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En la década de 1820, el médico forense Thomas J. Pettigrew recibió un encargo de lo más insólito por parte de Alexander Douglas, décimo duque de Hamilton. Pettigrew, apodado "momia" Pettigrew por su especialidad, el desvendado de momias egipcias traídas a Inglaterra por egiptólogos aficionados y aventureros como Giovanni Belzoni, era famoso por realizar esta curiosa actividad, que se puso muy de moda en el Londres aristocrático de mediados del siglo XIX.
El duque de Hamilton era un apasionado del antiguo Egipto y poseía en su mansión una importante colección de antigüedades egipcias. Pero el aristócrata estaba especialmente interesado en las momias, y había acudido en calidad de público a varios de los "desvendados" realizados por Pettigrew, unos multitudinarios eventos sociales que tenían lugar en las casas de las más importantes personalidades, y que nadie que se preciara en la sociedad londinense de la época quería perderse.
El duque de Hamilton abordó un día al doctor Pettigrew –tres décadas antes de morir– y le hizo saber que a su muerte tenía la intención de ser momificado y enterrado en un sarcófago, como los antiguos egipcios, y le pidió que fuera él quien se ocupase de llevar a cabo el singular trabajo. Hamilton había adquirido en París, en 1836, un sarcófago egipcio de basalto, perteneciente a una princesa llamada Iretiru, y en su palacio de Escocia se hizo construir un gran mausoleo para albergarlo. Tan magnífico era, que The Times dijo de él que era "el más costoso y magnífico templo que hay en este mundo para recibir a un muerto, con la excepción de las pirámides".
El duque momificado
Pettigrew aceptó el encargo, y en septiembre de 1852, cuando el duque falleció a la edad de 84 años, el médico procedió a momificar el cadáver tal como había acordado con el aristócrata treinta años antes. Así, embalsamó y vendó el cadáver como si de una momia egipcia se tratara. Incluso parece ser que el médico hizo las veces de sumo sacerdote y llevó a cabo ciertos rituales religiosos egipcios durante el entierro del duque. Algunas fuentes se hacen eco de una macabra anécdota respecto del entierro: el duque era un hombre muy alto y al parecer el sarcófago en el que debía ser enterrado no era lo suficientemente largo, por lo que se le tuvieron que cortar los pies para poder cerrar el féretro.
Pettigrew momificó el cadáver del duque de Hamilton y actuó como sumo sacerdote en el funeral
Desde su entierro en 1852, nunca ha vuelto a abrirse el féretro para comprobarse la veracidad de esta historia ni la calidad del trabajo llevado a cabo por Pettigrew. Hacia 1921, el castillo Hamilton fue totalmente reformado y el cadáver del duque fue llevado al cementerio local, donde sigue reposando para siempre en el interior de su sarcófago egipcio.