tal vez, por una inmigración no violenta desde el continente– la economía de Creta quedó centralizada en Cnosos: sus archivos registran unas 100.000 ovejas, lo que constituye la cuarta parte de las que tenía toda la isla en 1927, que proporcionaban unas 30 toneladas de lana anuales. La nueva clase dominante incluía, al modo micénico, personal militar y dignatarios civiles, que tenían asignada, como remuneración por sus servicios, una parte muy importante del producto de las tierras trabajadas por los campesinos. 

Tal situación habría durado aproximadamente hasta el año 1200 a.C., si asumimos la fecha propuesta por L. R. Palmer para la destrucción definitiva del palacio de Cnosos. Éste habría sucumbido en el contexto del colapso de los centros palaciales micénicos, que se atribuye a una serie de ataques relacionados con los «Pueblos del Mar», amplios y violentos movimientos migratorios por el Mediterráneo oriental que causaron numerosas destrucciones. 

Minoan frescos in the National Archaeological Museum in Athens 01

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Caza del jabalí en un fresco micénico del palacio de Tirinto, tras la conquista de Creta muchos artistas y artesanos minoicos encontraron trabajo en el continente. Siglo XIII a.C., Museo Arqueológico Nacional, Atenas.

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Nada sabemos, en realidad, sobre las relaciones entre minoicos y micénicos en la isla durante todo ese tiempo: hasta qué punto lo fueron entre dominadores y dominados, y cómo evolucionaron. Las «tumbas de los guerreros», que aparecen en torno a Cnosos, la decoración de la cerámica y hasta el estilo de los frescos transmiten un clima militar y una rigidez que antes no existían, pero esa evidencia se refiere a la clase dirigente. Los micénicos introdujeron en la isla los grandes dioses de la Grecia continental –Zeus, Poseidón, Hermes, Hera, Atenea, Ártemis y el propio Dioniso–, pero también sobrevivió el culto a las divinidades locales. Y algunos elementos típicamente minoicos lograron mantenerse a través de los siglos oscuros que siguieron, ejerciendo su influencia sobre la época arcaica de la cultura griega, que tiene su inicio en el siglo VIII a.C. 

A comienzos del I milenio a.C., Creta inicia su fase doria, con el asentamiento de unos nuevos griegos, los dorios. Homero, el supuesto autor de la Odisea, atribuye a la isla, en el siglo VIII a.C., una extraordinaria mezcla de pueblos y de lenguas, y nada menos que noventa ciudades. Seguramente este tipo de poblamiento urbano se empezó a consolidar en el período micénico. 

Una de esas ciudades, Gortina, grabaría sus leyes en un gran muro de piedra, y en sus acuñaciones del siglo IV a.C. podemos ver a la ninfa Europa esperando al toro –el dios Zeus, que había adoptado esta forma– que debía raptarla en la ciudad fenicia de Tiro para unirse a ella en Creta y engendrar allí al rey Minos. Así que para los griegos, la civilización europea tenía su origen en la Creta minoica, que, a su vez, la había tomado de Oriente. Claro que eso no era toda la verdad; pero sí, posiblemente, una parte de ella.