Como si de de cosa de magia se tratase, el astrónomo Edmund Halley realizó una de las predicciones más precisas y espectaculares de la historia de la astronomía. Intuyó que las apariciones estelares que se habían producido en los años 1531, 1607 y 1682 pertenecían al mismo viajero de las estrellas y no a tres cuerpos celestes distintos. Halley predijo que aquel mismo cuerpo, que posteriormente sería bautizado por la ciencia con su nombre, volvería a aparecer en los cielos: "Con toda confianza puedo predecir que retornará en 1758", afirmó, y aunque su pronóstico se cumplió, él no pudo verlo. La muerte sorprendió al genial astrónomo el 14 de enero de 1742 y le impidió ser testigo de la reaparición en el firmamento del cometa Halley, el famoso cuerpo celeste que regresa periódicamente a la Tierra, como un reloj, cada 75 años.
Catalogar el cielo austral
Educado en la selecta St. Pauls School de Londres, Edmund se interesó por la astronomía desde muy temprana edad en una época en la que empezaba a desarrollarse la revolución científica que sentaría las bases del pensamiento moderno. En 1673, Halley ingresó en el Queen's College de Oxford, al que llegó con un telescopio pagado por su padre y donde publicaría algunos estudios sobre el Sistema Solar y las manchas solares. Durante su estancia en la prestigiosa institución conoció al fundador del Observatorio de Greenwich y primer astrónomo real de Inglaterra, John Flamsteed. Halley llegó a enviar al astrónomo real unas misivas informándole de que las tablas que se habían publicado hasta la fecha en relación con las posiciones de Júpiter y Saturno eran erróneas, al igual que algunas de las posiciones estelares calculadas por el famoso astrónomo danés Tycho Brahe.
En 1673, Halley ingresó en el Queen's College de Oxford al que llegó con un telescopio pagado por su padre y donde publicó algunos estudios sobre el Sistema Solar y las manchas solares.

Retrato de Edmund Halley pintado por el artista Richard Philips antes del año 1722.
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En el año 1676, Halley visitó a John Flamsteed en el Observatorio de Greenwich y publicó su primer artículo, Un método directo y geométrico para encontrar la afelia, las excentricidades y las proporciones de los planetas primarios, sin suponer la igualdad en el movimiento angular, con la ayuda del experimentado astrónomo. Muy influenciado por el proyecto que estaba llevando a cabo Flamsteed, dedicado a la compilación de un catálogo de las estrellas del hemisferio norte, Halley propuso hacer lo mismo para el cielo del hemisferio sur. Así, con la ayuda económica de su padre, aquel mismo año Halley zarpó, sin permiso del Queen's College, rumbo a la isla de Santa Elena a bordo de un barco de la Compañía de las Indias Orientales para iniciar sus observaciones, ya que creía que el Atlántico sur era el único lugar desde donde se podían observar algunas estrellas del hemisferio norte para poder compararlas con las del hemisferio austral. Pero el mal tiempo frustró su proyecto, aunque antes de volver a Londres pudo registrar las longitudes y latitudes de 341 estrellas y había logrado observar el tránsito de Mercurio a través del disco solar.
Primeras observaciones
Pero a su regreso, Halley tuvo un altercado con su universidad. Aunque se había ganado una gran reputación como astrónomo gracias a los datos aportados por sus observaciones en Santa Elena, Oxford no le permitía regresar al centro debido a que, según la institución, había transgredido los requisitos de residencia cuando partió hacia Santa Elena sin permiso. Al final tuvo que intervenir el mismísimo rey Carlos II, quien a través de una carta solicitó que se concediera al astrónomo inglés el título de Magister Artium (Maestro de las Artes). La universidad acabó concediendo a Edmund Halley dicho honor el 3 de diciembre de 1678. Ese mismo año, el joven Halley fue admitido como miembro de la prestigiosa Royal Society de Londres.
Con la intercesión del rey Carlos II que, a través de una carta solicitaba que se le concediera al astrónomo inglés el titulo de Magister Artium (Maestro de las Artes), Oxford concedió a Edmund Halley dicho honor el 3 de diciembre de 1678.

Informe chino que detalla la aparición del cometa Halley en el año 240 a.C.
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Tapiz de Bayeux, del siglo XI, donde se representa a dos hombres observando el cometa Halley.
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En 1681, el astrónomo italiano Giovanni Domenico Cassini había explicado a Halley su teoría, según la cual los cometas eran objetos celestes en órbita. Al año siguiente, en 1682, el propio Halley realizó sus primeras observaciones sobre un cometa que pasaría a la historia por ser considerado el primer cometa periódico documentado, es decir un cuerpo celeste con una órbita estable y perfectamente calculada. Halley se dio cuenta de que ese mismo cometa ya había sido observado en el año 1456 por el astrónomo alemán Johann Müller Regiomontano, y de que muchos siglos antes, alrededor del año 239 a.C., había sido documentado por primera vez. Durante sus observaciones,Halley comprobó asimismo que las características de aquel cometa coincidían con las descritas por el astrónomo y matemático alemán Pietrus Apianus en 1531, y curiosamente con las de Johannes Kepler realizadas en el año 1607, por lo que Halley concluyó que todas aquellas observaciones correspondían al mismo objeto celeste. Así, gracias a Halley la aparición de un cometa dejó de ser un fenómeno impredecible y un presagio divino para convertirse en un acontecimiento previsible y habitual.
La amistad con Newton
Edmund Halley era el miembro más joven de un grupo de científicos miembros de la Royal Society formado por el inventor y microscopista Robert Hooke y por el famoso arquitecto Christopher Wren, autor del proyecto de la catedral de San Pablo de Londres. Todos ellos estaban interesados en encontrar una explicación a la mecánica del movimiento planetario, algo que provocó un encendido debate y una encarnizada competencia entre ellos por ser el primero en hallar una respuesta. Así, en 1684, Halley visitó por primera vez a Isaac Newton en Cambridge para debatir las leyes de los movimientos planetarios de Kepler. Newton le dijo que, en efecto, había logrado resolver el problema a instancias de Flamsteed (que lo había visitado hacía unos años), estableciendo que dicha órbita era una elipse. El científico también le dijo que por desgracia no podía mostrarle los resultados de su investigación porque los había perdido. Al final, animado por Halley, Newton amplió sus estudios sobre la mecánica celeste y los plasmó en un tratado publicado en 1687 bajo el título Philosophiæ Naturalis Principia Mathematica, financiado por el mismo Halley.
Animado por el propio Halley, Newton amplió sus estudios sobre la mecánica celeste y los plasmó en un tratado publicado en 1687 titulado Philosophiæ Naturalis Principia Mathematica, financiado por el mismo Halley.

