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El Ebro ha sido, desde tiempos inmemoriales, una tierra fértil donde diversos pueblos se fueron asentándose y dejando su impronta. Los primeros en darse cuenta de la importancia del enclave privilegiado que suponía el Ebro dentro del Noreste de la península Ibérica fueron los ilercavones. Este pueblo ibero se asentó en el tramo final del río para dedicarse a la agricultura. Por su densidad y tamaño, los diversos poblados ibéricos en las tierras del Ebro -como los de Castellet de Banyoles en Tivisssa o la Moleta del Remei en Alcanar- dan fe de la importancia de este río en el mundo ibero. Actualmente todavía se pueden visitar estos vestigios de ese pasado milenario en diversas estructuras de estos pueblos y otras zonas de alrededor.
Las notables dimensiones de los asentamientos responden también a una posición estratégica, cerca de la costa y con el río como autopista fluvial, que les permitía comerciar con pueblos de más allá de la península Ibérica, como los griegos y los fenicios. Estos acudían en busca de cereales, principalmente, pero también de metales y madera; a cambio de ellos, los ilercavones podían obtener objetos de lujo como cerámicas y aumentar su dieta con productos como vino y aceite. El Ebro suponía una gran ventaja para este pueblo respecto a otros situados más en el interior, ya que hacía más accesibles sus poblados y los convertía en socios comerciales preferentes.

Núcleo antiguo
Las poblaciones a lo largo del Ebro son un ejemplo de la sedimentación de distintas épocas, estilos arquitectónicos, necesidades culturales, etcétera.
Foto: Turisme Terres de l'Ebre
Pero su posición estratégica los hacía también un objetivo de primer orden en el largo conflicto entre romanos y cartigineses por el dominio de Hispania, que culminó a finales del siglo III a.C. con la Segunda Guerra Púnica. Los iberos lucharon en ambos bandos y, aunque la victoria final de Roma implicó el castigo de aquellos pueblos que habían apoyado al cartaginés Aníbal, a largo plazo se beneficiaron del resultado de la guerra.
La proximidad a Tarraco, uno de los puertos más importantes de la Hispania romana, y -de nuevo- la presencia del Ebro implicó un gran desarrollo de las ciudades a lo largo del río; comenzando por Dertosa, la futura Tortosa. Navegable durante buena parte de su recorrido, permitía conectar el litoral levantino con el norte de la península. Esta importancia fue patente especialmente en el ámbito militar, cuando los romanos intentaban someter a los últimos pueblos iberos que se resistían a la conquista -las llamadas Guerras Cántabras, a finales del siglo I a.C.- y el río les ofrecía una vía rápida para obtener suministros y desplazar a las tropas.

Murallas tierras del Ebro
Dada la importancia del Ebro como arteria fluvial, muchas poblaciones levantaron grandes murallas para protegerse. Baluartes que actualmente todavía pueden verse erigidos, imponentes, como parte de esa historia que ha marcado la zona.
Foto: Turisme Terres de l'Ebre
Una frontera peligrosa
Ya en época medieval, el Ebro volvió a ser una bendición en unos tiempos y una maldición en otros. El control de esta importante arteria fluvial permitió a la taifa de Zaragoza convertirse en una de las pocas que sobrevivieron a la desintegración del Califato de Córdoba, expandiéndose a costa de sus vecinos.
Las rutas fluviales eran a menudo más seguras que las terrestres, pero eso implicaba que también para los enemigos era más fácil recorrerlas. En la segunda mitad del siglo IX, una gran flota vikinga atacó la península Ibérica dejando un rastro de saqueo y terror a su paso. La fragmentación política y la poca resistencia ofrecida tanto por los andalusíes como por los reyes cristianos les animó a remontar el Ebro atacando las ciudades que encontraban a su paso, llegando hasta el Reino de Pamplona, donde capturaron al rey y exigieron un cuantioso rescate por él.

Serra de Cardó
Las montañas de la Sierra de Cardó, en la comarca del Baix Ebre, esconden pueblos con un gran encanto y muchos vestigios culturales por descubrir.
Foto: Turisme Terres de l'Ebre
La conquista del valle del Ebro fue un objetivo primordial para los condes de la Marca Hispánica establecida por Carlomagno; un objetivo que, sin embargo, resultó muy difícil de conseguir: solo a mediados del siglo XII, el conde de Barcelona Ramón Berenguer IV consiguió hacerse con ese territorio estratégico. Para asegurar su control y para cristianizarlo después de cuatro siglos de dominio musulmán, lo entregó a dos poderosas órdenes religiosas militares: los templarios y los caballeros hospitalarios, recompensándoles de paso por su contribución militar a la conquista.
Todas estas conquistas y batallas medievales marcarían el devenir de toda la zona, de sus construcciones y del desarrollo cultural de sus habitantes. Actualmente todavía se conservan ya no solo restos arquitectónicos que permiten transportar al visitante a un tiempo pasado, más beligerante, sino que también existen diversas manifestaciones culturales y gastronómicas que sumergen sus raíces en estos hechos ocurridos cientos de años atrás.

celler gandesa
La producción vinícola ha estado siempre entre las principales actividades productivas de las tierras del Ebro y, actualmente, se ha convertido en un reclamo turístico excepcional. En la imagen el exterior del Celler Cooperatiu de Gandesa, uno de los mejores ejemplos del modernismo en este territorio.
Foto: Turisme Terres de l'Ebre

Cerezos
Cerezos en flor en la masía Mas d'Alerany, en Tivissa.
Foto: Turisme Terres de l'Ebre
Como había sucedido desde tiempos de los iberos, la agricultura continuó siendo la principal actividad económica. La caída en desgracia de los templarios a principios del siglo XIV reforzó a los caballeros hospitalarios, que llegaron a poseer grandes extensiones de terrenos. La importancia de la agricultura no solo ha convertido estos territorios en un lugar estratégico a lo largo de la historia: también los ha hecho especialmente vulnerables a las crisis asociadas a esta actividad, como las carestías y las epidemias.
En la década de 1860 empezó una de las crisis agrícolas más terribles que ha sufrido la Europa moderna: la plaga de la filoxera, que durante medio siglo devastó los viñedos del sur del continente. La viña era uno de los principales cultivos en el tramo final del Ebro y la plaga obligó a diversificar la producción y dar mayor importancia a los árboles frutales y a los olivos, cambiando la fisionomía de grandes extensiones de territorio. Aún hoy en día la agricultura sigue siendo una de las principales actividades económicas de las tierras del Ebro y las fiestas populares, como la del Renacimiento de Tortosa, ofrecen una ventana al pasado de este territorio.

Alfombra de flores tierras del Ebro
Las alfombras de flores visten de color la Fiesta del Corpus, la cual se celebra 60 días después del Domingo de Resurrección.
Foto: Turisme Terres de l'Ebre