La educación tenía un papel muy importante en la antigua Roma, ya fuera para los hijos de las clases altas, destinados a emprender una carrera política o administrar sus bienes; las damas nobles que debían ocuparse de su familia; o incluso muchos hombres y mujeres de extracción humilde: todos necesitaban una formación básica que les permitiera abrirse paso a su manera en la sociedad.
Roma fue posiblemente la sociedad del mundo antiguo más alfabetizada a nivel básico, incluso más que en algunas épocas posteriores.
Aunque la educación estaba lejos de ser universal, Roma fue posiblemente la sociedad del mundo antiguo más alfabetizada a nivel básico, incluso más que en algunas épocas posteriores. En parte se debía a su carácter global, ya que la importancia del comercio hacía necesario tener unas mínimas nociones de lenguaje y cálculo. Pero también tenía un papel fundamental el concepto amplio de ciudadanía, que esperaba que los ciudadanos interiorizaran una serie de normas y tradiciones que definían qué significaba ser romano.
Ser niño en Roma
Los primeros años de vida se desarrollaban en el seno de la familia, la unidad social alrededor de la cual giraba toda la sociedad romana. En esa etapa la educación era responsabilidad de la madre y se dirigía sobre todo a interiorizar las tradiciones, leyes y normas sociales romanas, es decir, aprender a comportarse como parte de la sociedad: seguir el mos maiorum (“la costumbre de los ancestros”) era la obligación moral de un buen romano, sin importar su clase social.
Entre las mujeres nobles era práctica común delegar esta responsabilidad en las nodrizas, esclavas de confianza o mujeres libres al servicio de la familia. Al acompañar a los niños en casi todas sus actividades durante su primera infancia, era normal que estos desarrollaran una relación más estrecha con sus nodrizas que con sus madres biológicas y se ocuparan de ellas en su vejez como si fueran su propia familia.
Diferencias de clase social y sexo
A partir de los siete años, empezaba la educación que podríamos definir como escolar. Aquí el camino tomaba vías muy distintas según la clase social y el sexo: a las niñas se las empezaba a instruir en los quehaceres domésticos, ya que la obligación principal de la mujer romana era ser esposa y madre. Sin embargo, al igual que los niños, muchas asistían algunos años a lo que podíamos llamar una escuela elemental donde se aprendía lo básico: leer, escribir y hacer cálculos simples, ya que eran nociones que necesitarían para administrar sus bienes; en Roma se usaba el dinero y no el trueque, y en muchas actividades de la vida cotidiana era necesario al menos conocer el alfabeto.
Esta educación era impartida por un maestro o litterator, pero las condiciones diferían enormemente según la clase social: mientras que las familias nobles o ricas podían permitirse enviar a sus hijos a una escuela o contratar maestros privados, los menos favorecidos tenían que conformarse con pagar a litteratores que daban clases en plena calle por un precio muy bajo, a menudo esclavos liberados o libertos. Los materiales también iban en consonancia con el precio, y los niños que estudiaban en estas escuelas de la calle practicaban la escritura y el cálculo con tablillas de cera y lápices de madera.
Las familias nobles o ricas podían permitirse maestros privados para sus hijos, mientras los menos favorecidos daban clases en plena calle por un precio muy bajo.
Entre estudios y ejercicios, también había espacio para la diversión. Muchos de los juegos más característicos de la infancia, como el escondite o la gallinita ciega, ya eran populares en la época romana. Los juguetes solían ser muy rudimentarios y hechos con materiales naturales, como una especie de juego de canicas practicado con nueces. También eran muy populares las muñecas, desde las más sencillas a base de madera hasta las más lujosas de marfil, pasando por un rango medio de materiales como la terracota: las más complejas tenían extremidades articuladas y ropa. Precisamente uno de los ritos que debía pasar una chica al casarse era entregar sus muñecas en ofrenda a los dioses, dejando atrás su vida de niña.

06 sarcofago infancia niño roma nodriza
Este sarcófago del siglo II d.C., conservado en el Museo del Louvre, perteneció a Marco Cornelio Estatio, muerto en la infancia. En uno de sus lados se representan cuatro momentos de la vida del difunto. Los dos primeros lo muestran cuando era un recién nacido, y los dos últimos, como un niño que juega y estudia.
Una educación desigual
La segunda etapa de estudios, que empezaba en torno a los 10 u 11 años, correspondía al grammaticus, un profesor que impartía un variado abanico de conocimientos como historia, literatura o geografía. Se tomaba como referencia los textos clásicos de los grandes autores griegos y romanos: Homero, Platón, Virgilio, Cicerón, Horacio... Era lo que hoy llamaríamos una enseñanza “de letras” donde las ciencias tenían poco peso, ya que se consideraban un saber especializado y no necesario para el común de los ciudadanos. Esta educación de mayor nivel ya estaba fuera del alcance de las clases humildes, a las que por otra parte no resultaba de utilidad para sus necesidades.
También disminuía el número de chicas, ya que a partir de la pubertad ya eran consideradas aptas para casarse y se dedicaban a aprender a administrar una casa -lo que, en el caso de las nobles, suponía también estar a cargo de las empleadas y esclavas domésticas-. Sin embargo, entre las familias nobles no era raro que también las niñas accedieran a esta etapa, ya que una educación culta era un símbolo de estatus; especialmente si la madre se ocupaba de sus hijos en la infancia en lugar de confiarlos a una nodriza, ya que entonces era deseable que tuviera una buena formación.
A partir de la pubertad las chicas ya eran consideradas aptas para casarse, pero entre las familias nobles no era raro que también recibieran una buena educación.
La última etapa de la educación, por lo general solo seguida por los varones de familias de clase senatorial o ecuestre, era la preparación para la vida política. A los 15 o 16 años eran confiados a un rhetor, un maestro especializado en oratoria que les enseñaba las técnicas del discurso y la argumentación. En casos raros también las mujeres de familias nobles eran alumnas o incluso profesoras: esto sucedía mayoritariamente en el caso de las libertas, esclavas que habían comprado su libertad y a veces conseguían hacer fortuna; ya que al no tener la ciudadanía romana no estaban ligadas a las normas sociales y morales de la misma.
La educación física también tenía un papel importante en la vida de los romanos de clase alta, ya que a la carrera política iba ligado a menudo el servicio militar. Asimismo, el ejercicio físico como actividad recreativa ganó popularidad a partir de la absorción del mundo griego en el siglo II a.C., una cultura que daba mucha importancia a las competiciones atléticas. Como sucedía con la educación, las chicas generalmente quedaban apartadas de esta formación, con la excepción nuevamente de algunas mujeres de familias más bienestantes que lo hicieran como pasatiempo particular.
La educación física también tenía un papel importante en la vida de los romanos de clase alta, ya que a la carrera política iba ligado a menudo el servicio militar.
A pesar de las grandes diferencias entre clases y sexos, la educación en la antigua Roma era notablemente más extendida que en otras sociedades antiguas como la egipcia o incluso la griega, en las que la enseñanza era un privilegio muy exclusivo. La mayor diversidad de maestros hacía accesible el conocimiento básico a más gente, pero la otra cara de la moneda eran precisamente estos enseñantes, peor pagados y considerados de los profesores griegos o los respetados sacerdotes egipcios.