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A la muerte de Carlos II ascendió al trono español el príncipe borbón Felipe duque de Anjou, pero esto ponía a España en manos de la formidable Francia de Luis XIV, a lo que se oponían ingleses, holandeses, prusianos y los otros candidatos al trono: la dinastía austríaca de los Habsburgo.
Este choque entre potencias hizo estallar una cruenta guerra de sucesión que asolaría Europa de 1701 a 1713. Si bien al principio del conflicto los catalanes se mostraron a favor del nuevo rey, el desembarco en Portugal del pretendiente austríaco, el archiduque Carlos, que tomó el nombre de Carlos III, les hizo replantearse su posición.
Cataluña austriacista
La mayoría de habitantes del Principado desconfiaban de Francia, a quien se habían enfrentado en numerosísimas guerras de frontera, y donde además se habían abolido los privilegios y leyes que aseguraban la autonomía de las provincias dentro de la corona. Además se esperaba que un pacto con los austríacos permitiría recuperar el Rosellón y conseguir libre comercio con las colonias americanas.

La flota aliada anclada frente a Barcelona en 1706.
Foto: Wikimedia Commons
Así, encabezados por algunos nobles de Vic y Tarragona, muchos catalanes se levantaron contra Felipe V en 1705 y pactaron con los ingleses adherirse a la causa del Archiduque a cambio de que estos desplegaran un ejército en Cataluña, cosa que estos hicieron en agosto de 1705.
Si bien algunas poblaciones se mantuvieron fieles a Felipe V, la mayoría las poblaciones catalanas apoyaron de manera entusiasta al Archiduque, que juró los fueros en Barcelona y fue aclamado como rey. Aragón, Valencia y las islas Baleares, los reinos que junto a Cataluña integraban la Corona de Aragón, también se declararon a favor del Archiduque.
Sin embargo la situación de los austriacistas en la península dio un giro inesperado con la derrota de Almansa, que llevó a la pérdida de Valencia (la cual también se había unido al Archiduque) en 1707, y la abolición de sus leyes y privilegios mediante un decreto de nueva planta que marcó el destino que esperaba a los reinos rebeldes de la Corona de Aragón.

La derrota de Almansa supuso la caída del reino de Valencia y la aplicación del primer decreto de Nueva Planta.
Foto: Cordon Press
Barcelona contra las cuerdas
De este modo la lucha de los catalanes se convirtió en una guerra por la supervivencia de sus libertades. En 1713, los austríacos y sus aliados ingleses firmaron con Francia el Tratado de Utrecht que ponía fin a la guerra de Sucesión, por lo que retiraron sus tropas del principado. Los catalanes, sin embargo, decidieron resistir hasta el final para mantener vivas sus instituciones y privilegios.
Pronto el ejército borbónico llegó a los muros de Barcelona y empezó un largo asedio que culminaría el 11 de septiembre de 1714. Ese día las tropas de Felipe V lanzaron el asalto final contra la plaza a través de las numerosas brechas abiertas por su artillería en las murallas.

La ciudad bajo el bombardeo borbónico.
Foto: Wikimedia Commons

Las tropas de Felipe V lanzan el asalto final contra la ciudad.
Foto: Ramon Manent, Aisa
Uno de los héroes más destacados del bando defensor fue el Conseller en Cap del Consejo de Ciento (institución encargada de dirigir la defensa de la ciudad), Rafael Casanova, quien viendo como el enemigo cruzaba ya los muros, sacó la bandera de Santa Eulalia (patrona de Barcelona) a la calle y dirigió un desesperado contraataque de soldados y civiles que no pudo frenar el avance de los borbónicos. Tras esta jornada de lucha la ciudad se rindió.
Un día para el recuerdo
Cerca del lugar en el que fue herido Casanova, hoy se levanta un monumento al que desde 1897 han acudido políticos y representantes de diversas instituciones a realizar un acto a modo de ofrenda floral, como homenaje al sacrificio de los valientes defensores de la ciudad y la pérdida de los derechos del Principado con la victoria final de los Borbones.

Monumento a Rafael Casanova durante la tradicional ofrenda floral el 11 de septiembre.
Foto: Wikimedia Commons
Otro punto destacado de ese día histórico para Cataluña es el Fossar de les Moreres, un campo junto a la iglesia gótica de Santa María del Mar en el que fueron enterrados muchos de los muertos durante el asedio a la ciudad. Hoy en día en el lugar se ha construido una plaza con un pebetero en el que arde una llama en memoria de los caídos en defensa de la Barcelona.

El antiguo mercado se ha convertido hoy en un centro cultural en el que se realizan todo tipo de actividades.
Foto: Wikimedia Commons
Otro de los vestigios de le época relacionados con la batalla final del 11 de septiembre de 1714 son los restos arqueológicos del adyacente Mercado del Born. Allí aparecieron años más tarde, bajo su suelo, los restos del barrio de principios de siglo XVIII que fue testigo mudo de la resistencia de la ciudad y que sería sepultado en los años siguientes. De hecho, para controlar la ciudad Felipe V construyó una imponente fortaleza en lo que hoy es el Parque de la Ciutadella.