Se dice que no había en el mundo visión más aterradora que la falange macedonia cargando con su grito de guerra –¡alalalai!– y enarbolando las temibles sarisas, las largas lanzas características de las tropas de Alejandro Magno. Su ejército fue, sin lugar a dudas, la mejor y más letal maquinaria de guerra surgida hasta entonces, y la causa de que un pequeño reino griego de los Balcanes se convirtiese en la mayor entidad política de su tiempo.
No obstante, no debemos olvidar que dicho ejército no fue creado por el propio Alejandro Magno, sino por su tío, el rey Alejandro II, y especialmente por su padre, Filipo II de Macedonia. En un discurso pronunciado ante sus tropas al final de la conquista del Imperio persa, Alejandro Magno atribuyó a su padre el mérito de haber organizado a los macedonios en ese poderoso ejército. Pero Alejandro tuvo la habilidad logística, táctica y estratégica para transformarlo en una fuerza de guerra invencible, y utilizarlo con la sabiduría necesaria para llevarlo al límite de sus fines y ambiciones.Veamos, pues, a grandes rasgos, la composición de este ejército.
Su unidad fundamental la constituía la falange, la legendaria tropa de élite cuya creación se atribuye al rey Filipo II. La falange en batalla se disponía en filas de 16 hombres: una unidad de 16 filas se llamaba sintagma y seis sintagmas constituían un regimiento o taxis de 1.536 hombres. La falange estaba integrada por tres tipos de hombres: los hypaspistai, los asthetairoi y los pedzetairoi.

Falange macedonia en un grabado de Edmund Ollier para la Historia Ilustrada Cassell.
Foto: Cordon Press
Como su nombre griego indica, los hipaspistas eran los «portadores de escudo», es decir, escuderos originariamente; no obstante, esta unidad ya se había formado en época de Filipo como un cuerpo independiente para el cual se reclutaba a la élite de los soldados macedonios, por su altura y habilidades guerreras. La organización de los portadores de escudo, cuyo número ascendía a 3.000 hombres, se estructuraba en tres unidades llamadas quiliarquías, de 1.000 hombres cada una. De ellos, los quinientos mejores formaban parte de la agema, la guardia real de infantería, que se relevaba por turnos para proteger al rey y acompañarlo en todo momento.

Hipaspista sin armadura para operaciones de escaramuza según John Shumate. Esta tropa formaba la élite de la infantería y la guardia a pie del rey, encargada de protegerlo tanto en palacio como en el campamento.
Foto: Wikimedia Commons
Los portadores de escudo solían llevar el armamento tradicional de los hoplitas griegos: casco, coraza de cuero o lino con su correspondiente faldellín, grebas para proteger las piernas, lanza corta (de aproximadamente 2,5 metros de longitud), una espada corta y en ocasiones un puñal. Para defenderse, estos infantes se protegían tras un escudo de tipo hoplón, de unos 90 centímetros de diámetro, aunque más convexo que el tradicional que llevaban espartanos y atenienses. No obstante, durante las batallas trocaban a menudo su lanza corta por una sarisa larga de falangita que les confería el aspecto terrible y compacto de un animal erizado de larguísimas púas.
Los «compañeros de a pie» formaban la infantería de línea de la falange macedonia. Se dividían en dos grupos: asthetairoi y pedzetairoi, cada uno de los cuales conformaba tres regimientos de 1.500 hombres, sumando, en total, 9.000 soldados. La única diferencia entre estos dos tipos de tropas consistía en que los primeros procedían de la alta Macedonia, por lo que sus habilidades en la lucha en terreno montañoso eran superiores, mientras que los segundos eran reclutados en la baja Macedonia y constituían el grueso de la tropa falangita.

La falange se enfrenta a los tracios en la batalla de los carros. Ilustración para la Historia Hutchinson de las Naciones, 1900.
Foto: Wikimedia Commons
El armamento de estos soldados de línea era más ligero que el de los hipaspistas. Llevaban casco, a menudo de tipo tracio-macedonio, y coraza y grebas en el caso de las filas primera, central y final, mientras que lo más probable es que los demás no llevaran coraza. En cuanto al armamento ofensivo, los compañeros de a pie se caracterizaban por la célebre sarisa larga, empleada para el avance y la carga, así como por una espada corta y recia para el combate cuerpo a cuerpo.

