Misterios y curiosidades del antiguo Egipto

El descubrimiento de la imponente estatua del faraón Mentuhotep II en Deir el-Bahari

En 1898, un joven Howard Carter que regresaba a su casa a caballo descubrió en el patio del templo aún por excavar del faraón Mentuhotep II en Deir el-Bahari la entrada de lo que parecía una tumba.

Estatua sedente de Mentuhotep II, descubierta en Deir el-Bahari. Museo Egipcio, El Cairo.

Estatua sedente de Mentuhotep II, descubierta en Deir el-Bahari. Museo Egipcio, El Cairo.

Estatua sedente de Mentuhotep II, descubierta en Deir el-Bahari. Museo Egipcio, El Cairo.

PD

En el mes de noviembre de 1898, cuando aún trabajaba como dibujante para la Egypt Exploration Fund en Deir el-Bahari, un joven Howard Carter hizo un extraño descubrimiento cerca del templo funerario, todavía inexcavado, de Mentuhotep II, que se alza junto al de la reina Hatshepsut. "Volvía a casa a caballo. Había llovido, el suelo cedió bajo las patas del animal y ambos terminamos en el suelo. Al mirar en el interior del pequeño agujero que allí había, me percaté de que existían marcas que indicaban que la piedra estaba trabajada", escribiría posteriormente el arqueólogo.

¿Qué era aquel misterioso lugar? A Carter le pareció entonces que el hoyo en el que su caballo Sultán había introducido el casco por accidente podía ser parte de alguna tumba (de hecho, se trataba del primero de los escalones que conducían a una sepultura sellada). Pero el emplazamiento se hallaba fuera de los límites de la concesión de la EEF, y el joven no tuvo oportunidad de descubrirlo en aquel momento. Aunque tomó nota de la ubicación y rellenó de arena el agujero con la esperanza de volver a investigarlo algún día.

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Finalmente esa oportunidad le llegaría a Carter dos años después, en 1900, cuando ostentaba el cargo de inspector de Antigüedades del Alto Egipto. Tanta curiosidad sentía el flamante nuevo inspector por lo que se ocultaba en aquel lugar que convenció a Gaston Maspero, director del Servicio de Antigüedades de Egipto, de comenzar cuanto antes los trabajos en Bab el-Hosan (que en árabe significa "la puerta del caballo", nombre que se dio al lugar por la singular forma en que fue descubierto). Tan solo tres semanas después de haber accedido al cargo, Carter se encontraba ya excavando.

Dos meses más tarde, a una profundidad de 17 metros, el arqueólogo descubrió una entrada sellada con adobe. Tras ella, un largo pasadizo de 150 metros conducía a una cámara abovedada. En esa habitación, Carter encontró algunos objetos, como diversas vasijas y tres maquetas de barcos de madera, además de un sarcófago sin nombre y, lo más impactante de todo, una colosal estatua sedente envuelta en lino, que yacía de lado.

Carter encontró diversas vasijas y tres maquetas de barcos de madera, además de un sarcófago sin nombre y una colosal estatua sedente.

Relieve pintado procedente del templo funerario de Mentuhotep II en Deir el-Bahari. En és se ha representado al faraón con la corona blanca del Alto Egipto. MET, Nueva York.

Relieve pintado procedente del templo funerario de Mentuhotep II en Deir el-Bahari. En és se ha representado al faraón con la corona blanca del Alto Egipto. MET, Nueva York.

Relieve pintado procedente del templo funerario de Mentuhotep II en Deir el-Bahari. En és se ha representado al faraón con la corona blanca del Alto Egipto. MET, Nueva York.

PD

El arqueólogo británico no cabía en sí de entusiasmo. Estaba convencido de haber encontrado una tumba real intacta. Aún lo estuvo más cuando descubrió en el interior de la "tumba", a 30 metros bajo la estancia, un pozo bloqueado. Estaba seguro de que allí se ocultaba la cámara funeraria. 

