Abel G.M.
Periodista especializado en historia y paleontología
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En octubre de 1831, durante unas excavaciones en la Casa del Fauno de Pompeya, se descubrió una de las piezas más famosas que se han encontrado en la antigua urbe romana: el mosaico de Alejandro, que representa al rey macedonio en batalla contra el emperador persa Darío III. Casi dos siglos después, y más de 2.000 años después de su fabricación, los expertos temen por el futuro del que es uno de los mosaicos más famosos del mundo y la joya del Museo Arqueológico Nacional de Nápoles.
La preocupación se debe a que lo que mantiene unidas las teselas es el mortero original romano, que tiene más de 2.000 años de antigüedad, y se teme que pueda acabar cediendo, especialmente porque el mosaico fue concebido para estar en posición horizontal y no vertical. Por ello, en enero de 2021 se emprendió un largo proceso de restauración que todavía dura.
Una pieza única
El mosaico de Alejandro fue encontrado en la Casa del Fauno, uno de los edificios más famosos de Pompeya, en la sala conocida como exedra. Esta habitación era el lugar donde se recibía a los visitantes, por lo que el mosaico servía para impresionarles. Aunque ahora se exhiba en posición vertical, formaba parte del suelo de la sala.
El mosaico está formado por un millón y medio de teselas, pequeñas piezas de mármol de diferentes colores unidas con mortero para formar la imagen. Se trata de una obra maestra de esta técnica por la gran cantidad de personajes y el detalle de las imágenes, ya que no se usó pintura para las teselas y había que cortarlas exactamente en el tamaño y forma adecuados para componer la imagen. Por ello se cree que debió de costar una auténtica fortuna y que quien la encargase debía de ser un personaje muy rico e importante, que pudiera permitirse gastar una fortuna solo para impresionar a sus visitas.
La escena representa un combate de Alejandro Magno contra el emperador persa Darío III, aunque los expertos dudan a la hora de identificarla con la batalla de Issos (333 a.C.) o la de Gaugamela (331 a.C.). El rey macedonio, al frente de su caballería y montado en su caballo Bucéfalo, carga contra Darío, que huye gracias al sacrificio de su hermano Oxatres, que cubre su retirada. Se cree que el mosaico es la copia de un cuadro griego de época helenística, aunque su autoría aún es objeto de discusión.

Mosaico Alejandro réplica
Réplica del mosaico colocado en su posición original, en la Casa del Fauno de Pompeya.
Mentnafunangann (CC)
Los retos de la restauración
El mosaico fue descubierto el 24 de octubre de 1831 en el curso de las excavaciones en la Villa del Fauno de Pompeya. Estaba cubierto por la ceniza volcánica de la erupción del Vesubio en el año 79 d.C. y se había conservado excepcionalmente bien, aunque falta un gran fragmento que cubre casi por completo la figura de Bucéfalo, el caballo de Alejandro. En septiembre de 1843 se trasladó a Nápoles y actualmente forma parte de la colección del Museo Arqueológico Nacional ubicado en esta ciudad.
La restauración que empezó en enero de 2021 se centra en garantizar la integridad de la pieza, reparando las microfacturas y asegurando las teselas que empezaban a despegarse. También se han arreglado depresiones y protuberancias en la superficie y se han limpiado algunas manchas. Pero el problema y el reto principal es que no se sabe hasta qué punto puede aguantar por sí mismo el mortero que mantiene unidas las teselas.
Aunque el mortero romano es famoso por su extraordinaria resistencia, el mosaico de Alejandro tiene ya más de 2.000 años. En conjunto pesa alrededor de siete toneladas y, además, no fue concebido para estar en posición vertical. Precisamente una de las dudas que tienen los especialistas que lo están restaurando es si deberían volver a exponerlo tal y como hasta ahora o devolverlo a su posición horizontal, aunque para una mejor visibilidad cabría la posibilidad de optar por una solución intermedia y exponerlo en un plano ligeramente inclinado.