Arquero mercenario en un Kylix del pintor Epictetos. Cerámica de figuras rojas procedente de Vulci (Italia), siglo V a.C., Museo Británico
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Junto a la falange, Alejandro contaba con otra unidad de combate formada por combatientes macedonios: una formación de 1.000 arqueros de élite que el rey utilizaba a menudo en sus incursiones. Finalmente existía un pequeño cuerpo de «pajes reales», jóvenes nobles que servían al rey y recibían su educación en la corte macedonia.
EL PESO DE LAS TROPAS ALIADAS
Aparte de estos cuerpos puramente macedonios, la infantería de Alejandro se completaba con los aliados y mercenarios griegos y balcánicos. El empleo de tropas extranjeras por los reyes de Macedonia se remontaba al momento en que Filipo impuso su hegemonía sobre Grecia –salvo Lacedemonia–, con la creación de la liga de Corinto en 338 a.C., entre cuyas disposiciones se incluía la obligación por parte de sus miembros de enviar tropas o fondos para el esfuerzo común de la guerra contra los persas.
Con el pretexto de la defensa de Grecia, Alejandro alistó a 7.000 aliados y 5.000 mercenarios griegos. A ellos hay que sumar una unidad de 7.000 tropas aliadas balcánicas (odrisios, tribalos e ilirios) y, finalmente, 1.000 jabalineros agrianos (tracios).

Equipados con jabalinas y un pequeño escudo los peltastas y agrianos eran indispensables para las operaciones en terreno agreste donde la falange quedaba en desventaja. Retrato de un soldado agriano por John Shumate.
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Las unidades aliadas griegas estaban constituidas en su mayor parte por hoplitas, soldados que contaban con un armamento similar al de los hipaspistas. Los contingentes de mercenarios griegos y toda la infantería balcánica estaban integrados, en cambio, por los llamados peltastas: soldados con un pequeño escudo en forma de media luna o redondo (pelta), lanza, jabalinas y una espada.
En suma, al comienzo de su expedición de conquista,Alejandro Magno disponía de unos 13.500 combatientes macedonios, 12.000 griegos del sur y 8.000 de origen balcánico; en total, unos 33.500 hombres que conformaron la infantería más poderosa del mundo antiguo hasta ese momento.

Infantería y caballería ligeras del ejército macedonio. Estas unidades exploraban por delante de la infantería y combatían con los hostigadores enemigos antes del ataque de la falange.
Foto: Wikimedia Commons
La caballería del ejército de Alejandro Magno, al igual que las tropas de a pie, estaba integrada por súbditos macedonios, aliados y mercenarios.Los primeros formaban dos unidades de caballería: los exploradores y los compañeros. Los exploradores, también denominados prodromoi o sarissaphoroi, eran unidades de caballería ligera utilizadas como avanzadilla para localizar al enemigo, buscar forraje o un emplazamiento adecuado para el campamento y otras misiones.
Estaban armados con la sarisa de caballería, una lanza bastante más corta que la de infantería y mucho más manejable, pero igualmente mortífera. Ignoramos el número de estos jinetes de vanguardia, pero probablemente eran unos 600 repartidos en cuatro escuadrones (ilai) de 150 caballeros.
LA CABALLERÍA, BASE DEL EJÉRCITO
El núcleo de la caballería macedonia lo constituían los hetairoi o «compañeros», los guerreros de más confianza del rey. Se trataba deuna unidad de caballería pesada, reclutada entre los nobles macedonios y sus seguidores más próximos, en la que se integraban, asimismo, aquellos combatientes a los que el rey deseaba distinguir con el título de Compañeros.
Estos jinetes reales iban pertrechados con un casco de tipo beocio y con una coraza de caballería acampanada o de lino reforzado con placas de bronce.Además, usaban la sarisa de caballería y la espada o sable (kopis) para la carga. Formaban en escuadrones, probablemente de unos 200 hombres, que cabalgaban en formación de cuña en el momento de lanzar el ataque.

