El descubrimiento de la tumba de Nefertari

El egiptólogo italiano Ernesto Schiaparelli accedió al interior de la tumba de Nefertari, de más de 3.000 años de antigüedad, y quedó maravillado por sus pinturas murales

Nefertari

Nefertari

La diosa Isis, con la corona atribuida a Hathor, lleva a la reina Nefertari de la mano.

© FOTO: MOHAMED EL-DAKHAKHNY/ ASSOCIATED PRESS / GTRES

En 1904, la Misión Arqueológica Italiana, encabezada por el egiptólogo Ernesto Schiaparelli, director del Museo Egipcio de Turín, emprendió la segunda campaña de excavaciones en el Valle de las Reinas, en la antigua Tebas. Un saqueador de tumbas, reclutado por Schiaparelli, le indico a éste el emplazamiento de una tumba real. Los arqueólogos retiraron los escombros que cubrían aquel lugar y, según afirmó Schiaparelli, con el rápido proceder del trabajo salió progresivamente a la luz una hermosa escalera que descendía bastante cómodamente con escalones de la altura adecuada, tallados en la roca a cielo descubierto y entre dos paredes bien trabajadas y luego estucadas y coloreadas de blanco. La tumba estaba construida en dos alturas correspondientes a dos espacios funerarios, a los que se accedía a través de unas escaleras descendentes con una rampa central que se utilizó para deslizar el sarcófago. La entrada había sido forzada y no había rastro del antiguo cierre; la tumba había sido saqueada en tiempos remotos, puede que incluso por parte de los antiguos egipcios, manifestó Schiaparelli.

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La tumba estaba prácticamente vacía, pero sus espléndidas pinturas murales, de vivos colores y rebosantes de vida, permanecían en buen estado de conservación. La tumba QV66, que así es como se llama, es la más bella de las tumbas descubiertas. En este hipogeo excavado en la montaña tebana fue sepultada Nefertari Meritenmut, la Gran Esposa Real de Ramsés II, uno de los faraones más poderos del Antiguo Egipto, el tercer soberano de la dinastía XIX. Ramsés II tuvo decenas de esposas y concubinas, pero la misteriosa Nefertari, por la que brilla el sol, fue la más amada y honrada. Schiaparelli solamente encontró algunos fragmentos de lo que debió de ser un hermoso sarcófago de granito rosa y de madera cubierto de oro, además de algunos pedazos de la momia y las vendas. Entre 1986 y 1992, el Instituto de Conservación Getty desarrolló un intenso proyecto de restauración para devolver a las pinturas su aspecto original.