Gran parte de las criaturas de nuestra actual mitología tienen su orígen en la cultura vikinga. Trolls, elfos y enanos fueron cogidos por Tolkien para llenar su tierra media, y en sus viajes por Europa los vikingos llevaron con ellos mitos que pasaron a formar parte de la tradición de muchos pueblos, desde Inglaterra hasta Rumanía. Es el caso de los draugar o “los que caminan de nuevo”, un tipo de no muertos que se levantaban de sus tumbas durante la noche como si de zombis o vampiros se tratase.
El draugr era así por definición un muerto que caminaba entre los vivos, pero no por ello se trataba siempre de un ente maléfico. De hecho había algunos que regresaban solo brevemente con su familia para darles consejos y contarles lo que les deparaba el futuro. Es el caso de Throstein, el hijo de Erik el Rojo, quien tras morir de una enfermedad en Groenlandia, vuelve a casa una noche y cuenta a su mujer como debe comportarse ante ciertos sucesos por venir.
No muertos vengativos
Pese a ello la mayoría de draugar son entes terroríficos que hacen presa en los vivos, matando ganado y personas por pura malicia, o para alimentarse de su carne y beberse su sangre. Muchos de ellos ya eran personas violentas en vida, replicando tras su muerte el comportamiento belicoso y sociópata que los había caracterizado. Brujas y hechiceros serán también candidatos a draugr, pues su magia les permite volver de la muerte en las sagas.
Otros no muertos por contra son simples víctimas de accidentes o asesinatos que no han encontrado un lugar en el Valhalla o el Helheim, y castigan a los vivos motivados por la envidia; entre ellos se cuentan marineros ahogados, niños sin bautizar y suicidas. Estos últimos tenían muchas posibilidades de convertirse en draugr según la tradición popular, por lo que se les enterraba siempre con su tumba cubierta por pesadas piedras.

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Los arqueólogos han encontrado cabezas cortadas, pies atados y con agujas clavadas en tumbas de todo el mundo nórdico. Reconstrucción de un funeral vikingo.
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El temor a estos renacidos era muy real en las comunidades nórdicas, y se dieron una serie de estrategias para evitar su aparición. Lo más habitual ante un cadáver susceptible de convertirse en draugr era cortarle la cabeza y ponerla entre sus piernas, a veces se les clavaba a la tierra con una estaca en el torso como en los vampiros, y en otras ocasiones se incineraba directamente el cuerpo en una pira hasta que no quedaran ni los huesos. Asimismo tras una batalla se solían romper los cadáveres enemigos antes de proceder a su entierro, y los arqueólogos han encontrado más de une esqueleto con la cabeza abierta de un hachazo o directamente cercenada en las necrópolis de Escandinavia.
Una manera alternativa de evitar visitas de ultratumba era engañar a los muertos para que no encontraran el camino de vuelta. En Islandia esto se hacía abriendo un agujero en la casa por el que se sacaba al muerto que luego era luego tapiado, pues se creía que los draugr solo podían entrar por el mismo lugar por el que había salido su cuerpo. En Inglaterra por contra se enterraba a los cuerpos peligrosos en un cruce de caminos, con la esperanza que el no muerto se equivocara de camino al salir de la tumba.

Heures de Charles VIII fol 111R Danse de la mort
Los draugr se describían en las sagas como cadáveres animados medio podridos, imagen que aprovecharon los autores medievales posteriores para ilustraciones como esta danza de la muerte de las Horas de Carlos VIII, siglo XV.
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También los ataúdes cerrados con bandas de hierro, y los sepulcros cubiertos por pesadas losas y objetos son otra precaución habitual en la literatura Norse contra el retorno de los muertos. En el caso de personas enterradas en túmulos, el cadáver se podía convertir en un haugbui, un draugr tumulario que guardaba eternamente los tesoros con los que había sido enterrado y que los héroes debían matar para quitarles sus armas y riquezas.
Poderes y habilidades
En las sagas el draugr es un oponente duro de roer para cualquier héroe. Al tratarse de una criatura no muerta, cuyos órganos ya no funcionan, puede ignorar la mayoría de heridas salvo la decapitación, y los más poderosos solo pueden ser dañados con espadas mágicas.
Poseen además una fuerza sobrehumana y la capacidad de cambiar de forma hasta convertiste en gigantes “grandes como un buey”, que pueden romper huesos con sus manos desnudas. Algunos también son capaces de atravesar superficies sólidas, pasando a través de la piedra que cubre sus tumbas y hundiéndose en la tierra cuando son derrotados.

04 Illustration by Alfred Pearse (1856 1933) for The Thirsty Sword a story of the Norse invasion of Scotland (1262 1263) by Robert Leighton (1858 1934) Courtesy of the British Library
En las sagas los héroes solían contar con espadas mágicas de renombre que les eran entregadas por los dioses o alguna criatura mágica.
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Al ser espectros antinaturales, su presencia en una región envenena la tierra, enloqueciendo al ganado y causando enfermedades que matan a hombres y mujeres por consunción. Para empeorar las cosas, en algunas sagas las víctimas de los draugar se unen a sus filas, formando manadas de zombis que deambulan en busca de víctimas.
Por fortuna los draugar tienen en las leyendas una gran debilidad, la luz, de modo que prefieren atacar por la noche y arrastrar a sus víctimas fuera de las casas, cuyas velas y lámparas drenan sus poderes. Debido a ello se trata de criaturas que aunque capaces de caminar por el día tienen hábitos nocturnos, volviendo a sus sepulturas con la llegada del alba.

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Vikingos luchando durante la noche.
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Es por ello que los protagonistas de las sagas suelen cazar a estas criaturas de día, localizando su guarida por el gemido de los animales, y atacándoles cuando son más débiles. En la saga de Hörd por ejemplo, este héroe localiza un túmulo maldito y le pide a su compañero Geir que encienda unos cirios cuando estén dentro, su luz quita los poderes al draugr que allí se esconde y Hörd lo decapita sin problemas. Una vez muerto el draugr debía ser enterrado de forma adecuada para que no volviera a resucitar, metiéndose su cabeza entre las piernas o quemando el cuerpo en una pira.
En sus viajes los vikingos llevaron a estas criaturas por toda Europa, donde se convertirían con el tiempo en los temidos vampiros inmortalizados por Bram Stoker en Drácula o en los zombis tan en boga últimamente en libros, series y películas.