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El 19 de marzo nació en la pequeña localidad escocesa de Blantyre, David Livingstone. Pertenecía a una familia de origen humilde, por lo que desde los diez años empezó a trabajar en una fábrica textil. Se licenció en medicina e inició su formación religiosa. Fue ordenado sacerdote, pero su primera misión a China fue cancelada por el estallido de la Guerra del Opio en 1839, por lo cual su primera labor como misionero le llevó a Ciudad del Cabo. Más adelante, terminaría desvinculado de la orden misionera.
El nombre de este médico, explorador, misionero siempre ha estado envuelto en un halo de misterio. Su vida fue en realidad una gran aventura, pues buena parte de ella transcurrió en algunos de los territorios más bellos e inexplorados de África. Durante más de 30 años, Livingstone recorrió el sur de este continente, descubrió el río Zambeze, halló para el mundo las cataratas Victoria, buscó las fuentes del Nilo, luchó contra la esclavitud y llevó una vida tan intrépida que se convirtió en vida en un personaje de leyenda.
Murió a los 60 años a causa de la malaria y de una hemorragia interna producida por disentería. Su corazón fue enterrado en África a los pies de un árbol; el cadáver, conservado en sal, fue transportado a Londres y sepultado en la abadía de Westminster.

Tras años de búsqueda, cuando Stanley finalmente halló al doctor Livingstone junto a lago Tanganika pronunció la frase mítica: «el doctor Livingstone, supongo».
David Livingstone fue designado en 1865 por la Royal Geographical Society británica para ir en busca del nacimiento del Nilo y regresó a África donde, tras varios años, se perdió su pista. El periódico New York Herald organizó una expedición para encontrarlo que fue confiada a Henry Stanley. "El doctor Livingstone, supongo", esta frase forma parte de la leyenda sobre el encuentro entre ambos a orillas del lago Tanganika, en 1871. Livingstone prosiguió sus exploraciones hasta su muerte el 1 de mayo de 1873.