Editorial del Número 204 de Historia National Geographic

natividad

natividad

Había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño. Se les presentó el ángel del Señor; la gloria del Señor los envolvió en su luz y se llenaron de temor. El ángel les dijo: “No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor. Esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre”», dice el evangelio de Lucas. «La estrella que habían visto en el Oriente iba delante de ellos, hasta que llegó y se detuvo encima del lugar donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Al entrar en la casa, vieron al niño con María, su madre. Entonces se postraron y lo adoraron; abrieron luego sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra», cuenta el evangelio de Mateo.

Los dos relatos, tan distintos, se combinan en las figuritas del pesebre, que en la noche de Navidad rememoran el nacimiento de Jesús hace más de dos mil años; una historia que perdura en la noche de Reyes. En este número de la revista nos preguntamos cómo se modeló. Pero, más allá de las consideraciones históricas, hay elementos inaprensibles que mantienen viva esta tradición. Elementos como la magia de esas dos noches para un niño como el que fui yo, con la nariz pegada al cristal de la ventana, buscando en el cielo una estrella dorada, la más brillante, entre los miles de puntitos luminosos que titilan en la oscuridad.

Este artículo pertenece al número 204 de la revista Historia National Geographic.