Así, Carter no tardó en anunciar a bombo y platillo que había descubierto una tumba real inviolada, y lo notificó de inmediato al conde de Cromer, cónsul general británico en Egipto, al que invitó a la apertura, junto con un nutrido grupo de autoridades egipcias. En 1901 se llevó a cabo la esperada apertura de la misteriosa puerta sellada, que, para horror de Carter, daba a una cámara completamente vacía que carecía de salida. Tras este fiasco, Carter sería mucho más cuidadoso a la hora de anunciar un descubrimiento.

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una estatua impactante

Pero ¿qué podemos decir de la estatua sedente que Carter descubrió en la primera cámara y a la que hizo tan poco caso? Pues se trata de una representación osiriforme del faraón Mentuhotep II (2009-1959 a.C.), de la dinastía XI, considerado el reunificador del país después del caótico paréntesis del Primer Período Intermedio (2118-1980 a.C.).

La escultura, hecha de piedra arenisca, con unas dimensiones de 1,38 m X 47 cm, se encontró intacta. Representa al monarca sentado en su trono como si se tratase del dios del inframundo Osiris (la divinidad con la que los faraones difuntos se identificaban). La piel está pintada de negro, el color del fértil limo del Nilo, que simboliza el renacimiento en la otra vida.

Detalle de la estatua sedente de Mentuhotep II descubierta por Howard Carter.

Detalle de la estatua sedente de Mentuhotep II descubierta por Howard Carter.

Detalle de la estatua sedente de Mentuhotep II descubierta por Howard Carter.

Jon Bodsworth

El faraón va vestido con el tradicional manto blanco ceñido con el que el faraón de Egipto llevaba a cabo su jubileo real o fiesta Heb Sed, una celebración ritual que se realizaba cada 30 años de reinado para devolver al rey su juventud y su fuerza. Mentuhotep va tocado asimismo con la corona roja del Bajo Egipto (desheret), en el mentón lleva una barba falsa y sus brazos están cruzados sobre el pecho sosteniendo el cetro heka y el flagelo nejej, símbolos de la realeza. Estos dos elementos no se han conservado.

La estatua de Mentuhotep II va vestida con el tradicional manto blanco ceñido con el que el faraón de Egipto llevaba a cabo su jubileo real o fiesta Heb Sed

Con todo, la estatua no se considera una obra maestra del arte egipcio, ya que presenta ciertas desproporciones. Por ejemplo, las piernas y los pies son exageradamente grandes, y el rostro, según algunos investigadores, muestra rasgos toscos, propios del arte egipcio provincial de la época.

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una tumba conmemorativa

Pero ¿qué hacía esta singular estatua envuelta en lino en una tumba falsa? Todo lo que rodea a este depósito de materiales y a la estatua de Mentuhotep sigue desconcertando a los egiptólogos hoy en día. De hecho, la mayoría cree que el lugar es una "tumba osiríaca", una especie de cenotafio o tumba conmemorativa donde el monarca, vinculado con Osiris en la muerte, era enterrado en efigie. En este caso, el cenotafio estaba situado en el patio del templo funerario erigido por Mentuhotep II en Deir el-Bahari. 

La mayoría de investigadores coinciden en que el lugar es una "tumba osiríaca", una especie de cenotafio o tumba conmemorativa.

Templo funerario de Mentuhotep II en Deir el-Bahari, en cuyo patio se halló el depósito que, entre otros elementos, contenía la estatua osiriforme del faraón.

Templo funerario de Mentuhotep II en Deir el-Bahari, en cuyo patio se halló el depósito que, entre otros elementos, contenía la estatua osiriforme del faraón.

Templo funerario de Mentuhotep II en Deir el-Bahari, en cuyo patio se halló el depósito que, entre otros elementos, contenía la estatua osiriforme del faraón.

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Como hemos visto, Howard Carter consideró este descubrimiento de su juventud un fracaso, aunque la estatua de Mentuhotep es impresionante y el depósito se hallaba intacto y ha proporcionado mucha información sobre las costumbres funerarias del recién estrenado Reino Medio (1980-1760 a.C.). Aun así, como dice el egiptólogo Zahi Hawass, "el resultado fue decepcionante para los estándares de la época, aunque muchos arqueólogos modernos clasificarían el descubrimiento como uno de los más grandes". No cabe duda de que los tiempos han cambiado.