Un hipaspista carga contra un persa en una tumba macedonia de la necrópolis de Naousa.
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Una de estas unidades de ataque era el llamado «escuadrón real», la unidad de élite, formada por 300 hombres, que constituía la guardia a caballo que rodeaba al rey macedonio durante la lucha. En total puede estimarse que 1.800 de ellos cruzaron a Asia al principio de la campaña de Alejandro.
El papel de esta unidad de caballería en las batallas era decisivo. Puede decirse que si la falange servía de yunque para afianzar las posiciones del enemigo, la caballería de los Compañeros formaba el martillo que asestaba el golpe de gracia a los rivales mediante una carga decisiva, según una táctica de choque contra los oponentes que constituía otra de las innovaciones bélicas de los macedonios.
El propio Alejandro Magno no rehuía los combates de este tipo, sino que se ponía a menudo al frente de su guardia de caballería. Combatir en primera línea se consideraba una obligación de los reyes macedonios, lo que causó no poca mortandad en las dinastías reales.
Como en el caso de la infantería, la caballería del ejército de Alejandro se completaba con tropas aliadas y mercenarias provenientes de Grecia y de los Balcanes. Los más valiosos de entre estos combatientes eran los jinetes tesalios, de gran reputación en el combate, que montaban los afamados caballos de las fértiles llanuras en torno al monte Olimpo.

El propio rey dirige a su caballería en combate en este relieve del Sarcófago de Alejandro, Museo Arqueológico Estambul.
Foto: Wikimedia Commons
Armados de forma similar a los Compañeros, los tesalios cabalgaban tradicionalmente en formación de rombo. Durante las campañas de Alejandro estuvieron a menudo bajo el mando de Parmenión, el principal general del rey macedonio, quien posteriormente acabaría cayendo en desgracia.
El ejército macedonio iba acompañado por pequeñas unidades de caballería ligera, griega y balcánica, entre las que merece destacarse la caballería peonia (del norte de Macedonia). En total puede estimarse que el monarca macedonio llevó consigo un contingente de unos 5.100 jinetes cuando decidió emprender la conquista del Imperio persa.
Además de un ingente ejército de infantería, las tropas de Alejandro Magno estaban compuestas por cinco mil soldados de caballería al iniciar la conquista de Persia.
El ejército de Alejandro disponía, igualmente, de innumerables cuerpos especializados y de seguidores de muy diversa índole. Había zapadores, pontoneros, constructores de ballestas y demás artillería, agrimensores, ingenieros, ayudantes de todo tipo y un séquito de científicos y filósofos de gran relevancia. Entre ellos pueden contarse expertos en maquinaria de asedio y en diversas tácticas militares como el ingeniero Diades de Pella, a quien se atribuye la invención de la catapulta de torsión.
UNA REFORMA INACABADA
Por otra parte, no podemos dejar de mencionar brevemente a la experimentada marina macedonia, dirigida por el almirante Nearco al final del reinado. Aunque ésta fue licenciada muy pronto durante la expedición, su papel fue crucial y su pericia al navegar costeando por el sur del Imperio persa quedó bien acreditada por los historiadores de Alejandro.

Duelo entre un persa y un griego, Pintor de Triptolemo, 480 a.C. Museo Arqueológico de Atenas.
Foto: Wikimedia Commons
Tal era la disposición del ejército que creó Filipo II y con el que Alejandro Magno conquistó el Imperio persa. Con el tiempo, sin embargo, la situación cambió. Las tropas macedonias y sus aliados lucharon tenazmente por su rey, pero fueron sufriendo pérdidas a medida que penetraban en Asia. En un momento dado, los refuerzos se demostraron insuficientes y Alejandro fue introduciendo tropas, sobre todo ligeras, de caballería e infantería, de origen principalmente iranio (persas, medos, bactrianos...).
La orientalización del Imperio de Alejandro llegó a tal punto que, justo antes de su muerte, el rey tuvo la intención de crear un ejército paralelo persa, armado y entrenado a la macedonia, acaso como un símbolo de la unión entre los diversos pueblos de los enormes territorios que había conquistado. Si la muerte no hubiese sorprendido a Alejandro Magno en junio del año 323, quién sabe qué nuevos confines habría logrado conquistar con sus reforzados efectivos grecopersas.