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Un estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Southampton, dirigido por James Goff, en colaboración con el profesor Pedro Andrade, de la Universidad de Concepción, en Chile, ha confirmado que un hombre del Neolítico, cuyos restos fueron descubiertos en una fosa común en un sitio arqueológico situado en la costa del norte de Chile, murió ahogado en el mar. Para llegar a esta conclusión, el equipo de investigadores ha desarrollado una versión mejorada de una prueba forense moderna que se utiliza para resolver los casos sospechosos de ahogamiento y la ha usado para intentar resolver este caso de cinco mil años de antigüedad. Los resultados de la investigación se han publicado en Journal of Archaeological Science.
Diatomeas, las algas delatoras
Los arqueólogos estudiaron un sitio conocido como Copaca 1, situado a 1,30 kilómetros al sur de Tocopilla, en la costa chilena, un lugar que había sido previamente estudiado por el profesor Andrade. El área contiene una tumba con tres esqueletos bien conservados. El individuo que ha sido objeto de este estudio fue un cazador-recolector que murió entre los 35 y los 45 años. El contexto de los huesos sugería que se trataba de un pescador, ya que en el área se hallaron signos de pesca frecuente como arpones, un remo y vestigios de recolección de mariscos. Todo ello convirtió a este hombre en el candidato ideal para buscar en él signos de ahogamiento.

La investigadora Genevieve Cain y el profesor Pedro Andrade junto a los huesos del pescador neolítico.
Foto: Genevieve Cain/James Goff
De hecho, la ciencia forense moderna puede confirmar el ahogamiento por ingesta de agua salada como causa de la muerte en algunas víctimas recientes mediante el uso de una prueba que detecta la presencia de diatomeas en el interior de los huesos. Las diatomeas son un grupo de algas que proliferan en los océanos, el agua dulce y en los sedimentos. Si estos elementos vegetales se encuentran en el interior de huesos humanos es prácticamente seguro que la víctima murió ahogada, ya que si la persona hubiera fallecido antes habría sido imposible que tragara agua. Hasta ahora, esta prueba nunca se había intentado con éxito para determinar el ahogamiento en agua salada en restos humanos prehistóricos.
Las diatomeas son un grupo de algas que proliferan en los océanos, el agua dulce y en los sedimentos. Si estos elementos vegetales se encuentran dentro de huesos humanos es prácticamente seguro que la víctima murió ahogada.
Así, además de la tradicional prueba de diatomeas, el equipo llevó a cabo un análisis microscópico de gran alcance con muestras de médula ósea extraídas del individuo, lo que permitió, además, buscar otras partículas microscópicas que pudieran proporcionar más información sobre las causas de la muerte. Finalmente, los resultados del estudio han mostrado una gran variedad de elementos marinos que corroboran que, en efecto, esta persona se ahogó en agua salada. Estas partículas incluían algas fosilizadas, huevos de parásitos y sedimentos que no habrían podido ser detectados únicamente por la prueba estándar de diatomeas.
¿Accidente o catástrofe?
Según James Goff, "los entierros masivos a menudo han sido necesarios después de desastres naturales que han afectado a las poblaciones costeras, como tsunamis, inundaciones o grandes tormentas. Sin embargo, no sabemos si los sitios de entierro masivo prehistóricos que hay cerca de las costas pueden ser resultado de desastres naturales o son consecuenciade guerras, hambrunas y enfermedades. Esto nos hizo pensar en desarrollar una versión mejorada de una prueba forense moderna para usar en huesos antiguos. Al observar lo que encontramos en la médula ósea del individuo de Copaca 1 podemos afirmar que se ahogó en agua salada poco profunda. El pobre hombre tragó sedimento en sus momentos finales, un material que no tiende a flotar en concentraciones suficientes en aguas más profundas".

El profesor de la Universidad de Southampton y director del estudio James Goff junto a los huesos del pescador.
Foto: Genevieve Cain/James Goff
De este modo, según los hallazgos iniciales, los investigadores creen que este hombre murió a causa de un accidente en el agua y no a consecuencia de un evento catastrófico importante. A esta certeza contribuye asimismo que los huesos de los demás individuos con los que fue enterrado no contenían partículas marinas, por lo que es poco probable que todos murieran ahogados en agua salada. Pero para tener una visión más amplia del tema, el equipo tiene previsto analizar otros restos humanos procedentes del mismo asentamiento y estudiar también los registros geológicos en busca de posibles evidencias de desastres naturales en el área.
Los investigadores creen que este hombre murió en un accidente marítimo y no en un evento catastrófico importante. A esta certeza contribuye asimismo que los huesos de los demás individuos con los que fue enterrado no contenían partículas marinas.
Goff cree que tal vez la conclusión más importante que puede extraerse de este estudio es que la nueva técnica mejorada se puede utilizar para analizar antiguos sitios de entierro masivo en todo el mundo, lo que permitirá obtener una imagen más clara de cómo era la vida de las personas que habitaron en comunidades costeras a lo largo de la historia. "Al dedicar más tiempo a la técnica forense y a buscar una gama más amplia de partículas dentro de los huesos prehistóricos hemos iniciado una forma completamente nueva de hacer las cosas. Esto puede ayudarnos a comprender mucho más sobre lo difícil que era vivir en la costa durante ese remoto período y cómo las personas se vieron afectadas por eventos catastróficos, tal como ocurre en la actualidad. Hay muchos sitios costeros de entierro masivo en todo el mundo donde se han llevado a cabo excelentes estudios arqueológicos, pero no se ha abordado la pregunta fundamental: ¿Qué causó tantas muertes? Ahora podemos aplicar esta nueva técnica en todos esos lugares y potencialmente reescribir la Prehistoria", concluye Goff.
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