Portada de la obra Philosophiae Naturalis Principia Mathematica, de Isaac Newton, publicada en Londres en 1687.
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Pero Halley no solo destacó en los estudios astronómicos. En el año 1691 ideó y construyó una campana de buceo en la que el aire se renovaba por medio de unos barriles situados en la superficie. Para llevar a cabo una demostración de su invento, Halley y cinco compañeros más se sumergieron en el río Támesis permaneciendo más de una hora y media a dieciocho metros de profundidad. Pero su invento tuvo escaso impacto en la opinión pública y prácticamente ningún uso. Además, con todos estos experimentos lo único que consiguió Halley es lesionarse el oído medio a causa de la presión a la que se vio sometido. Asimismo, en 1692, y para explicar las constantes lecturas anómalas de las brújulas, Halley propuso una singular teoría: la existencia de una tierra hueca separada por dos caparazones concéntricos con atmósfera propia y posiblemente habitada.
Controversias y expediciones
En 1691, Halley había solicitado un puesto como profesor saviliano, un prestigioso cargo que englobaba las cátedras de Geometría y Astronomía. Pero su rivalidad con Flamsteed y sus puntos de vista religiosos (había puesto en duda la edad de la Tierra que indicaba la Biblia), que toparon frontalmente con los postulados de la Iglesia Anglicana, hicieron que su candidatura fue rechazada. Aunque no sería este su único encontronazo religioso. En 1694, Halley sugirió que el relato bíblico del arca de Noe podría tratar en realidad de la historia del impacto de un cometa, por lo que fue censurado por la Royal Society.

La adoración de los Reyes Magos pintado por Giotto alrededor de 1305 en el que, supuestamente, se puede ver el cometa Halley.
En 1694, Halley sugirió que la historia Bíblica del arca de Noe podría tratarse en realidad de la historia del impacto de un cometa, por lo que fue censurado por la Royal Society.
Entre 1698 y 1701, Edmund Halley se hizo a la mar. Al astrónomo se le encomendó, primero el rey Guillermo III y más tarde la reina Ana, llevar a cabo tres expediciones científicas a bordo del buque Paramour, del que fue nombrado comandante. Durante su segundo viaje, Halley realizó estudios sobre el magnetismo terrestre. Los resultados se publicarían en su obra de 1701 Cuadro General de la Variación del Compás. Durante su último viaje a bordo del Paramour, Halley llevó a cabo un estudio de las mareas del canal de la Mancha.
Un legado eterno
Finalmente, en 1703, Halley logró por fin ser nombrado profesor saviliano de Geometría en la Universidad de Oxford, y en 1705 publicó Astronomiae cometicae synopsis (Sinopsis de la astronomía de los cometas), donde describía la órbita de veinticuatro cometas, probando que el cometa que había sido observado en los años 1531, 1607 y 1682 en realidad era el mismo. Además pronosticó que dicho cometa regresaría en 1758. En 1716, y con el fin de de determinar con más precisión el paralaje solar, es decir la distancia que separa la Tierra del Sol, ideó un método más preciso para observar el tránsito de Venus por el Sol pronosticado para los años 1761 y 1769. Finalmente, en 1720, Halley sustituyó a Flamsteed como astrónomo real de Greenwich.

Imagen del cometa Halley tomada desde la isla de Pascua el año 1986.
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En 1716, y con el fin de de determinar con más precisión el paralaje solar, es decir la distancia que separa la Tierra del Sol, Halley ideó un método más preciso para observar el tránsito de Venus por el Sol pronosticado para los años 1761 y 1769.
La vida de Edmund Halley se apagó el 14 de enero de 1742 a los ochenta y cinco años de edad, sin que pudiese contemplar el ansiado regreso del cometa que lleva su nombre.Pero el nombre del longevo astrónomo no solo se recuerda cada 75 años con la aparición en el firmamento del cometa Halley, sino que también llevan el nombre del famoso científico un cráter de la Luna y otro del planeta Marte, y también recibió el nombre de Halley la base permanente que posee el Reino Unido en la Antártida. Serían los investigadores de esta base quienes, en 1985, con sus estudios y observaciones, descubrieron una gran amenaza que se cierne sobre nuestro planeta: el gran agujero abierto en la capa de ozono de la estratosfera terrestre.